- ¡No! ¡déjame! ¡déjame! – volvió a gritar - ¡fuera! quiero que te vayas, quiero estar sola, ¿por qué no me dejas en paz? ¡déjame en paz! ¡fuera, Vero! ¡fue...! – su voz se quebró y Alba no lo soportó más.

Avanzó unos pasos, tocó a Vero en el hombro y le hizo un gesto de que se apartase. Ella se encargaría de conseguir de Natalia lo que querían, que dejara la botella y consintiera en meterse en la cama.

- Nat, mi amor – le dijo con suavidad sin poder ver el gesto de desagrado de Vero que se había retirado hasta la puerta – cariño, escúchame – le acarició la mejilla – ya estoy aquí y te voy a ayudar, ¿quieres que te ayude?

Natalia dirigió hacia ella su vidriosa mirada. Por un instante pareció ceder, pero su expresión cambió.

- ¿Qué haces aquí? – intentó enronquecer el tono manifestando su contrariedad - ¿no te vas? ¡pues vete!

- Cariño... ¿quieres que nos quedemos aquí? muy bien, aquí nos quedamos – le dijo sentándose junto a ella.

- ¿Qué haces?

- ¿Quieres que me desnude yo también?

- ¿Qué?

- Que voy a estar a tu lado te guste o no.

Natalia pareció caer en la cuenta en ese instante de dónde estaba y cómo estaba.

- ¿Qué dices? – la miró desconcertada.

- Que no voy a dejarte sola, y que si lo que quieres es estar desnuda delante de todos, pues yo me desnudo contigo – sonrió haciendo ademán de despojarse del jersey

- ¿Te estás riendo de mí?

- Claro que no.

- ¡Ya lo creo que sí, te estás riendo! ¿cuánto tiempo llevas haciéndolo? ¿eh?

- Nat, nadie se ríe de ti

- ¡Sal de aquí!

- No, Nat.

- ¡Sal! ¡vete! – le pidió con fuerza – si vas a irte de todas formas, vete ya.

- ¿De qué hablas, Nat?

- ¿De qué hablo? – la agarró con fuerza por la muñeca – dime tú de qué hablo, venga, dime la verdad.

- ¿Qué verdad?

- Que soy una borracha asesina, que solo sé hacer daño.

- No digas tonterías mi amor – intentó zafarse de su mano, pero Natalia la sujetó aún más fuerte – ay – se quejó.

- Eso es lo que te espera si sigues a mi lado, ¿es lo que quieres?

- No sé de qué me hablas, cariño... suéltame... me haces daño.

- ¿Daño? ¿quieres que te haga daño? puedo hacértelo – la soltó, se tambaleó y se aferró a la botella, con sus ojos clavados en el líquido se la llevó a la boca.

- No bebas más – le pidió quitándosela de las manos con rapidez intentando evitar que Natalia se la arrebatara de nuevo, pero ni siquiera hizo intención, su mirada parecía enfocarla, pero supo ver que estaba perdida, que miraba a través de ella.

- Si... puedo..., es mi especialidad, ¡hacer daño!– siguió con lo suyo - Es lo que dice tu madre y tiene razón ¡toda la razón! Doña Rafi nunca se equivoca...

- Nat... estás bebida deja de...

- ¿Qué deje de qué?.. ¿de hablar de tu madre? deberías hacerle caso a ella, sí, deberías... ¡las madres no se equivocan! porque yo... - la cogió de la muñeca de nuevo, con fuerza – yo solo sirvo para hacerte daño...

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