Capítulo 21

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—El presagio de la muerte, está más cerca de nosotros de lo que pensamos —dice Alice elevando los brazos como si recibiera alguna orden divina—. ¡Hoy es el punto más escencial para colmar nuestra existencia y pulir nuestros pecados! —me detengo a escuchar sus palabras, que por raras que suenen, tienen algo de razón.

—Venga Alice querida, a esta hora los peces ya deben de estar nadando hacia el otro lado —Clifton con la caña de pescar al hombro, cierra la puerta tras de ellos.

—Estoy comenzando a creer en los poderes de Alice, ¿sabes? Dice algo sobre un mal presentimiento del Red Hunt y todo sale asombrosamente mal —Kiersten resopla.

—Sí, raro —así como el hecho de que ella y su esposo hayan salido como si nada del bosque cuando los demás están muertos—. Entonces Kiersten, ¿dónde estaban ustedes que tuvieron tanta suerte?

—¡Sí que tuvimos suerte, linda! De no ser porque Nash decidió seguir a un lobo hasta más allá de las fronteras, estarías ahora mismo en nuestros funerales y no aquí atendiendo el hotel —ríe tranquilamente.

Los Schmidt bajan las escaleras hablando tan juntos y sospechosos como siempre, ni siquiera se encargan de darnos los buenos días, sino que continúan hasta el comedor, para arrinconarse en la cara de la pared que no vemos. Le sonrío a Kiersten para darle la razón mientras me acerco a la ventana más a la izquierda del vestíbulo, es decir, más cerca del comedor. Abro las cortinas para dejar más paso a la claridad mañanera (como cabe en el cielo nublado de Reshville). Me hago la que estoy viendo el paisaje del bosque más allá del acantilado, al mismo tiempo amarrando ambos extremos con la mayor lentitud posible.

—Tienes que estar más calmada, mujer. Luego de esta noche todo será igual a antes —escucho al hombre hablando con su esposa.

—No lo sé, Harold. Por mucho que me duela perderla, creo que no podría hacércelo a alguien más. Es una injusticia...

—Heather —me sobresalto e inmediatamente dejo caer la cortina para observar a Rose detrás de mí.

—¿Sí, Rose? —trago grueso con las manos comenzando a sudarme.

Desde que presencié aquello, no he sido capaz de comportarse normal en su presencia por más que lo intente. Es que desde un principio, su sola cercanía me aseguraba que no debía de confiar en ella por todos los asuntos turbios que podría llevar detrás, pero eran solo suposiciones, ahora tenía un hecho consistente en mis manos. Por el otro lado, parece enterada de todo el tema de los Schmidt, cosa por la que tiene cara de querer deshacerse de mí para que deje de escuchar detrás de las paredes. Mencionada pareja me deja en claro que su pérdida tiene que ver con Annie, la supuesta chica sin familiares.

—Necesito que lleves estas cortinas a la tintorería del pueblo —con la falta de su sonrisa habitual, me extiende las cortinas dobladas.

—No hay problema —las agarro con la firme idea de que solo quiere enviarme lejos.

♦♦♦

—No me digas que trabajando tan temprano, pelirroja.

—Cortesía de tu madre —doy una sonrisa de boca cerrada, él se pone tenso por la mención de su madre—. Caiden...

—¿Sabes? Deberías de dejar esas viejas cortinas por ahí y venir conmigo —otra vez recupera su sonrisa burlona.

—¿Qué? Caiden, no vengas con lo mismo...

—Olvídate de esta porquería, pelirroja. ¿No crees que tenemos demasiado con la cruda vida real? Alguna vez se podría escapar de esa crueldad por un momento —su mirada me transmite un pesar, siento la necesidad de apoyarlo.

The HotelWhere stories live. Discover now