Capítulo 8. "Un sueño ajeno"

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Capítulo 8.

Jason Beaumont.

—Tienes que ir a comer con los Adams.

—Mamá, ya te dije que no iré. Ni siquiera les hablo ya —pongo los ojos en blanco y sigo lavando los platos.

—Pero yo le dije a Amanda que irías y le hizo ilusión.

—Pero a mí no me hace ilusión y yo no te dije que me comprometieras.

Acomodo un plato junto al resto, pero se resbala y hace que todos los demás se golpeen entre todos y el chillido de la vajilla me ha aturdido. Mi madre me matara y ni siquiera está aquí.

—¡Jason! —grita.

—Lo siento, se resbalo —trato de arreglar mi desastre.

—Bueno, entonces le diré a los Adams que estas resfriado y no puedes ir a verles.

—Pues avísales que estaré resfriado como mínimo dos años —ironizo y me rio al escuchar el mohín de mi madre por la llamada.

—¡¿Por qué eres así?! —se queja.

—Tú me hiciste, pregúntatelo a ti —cojo la esponja llena de espuma y la paso por un plato.

—Yo no te hice así, fue tu padre —pongo los ojos en blanco.

—Uh-huh —sigo en lo mío.

Según mi madre, yo soy igual a mi padre. Cosa que tiene razón. Somos muy parecidos y a lo que me ha contado, en su juventud era muy parecido a mí, o yo a él, como sea. Desde el físico, carácter, personalidad. Cosa que hizo que en mi madre creciera una profunda indignación porque ella fue la que me tuvo nueve meses en su barriga y no tengo ni un pelo en parentesco a ella... es algo que todavía no supera la mujer.

—Bueno, cambiando de tema... ¿Qué tal en el patinaje?, ¿Cómo os va?

Bueno, pues... solo nos tocamos el culo. Así que todo genial.

—Bien —tomo un trapo para secarme las manos y tomar el móvil que esta sobre el salero.

—Explícate, Jason... nunca he entendido tu falta de palabras para explicarte.

—Pues no hay mucho que contar, hoy es nuestro último día de entrenamiento de la semana —abro la nevera para sacar una botella de agua.

Comenzamos a entrenar el lunes, hoy por fin es viernes. Santo viernes, o ¿viernes santo?, oh no, eso es en semana santa. La cosa va de que por fin ya podre descansar dos días seguidos, no más Caitlyn mandando, ni Brynn molestándose porque casi la dejo caer en los saltos ni mis piernas entumidas.

—A lo que recuerdo esa niña era buena patinadora, siempre la llevaba Maia cada tarde de entrenamiento de vosotros...

Recuerdo eso, a ella no tanto, pero si como Harry se quejaba de que su hermanita siempre lo molestaba y se burlaba de él. Creo que eso no ha cambiado.

—... Maia siempre estaba para Harry, a pesar de que no fuera su hijo —se escucha un suspiro—, aún recuerdo cuando Harry se quedó en nuestra casa cuando le dijeron lo del divorcio.

Nunca olvidare ese día...

Me encontraba en ese momento matando monstruos como misión del videojuego que comencé a jugar desde que había llegado del colegio, o sea tres o cuatro horas... era un adicto.

Estaba por usar la bomba que me había ganado la misión pasada que permitía matar a los monstruos cercanos y quedaba un efecto en esa área para que el que llegara muriera. Mi concentración se vio interrumpido cuando el timbre de casa comenzó a sonar.

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