El médico sonrió y subió al jeep. Lo había dejado todo dispuesto para pasar el día fuera. Y estaba convencido de que en esta ocasión todo sería diferente y por fin Alba podría salir del país.



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Natalia había pasado toda la noche en casa de Adela, sin parar de hablar. Necesitaba hacerlo y su amiga había demostrado una vez más que siempre estaba allí para escuchar sus delirios mentales. Pero por mucho que Adela le había insistido en que dejara de escuchar a Verónica y confiara en el amor de Alba, ella seguía teniendo sus dudas. Su cabeza estaba exactamente igual de confusa que cuando llegara a casa de su amiga la noche anterior. Le había contado todo lo sucedido, le había confesado sentirse culpable y arrepentida por haber estado a punto de dar un paso que posiblemente le hubiese costado caro. Adela la animó y le dijo que no tenía importancia, que su corazón era fiel a Alba, y que la enfermera comprendería sus dudas y sería comprensiva, pero ella no era capaz de creerlo. ¡Vero le había hablado en tantas ocasiones de los celos de Alba! ella misma había recordado alguna escena vagamente y tenía miedo. Miedo a ser sincera con la enfermera y que todo terminase sin más. Sin embargo Adela parecía no estar de acuerdo. Su amiga le había insistido para que la llamase y hablase con ella, con calma. Y no sabía si hacerlo o dejar las cosas como estaban. Si al menos estuviese en Madrid, si por lo menos tuviese la oportunidad de verle la cara, pero la idea de hablar de todo ello por teléfono y sin apenas poder ser claras, la hacía echarse para atrás. No podía seguir así. Adela tenía razón. Pero los consejos de Vero estaban ahí, dando vueltas en sus pensamientos y en el fondo solo podía creer que tenía razón, que debía alejarse de Alba y dejarla ser feliz.

- De eso nada, nena, si algo tengo claro es que la felicidad de Alba está a tu lado.

- ¿Y por qué no recuerdo nada bueno junto a ella?

- Acabas de decirme que recuerdas vuestros inicios.

- Me refiero a después, a cuando nos reconciliamos según me cuentas.

- Porque tampoco recuerdas que yo viniese a trabajar a tu clínica y aquí me tienes, ¿o no?

- Sí.

- Pues ahí lo tienes, Nat. Confía en mí. ¡Estás hasta los huesos por ella y ella por ti!

- Hasta los huesos – repitió con una media sonrisa.

- Exacto, como lo estuviste por la Señorita Yolanda – bromeó recordando la devoción de la pediatra por una de sus profesoras de Instituto. Natalia rió la broma.

- ¡Voy a volverme loca Ade!

- Deja de pensar tanto y guíate por tu corazón, ese nunca te ha fallado, aunque no lo recuerdes.

Le estaba agradecida, quería creer en sus palabras y confiar en que la suerte le sonreiría con Alba, pero estaba tan confusa que no pudo trabajar en toda la mañana. Por eso necesitaba una nueva opinión, alguien que le hablara con claridad, que no estuviese tan implicada en su vida como Adela, alguien más imparcial, alguien que la hiciera ver la luz al final del túnel en el que se encontraba.

María José la esperaba en la puerta de su nueva chabola. Laura había ido esa misma mañana a decirle que Natalia pasaría a visitarla. Y allí estaba, deseando verla aparecer. Había estado muy preocupada por ella, pero parecía que al fin se estaba recuperando.

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