Capítulo 16

38.3K 4.5K 1.5K
                                    

Sabía que Ramuel no sería tan estúpido como para quedarse esperando a mi llegada en casa de Luna, pero por algún lugar debía empezar a buscar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sabía que Ramuel no sería tan estúpido como para quedarse esperando a mi llegada en casa de Luna, pero por algún lugar debía empezar a buscar. Ayudé a Sam a recostarse con cuidado en el sofá. Por mucho que insistiese en acompañarme, era más que obvio que no podría ni mover una pluma contra mi enemigo, de tan deteriorado que estaba su estado. Ese era otro asunto que saldar con mi antiguo jefe. Sin poder creer lo que había descubierto en aquel libro que me había dado, Sam había ido a reclamarle a Ramuel, quien había respondido tomándolo prisionero y torturándolo con ayuda de los demonios que tenía bajo su mando.

Ya teníamos la respuesta al misterio sobre quién estaba enviando a esas criaturas a atacarnos. Aunque todavía desconocía qué había hecho para ofenderlo tanto. La angustia por no saber el paradero de Luna comenzó a hacer mella en mí. Me desplazaba de un lugar a otro sin saber qué hacer. Sam me lanzó uno de los cojines del sofá cuando al llamarme por cuarta vez no respondí.

—¿Qué?

—Usa el vínculo.

—El vínculo ya no existe —le informé, notando cómo se asombraba—. No puedo localizarla de ese modo.

—¿Estás diciendo que estás así de desesperado aun cuando la muerte de Luna no te afectaría en lo más mínimo?

Le dirigí una mirada venenosa. ¿Cómo que no me afectaría en lo más mínimo? El mundo sin Luna era... un pedazo de roca al que mi padre había poblado con criaturas molestas. Carecía de brillo y de importancia si ella no estaba viva. Le pregunté si tenía alguna idea de cómo rastrearlos, y sugirió mis habilidades de vigilante. No funcionó. Ramuel debía estar ocultando su rastro de alguna manera. Sentí que la desesperación me embargaba. Me tiré del cabello hacia atrás, como si con ello despejara el camino para una nueva idea.

—De acuerdo —acepté—. Quizás me guste la humana.

—¿Quizás? —repitió él, divertido—. Yo creo que es bastante evidente.

—Bien, lo admito. Me gusta mucho. Cuando pienso en que Ramuel le puede hacer daño, siento que la piel se me electrifica de tanta rabia. Sam, quiero matarlo. Lo voy a matar.

Samsaveel asintió, comenzando a sonreír más abiertamente. Pensé que sería más difícil de confesar, pero la verdad era que lo encontraba liberador.

—Vaya, y eso que solo te gusta la chica.

Sus palabras me dieron vuelta en la cabeza por varios minutos, acusándome de mentir. Pero no tenía tiempo para profundizar en lo que sentía, porque ella estaba en peligro y otra vez me encontraba sin saber qué hacer. De pronto una idea surgió en mi mente. Si podía ponerla en práctica, no habría lugar en la tierra, el cielo o el infierno donde Ramuel pudiera esconderse. Con ese pensamiento en mente, le pedí a Sam que me esperara allí —a lo que él contestó que no iría a ninguna parte por mucho que quisiera—mientras yo me regresaba al infierno en busca de una útil herramienta.

Un demonio entre recetas [I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora