Capítulo 3

68.9K 6.2K 2.8K
                                    

Si me quedaba antes alguna duda sobre cuán jodido estaba, la había resuelto la noche anterior al echar un vistazo al grimorio de la vieja bruja

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Si me quedaba antes alguna duda sobre cuán jodido estaba, la había resuelto la noche anterior al echar un vistazo al grimorio de la vieja bruja. Bueno, Luna había dicho "no lo toques" y yo no lo había tocado. Usé sus guantes de hornear para pasar las páginas hasta llegar a la que me interesaba. No dijo nada sobre leerlo, ese fue su error y mi ventaja. Pero la felicidad me duró poco. Ya debería saber la importancia de la letra pequeña en este tipo de asuntos. Bajo el texto del conjuro describía con brevedad los puntos más interesantes. No solo me obligaba a obedecer su mandato y a proteger su integridad física. También me vinculaba de manera que, si ella sufría algún daño, lo mismo me sucedería a mí. Lo había intuido antes, pero leerlo allí fue como una patada en la entrepierna. O como si me volviese feo de pronto, una total pesadilla.

Preferiría que mi padre me matara rápido. Cualquier cosa menos tener que soportar vivir cuidando de la lunática. Debió ser idea de Gabriel, solo él tenía una imaginación tan turbia. O quizás Rafael. Él tenía un retorcido sentido del humor. En todo caso, estaba acabado. Necesitaba la opinión de alguien más, que analizara todo con la cabeza fría y diera con la solución. Tal vez pudiera terminar mi conversación con Sam, que me había dejado tan intrigado. Escuché un zumbido rítmico proveniente de la habitación de Luna y justo después el estruendo correspondiente a su caída al suelo. En apenas unos segundos la pude ver corriendo hacia el baño, gritando como posesa.

—¡Llego tarde! ¡Llego tarde!

—¿A dónde vas con tanta prisa, conejo blanco? ¿La madriguera te queda lejos?

—La madriguera no, la clase de hoy. No me distraigas, ya voy con retraso.

—Mental, sin duda.

Me mordí el labio para esconder la risa, era muy fácil burlarse de Luna. Lo malo es que ella me ignoraba demasiado, y eso le quitaba el chiste a mi ingenio. Sintiéndome incomprendido, volví mi visión e interés a una revista que había robado la tarde anterior en el mercado. No habían transcurrido diez minutos de bendito silencio cuando la lunática salió del baño cantando a todo pulmón. Su voz era horrorosa, pero ella parecía creer que cantaba como los ángeles. Me permití negarlo, su timbre era un crimen contra la naturaleza y deberían prohibirle el derecho a graznar así. Siguiendo inmersa en la melodía —por llamarle a eso de alguna manera—, la bruja pastelera avanzó hacia la sala donde me encontraba sentado, representando una disparatada coreografía.

Fue solo entonces que me percaté de su estado. La mujer estaba peor de lo que yo pensaba, hasta olvidaba vestirse.

—¿Vas a salir así a la calle?

Luna paró en seco, como si notara mi presencia por primera vez ese día. Al parecer estaba tan acostumbrada a su extraña rutina de baño que se le pasó por alto que ya no vivía sola. Chilló para cubrirse la ropa interior con las manos, lo cual fue inútil. Ya me había percatado del contraste de sus bragas rojas sobre la blanca piel; y para mi sorpresa, solo tenía un comentario.

Un demonio entre recetas [I]Where stories live. Discover now