Capítulo 17

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Enma estaba sorprendido por la mansión de su abuelo, era casi tan grande como la de sus padres en Italia. Tenía un jardín muy bien cuidado enfrente, y había acabados de oro en cada lugar al que volteara. Fuentes de mármol y arbustos en forma de animales, laberintos hechos con rosales y ni hablar de lo había adentro de la mansión.

-Bienvenido a tu nuevo hogar Enma, siéntete como en casa- dijo al entrar adentro de la mansión. Si él pensaba que era grande por fuera, por dentro era enorme. Madera labrada en todos lados, cuadros colgados en toda la estancia, espacios amplios, libreros en todos lados, muebles de madera, chimeneas con acabados de oro.

Enma y su abuelo pasaron al comedor donde la comida ya estaba servida, la mitad de la mesa eran platillos que no eran nada sencillos de hacer.

-Come lo que puedas- lo invito a escoger cualquier platillo, el pelirrojo tomo una carne que estaba muy suave y llena de sabor, vaya era como comer en un restaurante caro.

Su abuelo devoraba la comida, no parecía que masticara o que la disfrutara, solo la engullía. En cambio, Enma comía muy tranquilo, tratando de probar de todo, era demasiada comida para solo ellos dos, estaba seguro que su estómago no le daría espacio para probar ni 3 cuartos de los platillos que había en la mesa, pero así era su abuelo, entre más mejor.

-Tu, tráeme una botella de vino Châteaux Lafite-Rothschild, y cuidado que es si le pasa algo a esa botella, ni con tu vida podrás pagar- le había ordenado a una sirvienta de pelo largo castaño, un poco ondulado. Era muy bonita, pero se veía débil y cansada, y era tratada mal por el dueño de la mansión, como los demás sirvientes.

Después de un rato, la muchacha llego con la botella de vino en un carrito y dos copas para poder servir y degustar el vino.

-Muy tarde, ya vete, yo me encargo inútil- le dijo haciendo un gesto con la mano para que se fuera. La sirvienta se sentía más tranquila, solo hizo una reverencia y se retiró.

El abuelo se encargó de servir el brebaje en 2 copas, una para su nieto y la otra para él mismo. Los dos brindaron y terminaron la comida.

Mieras tanto en un restaurante, había una mesa con mucha gente sentada y una torre de platos apilados. Todos habían disfrutado la comida, la competencia entre Hayato y Ryohei para ver quién podía comer más platos de fideos, teniendo como ganado a el sol y a una tormenta con un terrible dolor de estómago.

-El ramen estuvo delicioso- una satisfecha Haru se sentía muy feliz y aliviada.

Hybari estaba terminando de comer tranquilamente el arroz junto con Reborn, quien no los conociera, podría decir que eran familiares muy cercanos, sin embargo, no tenían nada de relación sanguina, de hecho, la mayoría no compartían lazos de sangre, pero se sentían la familia más afortunada del mundo.

Tsuna estaba también feliz, la comida había sido deliciosa y estaba platicando animadamente con Lambo sobre una serie que seguían ambos, y unos cuantos mangas que coleccionaban.

Hana estaba hablando con Aria y Takeshi, sobre algunos planes futuros, como economizar tiempo cuando salieran todos juntos a cualquier lado.

Una vez pagada la cuenta todos decidieron ir a dar la vuelta por el centro, era un momento de paz, pero algo en la súper intuición del más pequeño le decía que algo grande los iba a mantener ocupados muy pronto.

Cerca de los muchachos se encontraba un niño fascinado al ver a tan gran y peculiar banda al otro lado de la acera, algo le decía que eran especiales, quería ir con ellos.

-Mira abuela, me compras un anillo como el de ese muchacho- estaba fascinado por el anillo que traía colgando del cuello el sol, era muy bonito y brillaba mucho.

-Fran, cariño, ese muchacho no tiene ningún anillo, vámonos que vamos a llegar tarde a tu consulta- la abuela del niño estaba un poco preocupada por las extrañas alucinaciones de su nieto Fran.

-Abuela, ya te he dicho que no estoy loco- su abuela no respondió, pero si lo empezó a jalar más para que caminara mas rápido, no quería que nadie viera uno de los episodios de alucinaciones que sufría su nieto desde los 5 años.

-No son alucinaciones- fue lo último que dijo para continuar su camino y junto con su abuela, y algún día probaría que lo que veía era verdad.

Lo que nadie estaba consiente era de que una nueva guerra se empezaba a formar, y todos necesitaban toda la ayuda que ocuparan lo antes posible, formar nuevas alianzas, reclutar gente nueva, Vongola iba a volver.

Todos disfrutaban esa tarde, que sería la última tarde tranquila que tendrían en mucho tiempo. Tsuna estaba a punto de descubrir que el peligro estaba más cerca de lo que pensaba, ¿tendría la oportunidad de reaccionar?, ¿el entrenamiento habrá sido suficiente?, esas eran preguntas constantes en todos los miembros de la familia.

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El Renacer de VongolaWhere stories live. Discover now