Detrás siempre viene la bestia.

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Kyle no se sentía bien ese día, quizás el agotamiento al fin lo había alcanzado; sus párpados se sentían pesados, su cuerpo tenso y tambaleaba ligeramente cada que caminaba un largo tramo. Eran las cinco de la mañana cuando salió de su casa en dirección a la de Stan, Granjas Trinidad quedaba bastante lejos de donde vivían, además no es que hubiera transporte público que pudiera llevarlo hasta allá, así que tuvo que caminar todo el trayecto.

—Pensé que llegarías más temprano. —comentó Stan, sentado en las escaleras que daban a la puerta de su casa. Justo donde le había roto el corazón al que una vez llamó mejor amigo. —Estuve esperando desde las cinco de la mañana.

—Eres un loco de mierda si crees que vendría a esa hora. —bufó Kyle, tal vez fuera por el campo, pero la temperatura de ese lugar se sentía mucho más fría. Aunque su cuerpo no parecía querer disminuir la temperatura, de hecho, estaba sudando pese a estar acostumbrado a las caminatas largas.

— ¿Has venido a pie? —preguntó Stan, levantándose. —Sudas como un cerdo.

—Ponme a trabajar, no me pagas para hablar contigo. —reprochó Kyle. Stan dio un suspiro, casi decepcionado.

—Está bien, ven conmigo. —pidió, haciéndole una seña con la mano. El chico de Jersey comenzó a seguirlo, dejando una gran brecha entre ambos, no le gustaba la idea de ir detrás de Stanley, de hecho, ni siquiera le gustaba la idea de estar ahí, con él, solos. Si Randy lo descubría rondando a su hijo armaría un desastre tremendo.

La granja había cambiado demasiado desde la última vez que estuvo ahí, a comparación de lo que creyó, contaban con cientos de personas trabajando para ellos desde tan temprano, la mayoría mexicanos o de Sudamérica. Varios de ellos saludaban a Stan al pasar, cosa que él ignoraba a posta; Kyle entonces se percató que Stanley también cambió mucho desde la última vez que le prestó mucha atención. Su cabello negro estaba más largo, se delineaba los ojos, aunque bien podría dejarlo así porque las ojeras hacían todo el trabajo de dejar negro; tenía perforaciones en gran parte de la oreja y otra en la ceja, del lado contrario donde él tenía la suya.

—Aquí. —Stan se detuvo delante de un almacén, distrayendo a Kyle de sus pensamientos. —Me ayudarás aquí.

— ¿Qué tengo que hacer? —Broflovski abrió la puerta, encontrándose con un montón de cajas apiladas unas sobre otras, al fondo del almacén se alcanzaba a observar dos escritorios.

—Se supone que Randy y yo tenemos que encargarnos de esto, pero el imbécil siempre me deja solo. —respingó Stan, entrando. —Todo esto es artículos que se donan a caridad, la mayoría son sobrantes de los inventarios, cosas que ya no se venden de la tienda de regalos o mercancía que está a punto de expirar o que nadie consume. El idiota de Randy solo se preocupa de esto cuando quiere hacer crecer su negocio, antes de lanzar una oferta especial, hace un evento donde regala todo esto a caridad.

— ¿Les regala hierba? —preguntó Kyle, mirando una caja semi abierta que contenía bastante marihuana.

—Algo así. Solo da una o dos cajas de marihuana, de la más fea que se haya cosechado, suele darla para tónicos medicinales o a artesanos. —Stan se encogió de hombros, indiferente.

—Tu padre es un idiota.

—Ya sé. —contestó Stan. —De igual forma la gente siempre terminan viniendo por las sobras.

— ¿Y qué necesitas que haga? —preguntó Kyle, acercándose al escritorio. Stan se sentó observándolo en silencio, incomodándolo. — ¿Ahora qué?

—No es nada. —sonrió, quitándole la mirada de encima. Luego ofreció unos papeles que estaban en la mesa a Kyle.

— ¿Qué es esto?

¿Por qué lo llaman amor cuando se llama sexo?Where stories live. Discover now