No le digas a nadie, pero lo estoy observando.

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Con cuidado colocó una foto nueva en su álbum, dejándola debajo de la que tenía de Kyle comiendo las papas fritas compradas por él. Esta nueva foto era muy bonita a su parecer, Kyle tomando una siesta en un salón de clases mientras los demás se encontraban la asamblea; debía estar muy cansado, quizás podría enviarle más dinero, pero la mayoría se lo había gastado en esa nueva cámara fotográfica.

Al encender su computador una imagen de Kyle apareció, esta vez fumando a escondidas en la preparatoria. Cuando estuviera con él tendría que prohibirle ese hábito, le pudriría los dientes y los pulmones. Luego observó con rencor la misma foto, recordando algo; y miró las fotos que tenía guardadas en su cámara. Stanley Marsh besando a Kyle en medio del patio, ¿quién se creía? Luego ese maldito gordo arrinconándolo detrás de la escuela, Kyle ya estaba fastidiado de él, se veía en su expresión.

Esos dos se si se atrevían a fastidiar de nuevo a Kyle..., bueno, realmente no podría hacer nada. No tenía la suficiente fuerza ni siquiera para vencer a Stan en una pelea.

Lo bueno es que cuando Kyle fuera suyo, entonces no tendría que volver a ver nunca a esos dos.

Ni a nadie más.

—.—.—.—.—

Kyle recorrió con la mirada el lugar, entre semana no había mucha gente más que la que siempre reconocía. Ebrios que buscaban cualquier excusa para pelearse, así como para sobrepasarse con cualquier mujer que se dignara a entrar. El bar donde Kenny y él trabajaban desde los catorce años era pequeño, maloliente y poco higiénico, no obstante, parecía ser el nido donde todas las ratas de otras ciudades se juntaban. Por eso mismo los ciudadanos de South Park solían evitar ese lugar, era un lugar donde ningún pueblo podía meterse, por lo que fue perfecto para ambos encontrar trabajo ahí, además de que les solía quedar a veinte minutos caminando de su hogar, por lo que cualquier emergencia que pudieran tener Ike o Karen sería velozmente atendida.

—Es aburrido cuando no hay gente. —comentó Kenny, fingiendo limpiar. —Esos bastardos se tardan en embriagar y los que se van dejan una mierda de propina. Apenas he juntado diez dólares.

—Yo ni a los diez llego. —bufó Kyle.

— ¿Cómo comprarás el pastel que le prometiste a Ike? —preguntó Kenny. —También se lo prometiste a mi hermana.

—Ya sé. —rechistó.

—Eso te pasa por irte a follar a Cartman y olvidarte de recoger a tu hermano menor. —Kenny se burló, apuntándole con el dedo. —Karen dijo que Ike te estuvo esperando por casi una hora.

—Joder, lo sé, deja de recordármelo. —contestó, irritado. —Todo es por culpa de ese calienta huevos de Stan. Si no me hubieras detenido lo habría acabado ahí mismo.

—No te puedo dejar matar a nadie en el lugar que nos da casi treinta dólares a la semana. —dijo Kenny, tomando una nueva cubeta de cervezas. —Sería difícil encontrar otro lugar así de genial.

Kyle frunció la boca, tenía razón.

—Solo que me deje en paz y no habrá problema. —refunfuñó.

— ¿Y? —preguntó una vez que volvió de dejar las cervezas.

— ¿Hmm?

— ¿Qué hay de Tucker? —siguió Kenny, con una sonrisa pícara.

—Agh. Deja eso. Si Cartman te escucha nuestro secreto será del dominio público. —Kyle se cruzó de brazos, molesto. —Ese imbécil, de un momento para el otro dijo mierdas sobre que le llamaba la atención o una porquería así, ¿no le basta con Tweek al pendejo?

¿Por qué lo llaman amor cuando se llama sexo?Where stories live. Discover now