- De todo lo que aparece en estos documentos – Isabel le mostró la carpeta que tenía sobre la mesa – son los que tu madre nos dio.

- Su padre, se guardó las espaldas con ellos. Está claro que entró en el negocio a través de su suegro, pero nunca se acabó de fiar de sus nuevos... digamos socios. Recopiló pruebas y grabaciones de conversaciones y lo tenía todo en una caja de seguridad en el banco. Fingió tenerlos en su despacho. De ahí el robo.

- ¿Qué robo?

- ¿No se lo han dicho? - el comisario Martínez miró a su hija con recriminación.

- No, papá, Nat estaba ingresada y todos creímos más oportuno no molestarla con eso.

- ¿De qué robo habláis?

- La casa de tus padres en Sevilla, la asaltaron y robaron todo el contenido de la caja fuerte. Cuando sucedió tu madre estaba aquí y tu padre en la cárcel: llamaron a tu madre y horas después tu padre estaba muerto – le explicó Isabel.

- Mucha coincidencia – puntualizó el Comisario.

- Una vez que se hicieron con esos documentos, tu padre estaba mejor muerto que vivo. Ya no necesitaban chantajearlo y si podían evitar que contase lo que hasta ese momento había callado...

- ¿Lo mataron? – sus ojos se humedecieron al imaginar lo que debía haber pasado y a un tiempo sintió una enorme liberación, difícil de explicar.

- Intentó protegerlas. Yo diría que estaba seguro de lo que sucedería en el momento que los condujera hasta ellos.

- Pero... en ese caso... ¿cómo los tenéis vosotros?

- Porque guardó una copia de todo y la acompañó de estas grabaciones.

- Lo peor de todo Nat es que esos documentos... muestran que tus suegros sabían todo, que están metidos en esto desde el principio y que... Ana es la que reza en ellos como cabecilla de... todo el montaje.

- ¡Eso es imposible! Ana estaba imposibilitada para...

- Lo sabemos – la interrumpió - Pero es ella la que firma todo, la que habla en las cintas...

- No pude ser ella.

- No. Creemos que es alguien que se hace pasar por ella...

- ¿Quién?

- La famosa mujer de la que habló su padre y que nos hizo pensar en Verónica Solé – comentó el comisario.

- Nat, queremos que escuches la cinta para ver si reconoces esa voz. ¿Estás dispuesta? También habla tu padre – la avisó Isabel.

- Sí – asintió tragando saliva.

La idea de escuchar su voz, de oírlo hablar de negocios lo inquietaba y la hacía sentir un nerviosismo especial.

Isabel introdujo la cinta en el reproductor e segundos después la voz de su padre inundó la estancia. Su corazón se aceleró al oírlo hablar. Estaba nervioso y se negaba a hacer algo que le habían pedido. Poco después la voz de una mujer respondía a la negativa de su padre y lo amenazaba con dureza. Los ojos de Natalia se abrieron sorprendidos.

- ¿La reconoces? – le preguntó Isabel.

Natalia asintió. ¡Claro que la reconocía! Pero no podía creer que fuera ella. No podía creer que desde hacía años ella hubiese orquestado todo aquello.

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