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Harry

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Harry

—No veremos Crepúsculo— me dice Kassia por segunda vez en dos minutos— Esa película es increíblemente mala pero buena.

—¿Cómo es eso?— digo soltando una risa frente a su reciente comentario— Te estás contradiciendo.

—¿Alguna vez la has visto?— pregunta mientras me apunta con su cuchara.

—Vi sólo la primera.

—Deberías ver el resto para entender entonces de lo que te hablo.

—¿Que es una película mala pero buena?

—Exacto.

Ambos reímos y entonces seguimos tomando nuestro chocolate caliente.

La noche había caído y por ende nosotros nos habíamos cambiado por una ropa más cómoda. Estábamos sentados en el sillón de la sala de estar simplemente contemplando de una música suave de fondo, nuestro chocolate caliente y discutiendo sobre cuál sería la primera película que veríamos.

—¿Pero de qué género quieres ver?— le pregunto y ella abre la boca para responder pero se ve interrumpida por el sonido del horno avisando que nuestra pizza estaba lista.

Ambos nos ponemos de pie y avanzamos hasta la cocina para luego halagar nuestro gran trabajo.

—Esto se ve delicioso— comento al sacar la pizza del horno.

—Toda la razón— dice y entonces se para de puntillas para tratar de alcanzar unos platos del mueble superior.

Me quedo observándola con una sonrisa burlesca en mi rostro, porque ella se veía sumamente adorable tratando de batallar con la altura.

Me acerco hacia ella, colocándome justo detrás detrás de su espalda, poso una de mis manos sobre su hombro y me acerco un poco más, tanto que puedo sentir el suave aroma a vainilla de su cabello y mi respiración chocar con su cabeza. Alzo mi mano y con total facilidad alcanzo los platos del mueble, sintiendo en cómo su cuerpo se tenzaba completamente bajo mi toque.

Kassia no era para nada disimulada.

Y quisiera decir que trataba de ignorar aquella reacción en ella, pero la verdad es que me encantaba verla de esa manera, porque se veía sumamente bonita con sus mejillas rosadas cuando de mi boca salía algún cumplido frente a su belleza.

—No era necesario— me dice y entonces gira sobre su eje, quedando de esa forma frente a mi.

—No ibas a alcanzar nunca— digo mientras paso mi mano desde su hombro hasta su codo, para luego retirarme del pequeño espacio que habíamos formado y empezar a cortar la pizza.

La escucho reír y suspirar al mismo tiempo, señal de que le había gustado mi tacto.

En todo caso, era mutuo.

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