Capítulo 1.

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Mordía con desesperación la goma de mi lápiz. Por más que intentara estudiar trigonometría, las fórmulas y los apuntes no entraban en mi cabezota. Siempre había sido un completo desastre en las matemáticas, y por más que intentara cambiar aquello, no podía. Dejé mi cuaderno y mi libro a un lado al escuchar la campana del local sonar.

Vivo en Londres junto con mis tíos y mi prima Shay, trabajaba en su tienda de dulces. Les iba bastante bien y la paga era buena. Y aunque yo me hubiera negado a la paga, mi tía Susana era la persona más terca que yo conocía.

Levanté mi mirada para ver de nuevo a Zack enfrente de mi con su sonrisa. Zack tenía el cabello corto obscuro, ojos color café claro y nariz respingona. Era guapo, sin embargo, éramos solo amigos. Zack venía la mayoría de las veces al local. Tenía cierta obsesión por los dulces picantes y las gomitas que vendíamos.

—Hey Ana. ¿Estudiando de nuevo? —su mirada paró a mi lado, dónde se podían apreciar los libros de cálculo.

Asentí con reproche.

—Pero no me entra nada joder —me quejé—. ¿Llevarás lo mismo de siempre?

Me levanté de la silla y salí del mostrador para tomar sus gomitas y sus dulces picantes. Los metí en una bolsa de plástico y se los cobré. Zack arrastró una de las sillas que habían y la colocó enfrente del mostrador.

—Dile a tu tía que amo sus gomitas —repuso cuando metía una a su boca y hacia un sonido de satisfacción con su garganta.

—Creo que se lo he dicho más de 100 veces —solté una leve risa.

—No me importa. Vuélveselo a decir.

Zack se concentró más en comer todos los dulces, prestándome la mínima atención. Volví a colocar los libros sobre mi regazo. Intentando con todas mis fuerzas lograr entender los problemas que seguramente vendrían en el examen.

Una bola de plástico golpeó la parte superior de mi frente y miré a Zack con veneno.

—No me agrada verte estudiar.

—Pues no me veas entonces.

—Salgamos —me dijo y levanté la mirada junto con mis cejas. Zack se encogió de hombros y me sonrió a medias—. Mi primo está aquí, así que, ¿porqué no?

—No puedo —le contesté. Además, ¿por qué demonios querría yo conocer a su primo?

Zack gruñó y sacó el aire por los dientes con frustración.

—Siempre dices que nunca puedes. Me estoy cansando de rogarte Ana. Mi paciencia se acaba.

Solté una leve carcajada y dejé por segunda vez el libro a un lado. Miré a Zack con burla. El zapateaba con impaciencia sobre el piso y me miraba con los brazos cruzados. Zack siempre insistía en que yo saliera con el. Como amigos me refiero. Ni el ni yo nos veíamos de la aquella forma. Pero la verdad era que siempre me encerraba en mi cuarto, matando las horas estudiando lo mejor que podía. Ya había tenido suficiente mierda de California como para repetirla aquí en Londres.

Al ver que no iba a ceder ante su miserable súplica se levantó de la silla y me señaló con su dedo.

—Mañana saldremos los dos y te llevaré con mi primo. —Negué con la cabeza riendo y Zack me dio una mirada seria— Lo digo en serio, te sacaré de los pelos si es necesario.

—Si Zack, como tu digas —agité mi mano, ignorándolo completamente.

—Recuerda mis palabras, Ana. Nos vemos mañana.

Se despidió con un movimiento. Y antes de irse, como lo hacía siempre, cogió un puño de las gomitas y salió sin pagarlas. Me levanté de la silla y le grité:

—¡Te las llevo bien contadas Zack!

Zack se posó en el ventanal del local y devoró las gomitas enfrente de mí. Después se alejó dando una leve carcajada. Bastardo.

Fool's Gold [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora