Capítulo 44

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Como deidad, mi casa ya no era el plano terrenal, sino que ahora en adelante viviría en la morada de los dioses, en el Olimpo.

Nunca había visto con mi propios ojos algo tan divino y perfecto, todo parecia sacado de un sueño.

—Bienvenida al Olimpo— Hera, como reina de los dioses, me acogió con los brazos abiertos.

—Gracias Hera.

Hera miró fijamente a su hijo y a los demás dioses que estaban a mi alrededor, los mismos dioses que me acompañaron durante semanas en la conquista del reino de Epiro, para ellos era una clara señal de que nos dejarán a solas las dos.

—Deja que muestre tu nuevo hogar mientras hablamos un poco.

Recorrimos los pasillos del complejo palaciego con tranquilidad, sin ningún destino fijo, bueno, en realidad Hera sabía donde me llevaba, yo no.

—Como deidad debes tener unos títulos, unos atributos y unas obligaciones para que se te reconozcan y destaques sobre las deidades—Comentó Hera— Pero para que pases del nivel de deidad común a diosa reconocida, debemos hacerte una ceremonia.

—¿Una ceremonia?—Arqueé una de mis cejas.

—Si. Todo dios de este lugar tuvo su ceremonia. Zeus, Poseidón, Hades, Hestia, Demeter y yo tuvimos nuestra ceremonia, luego siguieron los demás dioses que se fueron uniendo a este lugar.

—¿Y en qué consiste esa ceremonia? ¿Que debo hacer?

—Como Zeus y yo, reyes del olimpo, antes de hacer la ceremonia, debemos ponerte unas pruebas.

—¿Más?

—Tranquila. Las pruebas consiste en conocer cuáles son tus habilidades y de ahí será tu título y los atributos a los que estarán relacionados.

Durante nuestro camino, por el rabillo dei ojo, puede ver Afrodita, la cual no me recibía con buenos ojos en el Olimpo, Hera se dio cuenta y le dedico una mirada aniquilado.

Afrodita me tendría como una rival para toda la eternidad, pero a mi ya me daba igual como se comportara conmigo, ella saldría perdiendo. Ella obtuvo lo que quiso, me mató, pero no va obtener el perdón mio por lo que hizo a mi familia.

Entré en una gran sala dónde había doce tronos, supondré que sería la sala del trono de los olímpicos, cada tono era distinto, único e irrepetible. En el centro de la sala había un fuego, el mismo fuego que fue robado por Prometeo, a su alrededor estaba Hestia y Hécate.

—Tu primera prueba será aquí— Dijo Hera.

—¿Y que tengo que hacer?

—Debes poner la mano en el fuego sagrado, las llamas me hablarán y el mensaje que me dé, se lo transmitiré a Hécate—Informó Hestia— No temas en poner la mano dentro del fuego, no  te vas a quemar.

—Cuando estés lista, introduce la mano despacio—Añadió Hécate.

Tomé aire, extendí mi mano hacia el interior de la llama eterna y la mantuve varios segundos. Hestia se acercó para leer el comportamiento de las llamas y fue en ese instante cuando crecieron de golpe haciendo retroceder a las tres diosas.
Retiré la mano por la sorpresa y miré la cara de la diosa del fuego y del hogar.

—¿Qué significa?—Pregunté con curiosidad.

Hestia estaba temblando por el gran crecimiento repentino de las llamas que por poco tocaban el techo de la sala, comunicó temblorosa a Hécate. Hera todavía estaba conmocionada de lo que había sucedido, solo llevaba unas horas en el Olimpo y ya estaba dando señal que sorprendían a los de mi alrededor.

Esposa de la GuerraWhere stories live. Discover now