- No puedo Raúl, tengo que hacer unas llamadas. Mejor nos vemos en la cena.

- En ese caso, os dejo las maletas en la cabaña y aparco el jeep. Luego, nos vemos.

Alba dejó a Germán metido en la cama y se aseguró de que no se levantaría hasta el día siguiente. Luego corrió a la radio. En el fondo estaba deseando hablar con Natalia, escuchar su voz, preguntarle cómo estaba y simplemente decirle que la quería y que la echaba de menos y que en ese cautiverio su recuerdo era lo único que le había dado fuerzas y ganas de seguir Adelante. Confesarle que leía su carta a cada instante y que gracias a ella, las horas se le hicieron menos interminables. Pero aunque deseaba todo eso, en el fondo sabía que no debía hacerlo, que no podía hacerlo.

Grecco marcó el número y aguardó a escuchar el establecimiento de la comunicación. Luego abandonó la sala, dejando a Alba sola. Nerviosa ante el inminente momento de volver a escucharla.



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Vero estaba en el dormitorio esperando a que Natalia regresase con el té. Estaba tardando demasiado y ya había barajado la posibilidad de ir a su encuentro y ayudarla si tenía alguna dificultad. Pero se decidió a no hacerlo. Para Natalia era bueno volver a coger confianza en sí misma. Volver a sentirse útil y comenzar a hacer las cosas por sí misma.

Pensando en ella estaba cuando el móvil de la pediatra comenzó a sonar. Lo cogió dispuesta a correr hasta la cocina y entregárselo cuando sus ojos se detuvieron en la pantalla "Alba Jinja" No puso resistirse a la tentación, salió a toda prisa al jardín y se decidió a responder.

- ¿Sí?

- ¿Nat?

- No. Nat no puede ponerse.

- ¿No puede ponerse?

- No. ¿Quién eres? – preguntó cuándo la había reconocido al instante.

- Soy Alba, ¿quién eres tú? – le devolvió la moneda, ¡de sobra sabía quién era!

- ¡Hola, Alba! – se mostró alegre – no sabes la alegría que nos da saber que ya estás libre.

- Sí. Gracias. ¿Nat no está?

- Está en la ducha.

- Y... ¿no puede ponerse?

- Ya te he dicho que está en la ducha.

- ¿Cómo sigue?

- Está mejor.

- No pareces muy convencida, ¿seguro que lo está?

- Sí. Lo está.

- ¿Y por qué lo dices en ese tono? Parece que... no sea así.

- Lo digo porque si está mejor no es, precisamente, gracias a ti.

- ¿Qué quieres decir?

- ¿Te parece bien lo que has hecho con ella?

- Yo no he hecho nada con ella.

- ¿Qué no? No has parado de llamarla, de prometerle cosas y luego la dejas tirada como siempre.

- Vero... yo quiero hablar con Nat, no contigo.

- Y yo... ¡qué dejes de llamarla todos los días!

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