Permaneció un gran rato releyéndola una y otra vez. No podía creer que hubiera comparado aquel terreno. ¡Si Germán le había dicho que era de un inglés! Natalia no dejaba de sorprenderla. Después de leer esa carta se sentía algo mejor. Natalia confiaba en ella, en su amor, y aunque no había sido capaz de leer entre líneas cada vez que habló con ella, ahora sabía que no se lo tuvo en cuenta. Ahora sabía que Natalia la amaba y que era capaz de dejarlo todo por ella. Sería la mujer más feliz del mundo si no fuera porque eso le había costado la vida.

La risa de Mara llegó a través de la ventana y la enterneció. Natalia quería mucho a esa niña, y había confiado en ella para educarla juntas. Algo que ya no podrían hacer. Sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más, pero tomó aire y se las enjugó. Germán tenía razón, había que hablar con la niña cuanto antes. Salió al exterior dispuesta a buscarla, pero no hizo falta porque como ya había supuesto seguía jugueteando en el patio.

- ¡Mara! – la llamó con la mano y la niña corrió hacia ella.

- ¿Ya estás buena?

- Un poco mejor.

- ¿Quieres jugar conmigo?

- Luego. Anda siéntate aquí a mi lado, quiero... contarte una cosa.

Alba se sentó en el escalón de la cabaña, tenía la sensación de que sus piernas eran de mantequilla y no iban a sostenerla por mucho tiempo. María hizo lo mismo, se sentó a su lado mirándola con curiosidad.

- ¿Es un secreto? – le preguntó la niña con cara de ilusión.

- No. No es un secreto – apretó los labios y tomó aire, le iba a resultar más difícil de lo que había imaginado hablar con ella, explicarle que Maca había muerto y que no podría seguir allí, en Jinja.

- ¿Y qué es?

- Antes me has preguntado si Nat va a venir... y... verás... Maca está en un lugar del que no va a volver.

- ¿Por qué? ¿no quiere?

- No es que no quiera, es que no puede.

- ¿Por qué?

- Porque es un sitio donde está muy a gusto, y muy contenta y... es como un jardín lleno de flores... y...

- ¿Y yo puedo ir?

- No, cariño, tú no puedes ir.

- Pero yo quiero ir con Nat. Ella me dijo que iríamos juntas a todos los sitios y...

- Pero a este no puede ser.

- ¿Y si le damos una sorpresa y vamos a visitarla? Cuando yo me fui del poblado visitamos a María José y se ponía muy contenta.

- Pero esto es diferente, Nat... Nat ya no puede vernos ni escucharnos, en ese sitio Nat... ella... está dormida para siempre.

- ¿Y Thersi está con ella? – era la primera vez que la niña preguntaba por la perra.

Ya le había sorprendido que no lo hiciera antes.

- Claro, están juntas.

- ¡Qué bien! – saltó contenta – Pancho una vez se perdió en el campo y volvió muchos días más tarde y María José me dijo que los perritos nunca se pierden y siempre encuentran el camino para volver a casa, ¿verdad?

- Sí, los perritos son muy listos.

- ¡Entonces Thersi le enseñará el camino a Nat para volver!

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