Capítulo 9

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El choque de nuestras espadas no pasaron desapercibidos, muchas de la ninfas y de la jóvenes vírgenes que acompañaban a Artemisa vinieron desde los lugares más remotos del santuario, se corrió rápidamente la voz entre ellas.

—Venga, preciosa, que lo que me estas haciendo es una mierda—Se burló Apolo.

—Fíjate tu, todavía no me has hecho de romper a sudar. Esto para mí, es un paseo— Me burlé del dios solar.

—Chica mala— Apolo cargó otra vez su ataque.

Las espadas se movían a un ritmo marcado y cada movimiento que dábamos iban acompañados de la miradas y comentarios de las jóvenes.

A pesar de la diferencia en tamaño y fuerza, seguí aguantando el ritmo y resistiendo cada golpe.

Hecate y Artemisa llegaron más tarde y vieron lo que se estaba fraguando en la arena. La diosa lunar estaba sorprendida de como combatía la mortal frente a su hermano solar, Hécate conocía bien cuáles eran esos movimientos, pues más de una vez la ha visto luchar y sabía cuáles eran las intenciones de Apolo.

—¿No estás cansada, pequeña guerrera?— Insinuó Apolo mientras luchaba.

—No— Paré un golpe suyo y le sonreí.

El mensajero de los dioses no sé quedó atrás, bajó del olimpo para ver en primera persona el combate.

—Hermes ¿Que haces aquí?— Dijo sorprendida Artemisa.

—Estaba de viaje, justamente pasaba por aquí y veo esto, coño, esto no me lo pierdo para nada— Respondió Hermes.

Apolo se dio cuenta de la llegada de su medio hermano, podría servirle de ayuda mientras combatía.

—¡Hermes!— Le llamó desde la arena —Con un dios aguantas bastante, haber si aguantas con dos.

—Apolo ¿que coño estas haciendo? Yo solo he venido a mirar, no a luchar— Dijo mientras se reunía con él.

—Por pelear con una mortal, para ti va a ser pan comido—Arqueó una ceja el dios solar —¿O te vas a echar para atrás?.

—Está bien— Dijo Hermes a regaña dientes.

—Un poco desequilibrado pero podré— Me puse en posición de combate y el primer golpe que recibí fue el de Hermes. La fuerza que recibí del golpe de su espada me mandó hacia atrás y caí suelo pero me levanté enseguida para parar el de Apolo.

Mientas aguantaba el empuje de la espada de Apolo contra la mía, Hermes utilizó su velocidad para atacarme por atrás, en una milésima de segundo, me agaché y Hermes fue directo contra Apolo y terminaron los dos dioses contra el suelo. Tal fue la fuerza del empuje Hermes, que ambos rodaron por la tierra varios metros.

Ambos dioses se quedaron mirándome desde el suelo, los espectadores se quedaron en silencio, atentos a lo que iba a suceder a continuación. Ningún mortal ha podido con un dios, ni mucho menos con dos a la vez.

—Si va a ser así el combate—Troné los huesos de mi nuca y cerraré los ojos —Adelante.

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Esposa de la GuerraWhere stories live. Discover now