Escepticismo (Parte 4)

23 0 0
                                    

Ahora que hemos hablado de las barreras exteriores que atentan contra nuestra rehabilitación como artistas, echemos un ojo al enemigo que podemos estar alojando en nuestro interior. Tal vez la mayor barrera para cualquiera a la hora de contemplar una vida en expansión sea un escepticismo profundo. Podríamos llamarlo la duda secreta. No es relevante si somos oficialmente creyentes o agnósticos. Tenemos nuestras dudas sobre las ideas expuestas con anterioridad acerca del creador/creatividad, y esas dudas son muy poderosas. A no ser que les demos salida pueden ser capaces de sabotearnos. Muchas veces, cuando intentamos no ser aguafiestas, reprimimos nuestros sentimientos de duda. Necesitamos dejar de hacer eso y empezar a explorar esos sentimientos.

«Creer en Dios o en una fuerza que te guía porque alguien te dice que creas es el colmo de la estupidez. Nos han dado sentidos con los que recibir información. Vemos con nuestros propios ojos, sentimos con nuestra propia piel. Con nuestra inteligencia, la intención es que comprendamos. Pero cada persona debe desentrañarlo por sí mismo». SOPHY BURNHAM

En esencia las dudas funcionan más o menos así: «De acuerdo, he empezado a escribir las páginas matutinas y parece que estoy más despierto y más atento en mi vida. ¿Y qué? No es más que una coincidencia... De acuerdo, he empezado a llenar el pozo y a ir de cita con mi artista interior y noto que me estoy animando un poco. ¿Y qué? Es sólo coincidencia... Sí, ahora estoy empezando a notar que cuanto más me permito explorar la posibilidad de que exista un poder para el bien, más me percato de que en mi vida surgen afortunadas coincidencias. ¿Y qué? No me puedo creer que me estén guiando de verdad. Sería demasiado extraño...».

La razón por la que creemos que es extraño imaginar que una mano invisible colabora en todo esto es que seguimos dudando de que no pase nada si eres creativo. Con esta actitud asentada con firmeza no sólo les miramos el diente a todos los caballos regalados, sino que los espoleamos en los costados para sacarlos de nuestra vida cuanto antes.

Cuando Mike comenzó su rehabilitación creativa se dio permiso para admitir que quería hacer películas. Dos semanas después y gracias a una serie de «coincidencias», se encontró con que estaba matriculado en la escuela de cine y que el curso lo pagaba su empresa. ¿Se relajó y disfrutó de ello? No. Se autoconvenció de que la escuela de cine le estaba distrayendo de su verdadera ocupación: buscar otro trabajo. De manera que renunció a hacer cine para encontrar otro empleo.

Dos años más tarde al recordar el incidente Mike es capaz de volver a negarse a sí mismo. Cuando el universo le concedió lo que quería lo devolvió de inmediato. Al final se permitió a sí mismo aprender a hacer cine, pero le costó mucho más de lo que el universo pretendía. Una de las cosas que más merece la pena destacar de la rehabilitación creativa es nuestra renuencia a tomarnos en serio la posibilidad de que el universo pueda estar colaborando con nuestros nuevos planes de expansión. Somos lo bastante valientes como para intentar la rehabilitación, pero no queremos que el universo preste atención de verdad. Nuestra sensación de ser un fraude es aún demasiado fuerte como para gestionar el éxito. Cuando éste llega nosotros nos queremos ir.

¡Pues claro que queremos irnos! A la mayoría de nosotros cualquier pequeño experimento en auto alimentación nos da mucho miedo. Cuando nuestro pequeño experimento provoca que el universo abra una o dos puertas empezamos a asustarnos y a alejarnos: «¡Eh! ¡Tú! ¡Seas lo que seas! ¡No tan deprisa!».

«Piensa en ti mismo como en un poder incandescente, iluminado y tal vez en conversación permanente con Dios y con sus mensajeros». BRENDA UELAND

Me gusta pensar que la mente es como una habitación. En ella guardamos todas nuestras ideas cotidianas sobre la vida, Dios, lo que es posible y lo que no. La habitación tiene una puerta. Esta puerta está ligeramente abierta y fuera podemos ver una gran luz cegadora. En esa luz hay muchas ideas que consideramos excesivas para nosotros, así que las mantenemos ahí fuera. Las ideas con las que nos encontramos cómodos están con nosotros en la habitación. Las otras están fuera y las mantenemos allí. En nuestra vida ordinaria, previa a la rehabilitación artística, al escuchar algo raro o amenazante agarrábamos el pomo de la puerta y la cerrábamos. Rápidamente.

«No importa lo lenta que sea la película, el Espíritu siempre se mantiene quieto el suficiente tiempo para que el fotógrafo que Él ha elegido lo capte». MINOR WHITE

¿Un trabajo interno que impulsa cambios exteriores? ¡Ridículo! (portazo). ¿Dios molestándose en contribuir a mi rehabilitación creativa? (portazo). ¿La sincronía apoyando a mi artista interior con coincidencias llenas de «serendipia»? (portazo, portazo, portazo).

Ahora que estamos en plena rehabilitación creativa tenemos que buscar otro enfoque. Para hacerlo dejemos a un lado nuestro escepticismo —para utilizarlo más adelante si nos hace falta— y cuando una idea rara o una coincidencia pase volando por ahí entreabramos la puerta un poco más.

Al dejar a un lado el escepticismo, aunque sea por un instante, podemos explorar asuntos muy interesantes. En la rehabilitación creativa no es necesario cambiar ninguna de nuestras creencias. Es preciso que las examinemos.

La rehabilitación creativa es más que ninguna otra cosa un ejercicio de abrir la mente. De nuevo imagínala como esa habitación con la puerta ligeramente entornada. Abrirla un poco más supone una apertura mental. Empieza esta semana a practicar la apertura mental de forma consciente. 

El camino del artistaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz