Capítulo 9

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Abro los ojos lentamente para tratarme de ubicar con lo que veo, no es más que mi habitación. ¿Cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo es tener un sueño mortal en mitad del corredor sin que me diera tiempo de llegar al dormitorio, ¿será que alguien me trajo? Pues eso fue ya hace horas porque a través del cristal puedo ver la negrura de la noche, solo que mi tía no está por todo esto y no escucho el sonido de la ducha.

Saco mi teléfono del bolsillo y marca la medianoche y tantos minutos, debo de llegar al ático. Me levanto para llegar a esa dirección antes de que se le ocurra tirar mi collar por el retrete, pero escucho unos toquecitos en el cristal a mi espalda. Al girarme observo como pequeñas piedrecitas rebotan contra la ventana, ¿qué rayos?

Me asomo sin abrirla para ver a esa figura alta que me hace ser bipolar con su jodida sonrisa de victoria. Estoy más que segura de que si no bajo a encontrarme con él al ridículo estilo de príncipe y princesa, no va a parar. Tomo la chaqueta que me prestó está mañana, para devolvérsela y salgo de la habitación a toda prisa cuidando de que mi tía no me pille en el pasillo cuando venga de su turno nocturno en la tienda que recién recuerdo.

Al pasar frente al dormitorio de la señora Bloom, la puerta nuevamente está entreabierta, esta vez dejándome ver que el sitio no está solo. Un carrito de los que se utilizan para llevar el desayuno a las habitaciones cuando los inquilinos no bajan, se encuentra al pie de la cama, pero sin ser usado para llevar comida, sino utensilios médicos. Recuerdo algo por el estilo de cuando llegaban las enfermeras a la habitación de mi hermano para inyectarle tranquilizantes en sus momentos de descontrol estando yo de visita.

En la esquina de la cama, Deven me mira con la misma expresión que cuando salió de la habitación esta tarde. Con esos ojos fijos en total oscuridad, siento como si me ordenara a seguir mirándole, tratando de trasmitirme su sentir, el dolor, arrepentimiento, hipnotizándome...

La madre de pie a su lado, pero a la vez dándome la espalda, retira una jeringa del brazo pálido de su hijo y la pone en la pequeña bandeja de hospital sobre el carrito. Agarra un algodón que según entiendo debería de tener alcohol para esterilizar, y lo pone en el brazo. Se queda quieta un instante, ya sé que se ha percatado de que estoy husmeando a la descarada desde el pasillo, lo que me hace tragar como si tuviera una piedra en la garganta. Ella viene hacia mí, o no, hacia la puerta y sin decir una palabra con la mirada seria en ningún punto en particular, la cierra en mi cara.

Me recupero de la recién desconexión con la mirada de Deven, miro la chaqueta colgando de mis brazos y recuerdo a dónde me dirigía en un inicio, así que continúo mi camino hasta fuera del hotel. Sin embargo, eso no quiere decir que deje de hacerme millones de preguntas. ¿Está Deven realmente enfermo psicológicamente lo que evidencia en sus repentinos cambios de humor? ¿Su trastorno mental podría haberlo llevado a causar daño a alguien más que no fuera a sí mismo? Niego con la cabeza para enfocarme.

—¿A qué se debe esta escenita de caballero si podías haber tocado a la puerta decementemente ya que vivimos en el mismo sitio? —camino hacia él.

—¿Qué diversión tendría entonces? —da una calada a su cigarrillo, fumadores de mierda...

—Da igual —resoplo—. Aquí tienes, te agradezco por lo de esta mañana —le estampo la chaqueta en el pecho.

—Será mejor que te la quedes —la devuelve a mí—. La noche es fría, y no quiero que cojas un resfriado a dónde iremos.

—¿Me estás jodiendo? No iré a ninguna parte contigo, ¿o aún te olvidas de la última noche en el bosque?

—¿Cómo crees? —sonríe—. Olvidar que te tuve así de cerca es casi un pecado —susurra divertido.

—Definitivamente por ese carácter ni loca vuelvo a estar a solas, contigo en un bosque, y de noche. Puedes ir por donde viniste, te deseo buenas noches —me giro sobre mis talones luego de haberle vuelto a dar su maldita chaqueta.

The HotelWhere stories live. Discover now