Recuerdos

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Jake se estaba desvistiendo para irse a dormir.

O, al menos, para intentar dormir. Sabía que no le iba a ser fácil después de escuchar lo que Matt había contado. Si hubiera sabido que iba a decir eso, se hubiera negado a ejecutar el castigo. Es más, se hubiera negado incluso a dicho castigo. Habría propuesto alguna modificación, cualquier cosa que le impidiese...

La puerta de la habitación sonó cuando alguien llamó.

Jake, aunque solo iba vestido con ropa interior, invitó a pasar a la otra persona. Se arrepintió enseguida al ver que quien entró era Matt.

¿Y si había venido porque se había dado cuenta? No, era imposible, claro que lo era. Además, de haberse dado cuenta, a Jake le bastaría con negarlo o decir que no se acordaba para salir del paso.

Matt miró de arriba abajo la silueta de Jake para después esforzarse en disimular haberlo hecho.

—Solo venía a... A ver cómo estabas. Después de que te fueras y eso, quería comprobar que no volvías a marcharte en la primera noche.

Jake asintió.

—Estoy bien. No voy a irme.

Matt asintió apretando los labios.

—¿Y tú? —Jake sonrió para aparentar normalidad. No quería que notase nada extraño—. ¿Cómo llevas las consecuencias del castigo?

Matt sonrió y se frotó la cara con una mano.

—Duele un poco. Will dice que se me pasará.

Jake le enarcó una ceja.

—Disfruta de tu no virginidad —antes de que pudiera añadir nada, dijo—. Buenas noches.

—Buenas noches.

Jake le dio la espalda esperando a que se fuera. Al menos, había sabido aparentar normalidad. O eso creía.

Notó la mano de Matt envolverle la muñeca y Jake se giró con sorpresa.

Y, antes de que pudiera reaccionar, Matt lo estaba besando.

Habían pasado doce años desde que Jake había besado a un chico, al mismo chico que lo estaba besando ahora. Doce años en los que Jake se había olvidado de la presión en su pecho, del cosquilleo en su vientre, de la mezcla de suavidad y rigidez en los labios de la otra persona, de la explosión de libertad en su corazón.

Doce años sin pensar en chicos, sin fijarse en ninguno, sin besar a ninguno. Desde que besó a Matt hacía tanto tiempo hasta que llegó a esa casa y las cosas se volvieron a poner patas arriba.

Y ahora, en un solo instante, todo le parecía tan cercano como si solo hubiera pasado un segundo. Tuvo la sensación de llevar esos doce años conteniendo aire hasta que ahora, por fin, podía soltarlo.

Le devolvió el beso, y se sintió increíblemente aliviado cuando Matt le enredó los dedos en mechones de su pelo.

Jake no solo no quería apartarse de él, sino que quería acercarlo más, agarrarlo con fuerzas para que no se le pudiera escapar como la última vez.

Pero recordó todo lo que vino después de ese primer beso. Recordó el motivo por el que nunca más volvió a besarse con un chico, ni a fijarse en ninguno, ni a desear a ninguno.

No pudo evitar revivir en su cerebro la noche en la que, entre lágrimas, se prometió a sí mismo que él no sería como sus madres, que él no sería diferente.

Apartó a Matt presionando su pecho.

Jake abrió los ojos, y el chico rubio hizo lo mismo. Los dos pasaron varios segundos mirándose, y Jake se sintió inútil por no haber reconocido antes la expresión de Matt; tenía exactamente la misma que cuando era pequeño, la segunda vez que lo besó, cuando ya no estuvo obligado a hacerlo.

—¿Qué coño haces, tío? —Dijo Jake en un último intento por aparentar no saber nada.

—¿Lo sabías? ¿Me reconociste la primera vez que nos vimos este año?

Era imposible disimular más tiempo. Jake negó con la cabeza. Parpadeó, sintiendo sus ojos humedecerse.

—Pensé que me sonabas de algo. Pero no... Yo no... Con tantas personas en el mundo yo nunca pensé que tú pudieras ser...

Jake no se sentía capaz de terminar sus frases.

—Yo tampoco pensé nunca que fuera posible —confesó Matt.

Jake asintió.

Matt se acercó de nuevo a Jake. Iba a volver a besarlo.

Jake lo detuvo.

—No me gustan los chicos —se apresuró a decir.

Matt frunció el ceño.

—¿Pero entonces por qué...?

—Matt, tenía ocho años. Éramos niños. Y besarte se sentía como hacer algo prohibido, sin más.

Matt parpadeó varias veces.

—Sin más —repitió Matt.

—No deberías haberlo recordado. No sé qué tipo de fantasías te habrás montado, pero fuera del juego no quiero que me toquéis, ni mucho menos que me beséis, Matt. Además, está prohibido.

Matt negó con la cabeza.

—Tienes razón. Lo siento. Simplemente recordarlo me ha...

Se quedó en silencio. Jake no dijo nada.

Matt se dio media vuelta, abrió la puerta de la habitación y se marchó sin decir nada más.

Jake respiró y tragó saliva, intentando recomponerse.

Lo había prometido. Se lo prometió a sí mismo, que nunca sería diferente de ese modo. Y, sin embargo, ahora... Ahora se estaba dejando llevar como nunca antes se había permitido.

No. No podía hacerlo. No podía ceder.

Las actividades dentro del Juego de Chicos eran lo único que estaba permitido. No solo por las normas, sino por él mismo.

Rebuscó en su cajón, tomó los bóxers de Will y, tratando de hacer el mínimo ruido, avanzó hasta su habitación. Abrió la puerta sin llamar y encontró a Will sentado en su silla de escritorio.

—Se acabó —dijo antes de lanzarle la ropa interior—. Devuélveme los míos cuando no te vea nadie.

Cerró la puerta antes de que Will pudiera hablar y volvió a su habitación.

Apenas consiguió dormir aquella noche y, en los ratos en los que lo conseguía, le perseguían sus pesadillas.

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¿Qué creéis que hace que Jake no quiera saber nada de chicos? ¿Os gustaría un ship entre él y Matt?

Juego de Chicos (+18)Where stories live. Discover now