Epílogo

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La vida es muy rara, llevo ya más de 100 años en ella y aún no logro comprender muchas de sus cosas, creo que a pesar de los años y mi apariencia avejentada nunca dejé de ser una niña, nunca dejé de soñar, de reír, de hacer tonterías, pero a mi edad ya el cuerpo no me daba para esas cosas, ya no puedo correr, saltar, carme desde muy alto, nadar y rebotar, pero así es esto, nosotros vamos y venimos, pero la vida continúa, el mundo continúa

Cada día me levanto temprano, canto Lejos de casa mientras arreglo la cabaña y dejo todo listo para el desayuno, a veces me visitan las agentes y sus familias, ahora los nietos de Marie me ven como su nueva abuela, y yo soy feliz de cuidarlos y jugar con ellos, ya soy muy mayor para tener unos propios, así que esto es lo que me llena de alegría ahora.

En las tardes tomo el té con alguna de las agentes, o con quien venga a visitarme, a veces yo sola, junto a la silla donde Marie se sentaba otrora.

Sembré un campo de flores color lima junto a las que Marie sembró, así cuando yo me vaya igual estaremos juntas, como siempre debió ser, poco a poco el cañón tomaría sus colores, y quienes vinieran de visita sabrían de nosotras al ver las flores tomando el sol.

Antes de caer la noche siempre canto Estrella de Mar, mientras enciendo una velita junto a nuestra última fotografía con Marie, a pesar de todo me sentía feliz y agradecida de haber podido volver, y de haber vuelto a sonreír y sentirme en familia una vez más, de poder haber hecho feliz una última vez a una vieja cascarrabias como Marie, finalmente ahora sólo quedaba yo, allí sola, en medio de ese lugar, entre nubes, entre mares de estrellas, cada noche dormía, con la esperanza de volver a ver a Marie, sin embargo, ya no en este mundo, sino de encontrar una vez más ese camino, que me llevara de nuevo hacia donde ella estuviera, y nunca más me sentiría, otra vez , lejos de casa.

FIN

Lejos de CasaWhere stories live. Discover now