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Alburquerque, 26 de Junio de 1664.

Querida Sara:

Como habrás visto en el encabezado de mi carta, te escribo al amparo de la villa de Alburquerque, a la que nuestros ejércitos llegaron anteayer tras otorgar el Marqués de Marialva las capitulaciones pactadas con Don Juan de Ávila y Mejías, gobernador de la plaza de Alcántara.

Una vez más hemos sido vencidos por el enemigo lusitano en nuestro propio territorio. Pese a haber plantado cara al oponente con valentía aguantando doce duros días de asedio con sus correspondientes noches en la fortaleza de Alcántara. Tal y como me pediste paso a relatarte los últimos acontecimientos acaecidos en la modesta villa alcantarina.

En cuantotuvimos noticias de la marcha del enemigo de Alburquerque hacia las tierras alcantarinas comenzamos a hacer los preparativos defensivos oportunos para la villa citada anteriormente. Se reforzó la defensa del castillo con la compañía del capitán y buen amigo mío, Don José Ferrán. La media luna de las monjas se protegió con cincuenta hombres, y el maestre de campo Don Pedro Fonseca, guarneció la Puerta de San Francisco con un cincuentena de hombres de su Tercio y otros cuarenta efectivos; noventa reclutas en total. Se dispusieron las pertinentes guardias desde el ocaso hasta la aurora, y la gente de Fonseca trabajó en la defensa del Fuerte de San Martín, y su prolongación hasta la puerta de San Francisco.

Los portugueses, con el Marqués de Marialva y el mariscal Von Schomberg al frente, llegaron a Alcántara y lo primero que hicieron al hacerlo fue disponer una batería frente al baluarte de la Cruz. Eso nos dejó claro que querían atacar por la puerta de Santiago. El maestre de campo Fabricio Rosi estuvo de acuerdo en reforzar el bastión con ciento sesenta hombres de la villa, puestos a las órdenes de Don Pedro Fonseca.

Otro maestre de campo, Don Juan de la Carrera, al mando de seiscientos soldados se encargaría de proteger la Puerta de Juan Durán. La fortificación de la Magdalena también quedó protegida con ciento cincuenta hombres, y turnos de guardia noche y día. En el interior de la primera muralla, en el llano de las monjas, se instalaron para su defensa medio centenar de hombres junto con su capitán, más la compañía de caballería de Don Pedro de Gamboa que tendría que ocuparse además, del torreón de San Pedro con quince hombres y su oficial. Con sus propias escopetas los mismos clérigos defenderían la plaza.

Mi Tercio protegía el alcázar de la Magdalena. Una fortificación carente de terraplén y parapeto que se hallaba hendida por un boquete de quince pasos. Enseguida nos apercibimos de que ese era el punto más débil de la barrera y se comenzó a trabajar para subsanar el problema que representaba la grieta. Nuestra misión estaba clara, debíamos acondicionar el bastión para que proporcionara una beneficiosa defensa. Los solícitos alcantarinos se pusieron manos a la obra trayendo sacos de arena. En poco tiempo se hicieron las reparaciones oportunas. Los capitanes, entre ellos, yo mismo, estuvimos siempre en la brecha.

Entretanto en la Puerta de Santiago se afanaban construyendo una empalizada y un cortador que serviría para cubrir toda aquella zona defensiva. Inclusive se preparó un talud a base de trabajar las veinticuatro horas del día. Debo reconocer, porque es de ley, que los aldeanos hicieron un trabajo excelente, ya el enemigo no tendría acceso por allí. Gran parte de la soldada y una cincuentena de villanos se sumaron a la protección de la barbacana donde los lusitanos habían emplazado una batería. Todos, hombres, mujeres, niños, frailes y sacerdotes, incluido el mismo gobernador de la villa, Don Juan de Ávila, acudieron prestos y osados a cada trabajo y puesto donde se les requería para admiración de todos.

El pasado día 13 de junio del presente año, a las once de la mañana, el enemigo apareció por la travesía de San Vicente de Alcántara con varios batallones de caballería y otros tantos de infantería. Se acercó a unos ochocientos pasos, y entre pasadizos y olivares, todo sobre tierra endeble, dispuso su regimiento. Al señor gobernador de la villa se le ocurrió mandar fuera del recinto fortificado a varias brigadas de lugareños cargados con escopetas, (ya que estos conocían el terreno mejor que nadie). Por supuesto, fueron asistidos por soldados, y entretanto el enemigo tomaba posiciones se tuvo el primer enfrentamiento en el que salieron muertos unos sesenta combatientes hostiles. Tras ello los pardales y nuestros propios soldados se retiraron al interior de la fortaleza.

Sara es nombre de princesa (Chris Hemsworth)Where stories live. Discover now