Capítulo 28: ¿En Donde Están?

Beginne am Anfang
                                    

—Ese tipo no se entrometerá más en nuestras vidas— habló Mamoru mientras con su mano derecha sujetaba mi barbilla y me dedicaba una mirada más que fría e intimidante.

—¿Que le harán?— pregunté pero no obtuve respuesta, solo una risa un tanto tétrica se dibujó en su rostro. —¡Respóndeme!— alegué mientras sujetaba el cuello de su camisa, pero con eso solo conseguí hacerlo enfurecer más.

—¡Escúchame bien!— me dijo al mismo tiempo que con fuerza sujetaba mi mano y la alejaba de él. —¡No quiero hacerte daño! Será mejor que no me provoques más de lo que ya lo has hecho. Es mejor que no te preocupes tanto por ese hombre, después de esta noche no quedará nada más que el recuerdo de ese tal Diamante Black— el tono que Mamoru había usado estaba lleno de maldad. Con tan sólo unas pocas palabras logró erizar toda mi piel e imaginarme el peor de los panoramas. Ahora mi padre seguramente moriría, y todo por mi estúpida idea de ser libre. Si algo le sucedía no sería más que culpa mía.

Tan pronto como estuvimos de vuelta en el palacio, Kunzite me llevó a mi habitación y se me prohibió todo tipo de contacto con cualquier persona que estuviera en el lugar, a excepción de Lita, quien por mandato de Mamoru, debía seguir atendiendo mis necesidades, aunque ella tenía prohibido dirigirme la palabra.

—Lita ¿Sabes algo de mi padre? ¿Has escuchado algo acerca del tema?— le cuestioné al día siguiente de lo sucedido, pero ella me ignoraba totalmente. —¡Lita! ¡Por favor! ¡Respóndeme! ¡Solo necesito saber si le sucedió algo!— con una voz sollozante que terminó por convertirse en llanto, logré que Lita hablara.

—No llore. Se que debe estar preocupada por su padre, pero no debe ponerse así. Le aseguro que yo no sé nada sobre eso. Lo único que puedo decirle es que el señor Mamoru estaba furioso ayer por la noche cuando volvieron. Había escuchado que al regresar le daría una sorpresa, por lo que había mandado a arreglar una de las terrazas para pasar una velada con usted, pero después de que fue traída a su habitación, él se puso como loco, rompió todo a su paso y dejó deshechos la terraza, el despacho y su propia habitación. Después de eso, tomó su automóvil personal, salió del palacio y es la hora en que no ha regresado. Ni siquiera el señor Kunzite sabe de su paradero— sin saber por qué, la declaración de Lita me había dado un motivo más para preocuparme. Ahora no sólo el bienestar de mi padre ocupaba mi mente, si no también el de Mamoru. Yo sabía perfectamente que él era bastante impulsivo, ya bajo los efectos del coraje sería capaz de hacer cualquier cosa.

—¡Lita! ¡Por favor! ¡Ayúdame!— hablé con desesperación.

—No puedo. Si la dejo escapar, el señor Mamoru es capaz de matarme— respondió ella de forma exasperada y metafórica.

—¡Lo sé! Jamás te pediría algo que te pusiera en riesgo. Lo único que deseo es saber si mi padre está bien. ¡Por favor!— mi llanto no paraba de brotar, cosa que sirvió para convencer a Lita.

—No le prometo nada, pero trataré de averiguar qué fue lo que pasó en el restaurante. Si llego a saber de algo, yo le informo— y salió dejando la charola de mis alimentos nocturnos.

A decir verdad, era la tercera charola de comida que me llevaban en el día, pero dada mi preocupación, no había podido probar alimento alguno. El reloj marcaba las nueve de la noche en punto, y la incertidumbre del paradero de los dos hombres más importantes en mi vida me tenía sin apetito, y es que, aunque me costará aceptarlo, Mamoru era importante para mí. Ese hombre me atraía físicamente, y su lado noble y humano lo hacían más. Aún recuerdo lo sucedido hacía una noche "—No quiero hacerte daño. Será mejor que no me provoques más de lo que ya lo has hecho—" fueron sus palabras. Estaba más que claro que había tenido una lucha interna para contener sus impulsos y no lastimarme. Si esto hubiera sucedido cuando lo conocí, seguro que habría reaccionado de forma violenta, pero ahora era otro. Yo lo había transformado en una nueva persona, y yo misma había echado todo a perder.

—Señorita Serenity, despierte— Lita me hablaba mientras de forma delicada movía un poco mi cuerpo.

—¿Qué pasa Lita? ¿Has sabido algo?— le cuestioné con la voz un poco débil.

—¿Se siente bien? No ha comido nada en tres días, estoy preocupada por usted.

—¡No tengo apetito Lita! Lo único que deseo es saber si hay noticias de mi padre, o de Mamoru— Lita no respondió, solo negó con la cabeza.

—De su padre nadie dice nada, no se rumorea por los pasillos, los soldados no hablan de ese tema— respondió después de su negación corporal y de un profundo suspiro —en cuanto al señor Mamoru— continuó —no ha vuelto al palacio, los mismos tres días que usted lleva encerrada en su habitación, son los mismos tres días que él no aparece por aquí. Nadie sabe de él. El señor Kunzite ha tratado de localizarlo, pero no responde a las llamadas, y su auto no ha sido hallado por ningún lado— si ya mi corazón estaba hecho pedazos, esa revelación me había dejado aún peor. No había rastro ni de mi padre, ni de Mamoru, y todo por mi culpa, por mis estúpidas acciones. Si algo les había ocurrido a ambos iba a ser mi culpa, y viviría con el remordimiento por el resto de mi vida.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEWo Geschichten leben. Entdecke jetzt