Capítulo 3. "Demanda"

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Capítulo 3.
Jason Beaumont

Han pasado cinco días desde aquella ida al Parque de las Rosas. Desde que tuve a mi hija por primera vez en mis brazos. Esa pequeña anatomía que iba vestida con un vestido blanco que la hacia palidar aún más, unos zapatitos rojos brillantes, un lazo del mismo color sobre su poca cabellera rubia, esos ojos grandes y enmielados, ni verdes ni cafeces.

¡Joder, mi hija es hermosa!

Jamás imagine como serían mis hijos, ni siquiera era algo que había imaginado. Nunca había sido mi sueño, me gustan los niños, pero para tener yo... no me encantaba la idea. Pero verla, saber que tiene mi sangre, que heredo mis malditos ojos perfectos y que muy probablemente tenga mi carácter porque es muy relajada, tranquila y amistosa.

No como su madre.

Y que digo de Brynn...

¡Iba jodidamente hermosa!

¿Cómo se supone que seguire odiándola si casi se me caia la baba cuando la vi? Estaba necesitado de un babero al igual que Maia. Verla solo me jodio más, la ira crecio en mi, revivio, ese sentimiento que saca solo cuando salía a correr por el sendero y lo usaba de combustible porque cabreado corro más rápido.

Pero tenerla junto a mi, con esa maldita blusa blanca de escote perfecto y sus largas piernas desnudas rozando de vez en cuando mis vaqueros. ¡Y joder! Se veía perfecta. La maternidad le esta sentando de maravilla y me odiaba cada que mis ojos caían en el escote de su blusa. No era muy pronunciado, de hecho, no lo era, pero algo en ella a cambiado, bueno, ha crecido y son justo dos bellezas de su anatomía que me volvían loco.

Sus tetas han crecido.

Solo un poco, pero es notorio. O puede que estaba tan familiarizado con verlas, que ahora, un año después, note ese cambio al instante.

Frustado, froto mis manos en mi rostro, arrastro la silla hacia atrás para permitirme poder estirar mis piernas por debajo del escritorio. Me estalla la cabeza. La llegada a Ohio de nuevo me ha dejado sin paz. Omitiando lo que aún no puedo procesar y me aterra lo siguiente, la inmobiliaria está siendo un dolor de culo.

La demanda ha afectado contratos que ya se habían firmado, solo por el simple hecho de que alguien aviso a esas personas la situación que se esta viviendo. Mi padre casi queda infartado cuando se entero de que estamos a punto de perderla y que muy probablemente hagan lo posible para cerrarla. Yo también, para que mentir.

Dos toques a la puerta me hacen dejar mi vista libre de mis manos.

—Adelante.

—Buenas tardes, señor —entra Pildo y se queda al margen de la puerta—. El señor Coleman necesita hablar con usted, dice que vaya a su oficina.

—Bien, gracias —asiente y cierra la puerta tras salir.

No puedo no evitar poner los ojos en blanco y bufar mientras casi aviento la silla para salir de ella. Trevol me esta insitando a matar a alguien y parece estarse ofreciendo de primero. Presiono el botón que me llevará al piso donde esta su oficina. Cuando las puertas se abren y emprendo camino hacia allá, meto las manos en los bolsillos del pantalón sintiendo la mirada de todas las secretarias en mi nuca.

Lo se, soy guapo. Irresistible.

—¿Qué quieres? —digo al entrar y cerrar la puerta con ayuda de mi pie.

—Que me respetes, animal.

—Eso jamás, imbécil.

Bufa desde el escritorio y yo me dejo caer en el sillón que esta frente a este. La relación con este cabron cada vez es más estresante, nos llevamos bien, pero cuando tenemos que relacionarnos por trabajo nos queremos mandar desaparecer.

Lugar En Mi  Where stories live. Discover now