Capítulo 29: Reflexiones tardías

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Llevaba cinco horas acompañando a Serenity, y el cansancio comenzaba a hacer estragos en mi, aún así, había prometido no despegarme ni un solo segundo de ella, así que me quedé a su lado hasta que Kunzite entró por la puerta para recibir noticias sobre la salud de su hija. Después de darle el informe médico, que por fortuna era bueno, él me propuso ir a descansar un rato, finalmente, Serenity estaba bajo medicación y dormiría toda la noche.

En un principio me negué, pero después de mucho insistir, y después de prometerme que él me reemplazaría hasta que volviera, accedí. A decir verdad, estaba bastante cansado, en esos tres días fuera del palacio no había podido conciliar el sueño debido a los remordimientos, así que era momento de, al menos, intentar recostarme y descansar un poco.

No se cuanto tiempo habré dormido, pero en cuanto los cálidos rayos del sol que entraban por el ventanal de mi habitación comenzaron a iluminar mi rostro, me levanté y corrí a la única dirección que me interesaba, pero justo cuando llegué a la enfermería, escuché algo que me impidió entrar. Serenity había reaccionado, pero no de la forma en que yo hubiera deseado.

—¿Qué quieres? ¿Qué haces aquí? ¿No les basta con atormentarme todos los días? ¿Ahora te envían a incomodarme con tu presencia?— Serenity se encontraba bien, al fin los medicamentos habían surtido efecto y había recuperado la conciencia. Ahora sí podría hablar con ella y expresarle lo arrepentido que estaba y todo lo que tenía planeado hacer para redimirme. Estaba más que seguro de que después de aquel beso que le robé, y al que ella había correspondido, había algún sentimiento que podría florecer más entre nosotros, pero mis buenas intenciones pronto se fueron por la borda al escuchar todas esas palabras salir de su boca.

—Hija, se que te fallé, no pude protegerte como lo prometí pero...

—¡No me llames hija! ¡Tu no eres mi padre y no necesito que lo seas! ¡Yo tengo uno y se llama Diamante Black!— lo interrumpió ella de forma abrupta.

—Tienes razón, si no lo deseas no volveré a llamarte así. Lamento no haber estado contigo durante toda tu vida, y tienes toda la razón, nunca fui tu padre, nunca hice nada por ti. Pude haberte buscado cuando el rey murió, pero no lo hice. Si hay alguien que arriesgó su vida por ti, fue ese hombre llamado Diamante, te dio todo lo que yo no pude darte porque no soy más que un cobarde que se acostumbró a la idea de tener una hija perdida por el mundo, pero nunca se visualizó ejerciendo la paternidad. Te pido perdón por mi, porque lo único bueno que hice por ti fue salvarte la vida, aunque para eso tuve que sacrificar mi derecho a criarte. Si me odias estas en todo tu derecho, lo acepto, pero no odies a mi señor, por favor.

—¿Odiarlo? ¿Quién dice que lo odio si él es tan buena persona? — las palabras de Serenity estaban llenas de ira y sarcasmo. —Ese hombre es un maldito, me acechó en una discoteca cuando yo solo venia de vacaciones, me secuestró arriesgando mi vida, en cuanto me recuperé del choque quiso tomarme por la fuerza, y me ha mantenido durante dos meses en el encierro total, ahora no solo eso, también mató a mi padre ¡Es un maldito asesino! No solo lo odio, lo detesto y si pudiera lo mataría con mis propias manos— afirmó ella. No podía verla ya que me encontraba detrás de la puerta de la enfermería, pero por el sonido de su voz podía jurar que estaba llorando. Ella tenía razón, yo era un desgraciado. Si en algún momento desperté sentimientos en Serenity, estos se habían esfumado.

—¿Asesino? No digas eso, mi señor no... — fue la inmediata respuesta de mi amigo, pero justo en ese momento lo interrumpí.

—¡Calla Kunzite! ¡No hables más!

—Pero mi señor, usted no...

—¡Que te calles he dicho!— de nueva cuenta dí la órden, solo que esta vez con un tono más autoritario al que finalmente Kunzite cedió. —¡Ahora déjame solo con ella!— Kunzite me miró fijamente sin perder su posición. Supuse que dada mi cara de furia temía que le hiciera algo a Serenity. —No te preocupes por ella, sabes mejor que nadie que soy un hombre de palabra, y te doy la mía de que nada malo le sucederá— tras mi declaración, Kunzite salió dejándonos solos.

—¿Por qué no me matas a mi también?— preguntó Serenity.

—¡No soy un asesino!— respondí con tranquilidad.

—¿No? ¿Entonces lo que hiciste con mi padre que fue?

—Técnicamente no le hice nada, mis manos no tocaron ni un solo cabello de él— respondí.

—¡Eres un monstruo! ¡Maldito cínico! Dices que tu padre era despreciable y tú no lo eres menos que él. Ambos son iguales, haciendo su voluntad y decidiendo sobre la vida de las personas. Mamoru Chiba, eres el mismo diablo en persona ¡Te odio!— en ese momento caí en cuenta que ya era demasiado tarde. Esa mujer tan hermosa y tan rebelde me había hecho cambiar de manera de pensar y actuar, de cierto modo, su dulzura y su compañía me habían ayudado a sobrellevar mis traumas de la infancia, pero acababa de dar el último golpe a mi ego y a mi ya abatido corazón.

Era cierto, yo despreciaba a mi padre por todo lo que les había hecho a mi madre, a Luna y a Kunzite, pero eso era justo lo mismo que yo había hecho con toda la gente que me rodeaba.

Por más que yo fuera un Mamoru diferente, el cambio no había sido a tiempo. Había echado todo a perder y lastimado a la única mujer de la que me había enamorado.

Sin nada qué decir en mi defensa, gire mi cuerpo y a paso lento salí de la enfermería hacia el pasillo en el que me sorprendió ver a Kunzite.

—Perdóneme mi señor, pero no podía simplemente irme con la incertidumbre de lo que le podía suceder a mi hija— ese hombre también estaba sufriendo. Su condición de general le impedía mostrar sus sentimientos, y eso era, de nueva cuenta, causa mía. Él se reprimía ya que en múltiples ocasiones le comenté que un soldado de su categoría no podía ser blando, y debido a ello se limitó en sus expresiones cuando por fin encontró a su tan amada hija.

—Te dije que no le haría daño, pero es claro que no se puede confiar en un monstruo como yo— respondí con una pequeña lágrima que amenazaba con brotar de mi ojo derecho.

—Usted no es ningún monstruo. Lo único que debió hacer era aclarar las cosas ¿Por qué no simplemente le dijo qué...?

—¡No amigo! Es tarde para eso— la melancolía en mi voz era inevitable —debí haber hecho este cambio cuando tu me lo sugeriste, pero estaba tan concentrado en ser fuerte que me llené de amargura y cerré mi alma y mi corazón a todo sentimiento.

—Usted es un joven bueno, lo sé porque yo lo crié, es solo lo que usted dice, debía mostrar fortaleza ante el mundo, y lo logró. Es un excelente gobernante. Su nación goza de una economía privilegiada y...

—Eso no basta— de nueva cuenta interrumpí su hablar. —¿Qué importa si soy un buen líder? ¿Qué importa ahora si soy una buena persona? Ella me cree un monstruo, y eso es lo que verdaderamente tiene importancia para mí— respondí dando una ligera palmada en el hombro izquierdo de Kunzite para dirigirme con el corazón destrozado a mi habitación. Necesitaba estar solo.

—¿Que sucederá con Serenity ahora?— mi amigo cuestionó logrando que mi humedecido rostro lleno de lágrimas volviera a verlo.

—No sucederá nada. Si ella desea volver a su casa, entonces volverá— fueron mis últimas palabras antes de girarme de nuevo para hundirme en mi propia miseria y hacerme compañía del absoluto silencio y la soledad.

Tal vez yo ya había reflexionado, pero todas mis reflexiones habían llegado tarde.



EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEOù les histoires vivent. Découvrez maintenant