Iᑕᗴ ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 27

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Las montañas nunca se habían sentido más hostiles o
inhabitables. Una congelada nube presionó por los árboles, pintando el
paisaje en un extraño revestimiento de hielo. El denso bosque
bloqueaba la luz del sol, creando una fría y húmeda oscuridad donde se
retorcían siluetas que reproducían las desnudas ramas de los árboles.
Vi esqueletos con brazos extendidos y destellos de caras ceñudas en sus
arruinados troncos grises. Un frío vehemente chilló por el suelo,
pateando la nieve como una frenética manada de caballos. Las hojas
perennes se mecían con inquietud, como si supiesen algo que yo no.

Una mano agarró mi abrigo y giré con un jadeo, solo para encontrar un retorcido matorral con espinas, ramas incontroladas agujereaban la tela. Desenmarañándome, tragué nerviosa. Me apresuré hacia adelante, golpeando a ciegas el frío, las ramas mojadas. Con cada paso, sentía ojos en mí espalda. La niebla lamió mi piel, y di un convulsivo temblor.
Osos y lobos. Pensé en ellos cuando peleé con la nieve que el
viento de la noche anterior había barrido los pasos, formidables a la
deriva. Cada cima me recordaba a una ola, congelada en la blancura
helada un momento antes de que crestase.

Los infinitos cambios y sombríos vapores hacían muy difícil la visibilidad, así que mantuve la
brújula en mi cadera, consultándola constantemente. De cuando en
cuando, el escalofriante gemido del viento me hacía parar y mirar sobre
el hombro, los pelos de mi cuerpo se paraban.

Pronto mis músculos se quejaron de cansancio. Mi última comida
había sido ayer, y me sentía débil, desorientada y con hambre. Era
demasiado fácil imaginar cerrar los ojos contra el azote del viento. Pero
sabía que si descansaba, mis pensamientos se deslizarían en un
peligroso sueño. Uno del que nunca despertaría.

Mis guantes estaban mojados. Mis botas y calcetines también, el
hielo haciendo a mis dedos de los pies y dedos sentirse lo bastante
quebradizos como para desprenderse. Flexioné las manos, bombeando
sangre para calentarlos. Los froté juntos, pero no sabía porque me
molestaba. Con el tiempo el dolor se reduciría a un picor con insensibilidad, y entonces no sentiría nada…

No. Estaba agradecida por el agudo y punzante dolor. Eso
significaba que estaba despierta.
Viva.
La nieve y rocas se deslizaban de debajo de mis pies. Cuando
perdí el equilibrio, fue mi parte trasera la que terminó mojada. Cada vez me tomaba más tiempo mantenerme erguida. Limpié la nieve de mi ropa, pero esto también parecía demasiado inútil. Ya estaba mojada y temblando.
Cuando cresté una pendiente arbolada, otra se elevó por detrás. Y
otra. Detrás de las densas nubes grises, una sombría orbe de luz de sol hizo un lento rastro por el cielo. Alcanzó la cima de su viaje, después
comenzó a hundirse hacia el oeste. Había estado caminando todo el día.
¿Dónde estaba Idlewilde? ¿Lo había perdido? No sabía si continuar o
dar la vuelta.

Grado a grado, mi esperanza se reducía hasta la desesperación.
No estaba segura de que la montaña terminaría nunca. Soñé con
tropezar con una cabaña. Soñé con las finas paredes y un fuego caliente. Soñé con escapar de los vientos huracanados que raspaban e
irritaban.
Aquí fuera, había mucho de lo que escapar. Viento y frío. Nieve.
Hambre.
Muerte.


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                              ~Iᑕᗴ~

~❄︎ ICE ❄︎~ // Imagina Con BTS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora