Un brindis por otra noche sin fin.

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—Mierda. —farfulló, mordisqueándose los labios. — ¿Qué debería hacer?

Kyle no solo lo había ignorado todo ese tiempo que se encontró en el hospital, sino que había ido sin titubear con Stanley, montándose en ese auto viejo y perdiéndose en la autopista. No es que esperara que Kyle se fuera con él, sería estúpido y absurdo tener esa vaga ilusión de que Kyle siguiera creyendo en él. Estaba seguro de que no le confiaría nada nunca más.

—Craig. —llamó Trisha desde afuera, dando tres toques huecos a la puerta. —Tweek está aquí.

Él parpadeó, dirigiendo aquellos ojos gatunos a la puerta que rechinó al ser abierta; su pequeña hermana asomó su cabeza, dando un quedo suspiro que quedó atrapado en esas cuatro paredes. Entonces Tweek empujó la puerta suavemente, haciendo acto de presencia en la habitación. Trisha frunció la boca, pero no dijo nada, salió del cuarto tan rápido como entró.

Los pasos resonantes de Tweek junto al chirrido de la puerta siendo cerrada aceleraron el corazón de Craig, no de la forma romántica, por supuesto, más parecía tener miedo y ansiedad de tener a su antigua pareja cerca. Si veía por detrás de su hombro, al pasado, podía notar como los roles habían cambiado por completo; Tweek delante de él parecía tan seguro de sí mismo, con ligeros temblores recorriendo su cuerpo que mantenía bajo la raya con su propia voluntad, y él... estaba en el punto más bajo.

— ¿Qué pasa? —preguntó, con el cabello aun cubriéndole los ojos.

—No volviste. —dijo, hundiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—No, no lo hice.

Hubo un poco de silencio, luego Tweek soltó un suspiro más parecido a una risa. —Por tu cara puedo ver que no te recibieron con los brazos abiertos.

— ¿Vienes a burlarte de mí patético estado? —preguntó Craig, sosteniéndose las manos con fuerza.

—No. ¿Por qué lo haría? —afirmó Tweek, sintiéndose ofendido. —Tú me viste muchas veces en mi estado más patético y jamás escuché una risa de ti. Aunque terminamos como terminamos, al final del día tú fuiste quién más me cuidó todo este tiempo, más que mis padres, más que yo. Tal vez por eso me costó demasiado dejarte ir.

Craig lo observó de reojo, esta era la pesadilla que lo atormentaría toda su vida.

—Te odio. —dijo el rubio, paseándose hasta llegar a la ventana y correr la cortina que hace unos minutos Craig cerró. —No puedo evitarlo, de verdad lo hago. La esencia tuya en mi habitación me atormentaba los pulmones, las noches parecían no tener fin, el besarnos después de tu traición me ponía enfermo. Aun así, quería tenerte a mi lado, hasta que ya no lo quise más y tu presencia solo... solo... me mataba, como una droga que necesitaba y pudría mi alma. Cada que salías a correr, esperaba que lo hicieras lo suficientemente lejos para no volver, que... después de todo, tu fueras quien me dejara a mí una vez más. Sin embargo, cuando despertaba de esos largos sueños, estabas ahí a mi lado, mirándome con cansancio, como si me dijeras que lo intentaste, que pusiste todo tu esfuerzo en ello, pero al final no fue suficiente para no volver.

—Corrí hasta vomitar, quería correr hasta morir. —dijo Craig.

Tweek puso una mirada lastimosa en su rostro, casi compadeciéndolo.

—Estoy bien sin ti. —comentó de pronto Tweek, parándose justo delante de él. Craig sentado en el colchón tuvo que alzar la mirada para poder verlo, su cabello negro cubriendo sus ojos le permitió entrever a Tweek. Él lo alzó con una de sus cálidas manos. —Y te perdono.

Las palabras no brotaron de la garganta de Craig, cosa que no fue posible con sus lágrimas.

—Fuiste mi primer amor, te recordaré como tal. No olvidaré el dolor que me hiciste sentir, pero tampoco pienso olvidar las cosas buenas que hiciste por mí. —Tweek dejó sus cabellos, haciendo que estos se acomodaran mejor sobre su frente, permitiéndose así ver los ojos gatunos que, en su momento, lo enamoraron tanto. —Ojalá pudiera decir que te deseo felicidad, pero no. No te deseo nada. Ni odio, ni amor.

¿Por qué lo llaman amor cuando se llama sexo?Where stories live. Discover now