Enloquecedores (Parte 3)

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Otra cosa que hacen los creativos para evitar ser creativos es relacionarse con enloquecedores. Los enloquecedores son esas personas que crean núcleos tormentosos. Muchas veces son carismáticos, con frecuencia encantadores, muy inventivos y con grandes poderes de persuasión. Ya conocéis el tipo: carismáticos pero fuera de control, con muchos problemas y escasas soluciones.

Los enloquecedores son la clase de persona capaz de adueñarse de toda tu vida. Para aquellos a quienes les gusta organizarlo todo resultan irresistibles: tanto que cambiar, tantas distracciones...

Si te relacionas con un enloquecedor, es probable que ya lo sepas, y sin duda reconocerás la descripción de andar por casa del párrafo anterior. A los enloquecedores les encanta el drama. Si son capaces de montarlo, serán la estrella. A su alrededor todo el mundo funciona como reparto secundario, siguiendo su pie, dejando que sus caprichos (enloquecidos) marquen sus entradas y salidas.

Algunos de los enloquecedores más destructivos que me he encontrado en la vida son, ellos mismos, artistas famosos. Son el tipo de artista que nos da mala reputación a los demás. Por esta razón, muchos de los artistas más locos de América están rodeados por un equipo de seguidores tan talentosos como ellos, pero decididos a subvertir su propio talento al servicio del Rey Enloquecedor.

«Aprende a conectar con el silencio que albergas en tu interior y sé consciente de que todo lo que ocurre en la vida ocurre con un fin». ELISABETH KÜBLER-ROSS

Estoy pensando en un estudio de rodaje que visité hace unos años. El director era uno de los gigantes del cine americano. Su dimensión era incuestionable, tanto como su imagen de enloquecedor. Es cierto que hacer cine es un oficio exigente, pero sus rodajes lo son aún más: más horas, largos ataques de paranoia, intrigas y politiqueo interno. Entre rumores de que el set estaba pinchado, este Rey Enloquecedor se dirigía a sus actores por altavoces mientras él, como el Mago de Oz, se escondía en una cueva en forma de gran tráiler con equipamiento de lujo.

A lo largo de las dos últimas décadas he visto trabajar a muchos directores. Estuve casada con uno que tenía un talento extraordinario, y yo misma he dirigido un largometraje. Siempre me ha llamado la atención lo mucho que un equipo de rodaje se parece a una gran familia. En el caso de este Rey Enloquecedor su equipo se comportaba como una familia, pero en este caso de alcohólicos: el bebedor (pensador) estaba rodeado por facilitadores que iban de puntillas junto a él, mientras fingían que su grandísimo ego y sus consiguientes demandas estaban dentro de lo normal.

En el plató de aquel enloquecedor la producción se excedía en horario y en presupuesto a causa de las demandas irracionales del Rey Bebé. Un estudio de rodaje es en esencia un equipo de expertos y observar cómo estos admirables profesionales se descorazonaban resultó para mí una lección reveladora sobre el poder venenoso del enloquecimiento. Directores de decorado, de vestuario y técnicos de sonido brillantes —por no hablar de los actores— se sentían cada vez más heridos a medida que la producción avanzaba. Luchaban por trasladar a la pantalla lo que los espectadores esperan de un buen drama sin tener en cuenta las tragedias personales de su director. Como buenos profesionales del mundo del cine, este equipo estaba dispuesto a trabajar muchas horas con tal de obtener una buena obra. Lo único que les frustraba era que ese esfuerzo de trabajo extra fuera por las exigencias de un ego superlativo y no de una voluntad de crear arte.

La dinámica del enloquecedor se basa en el poder, y por tanto cualquier grupo de personas puede servirle como una fuente de energía que explotar y agotar. Se pueden encontrar enloquecedores en cualquier escenario y en cualquier forma de representación artística. La fama puede ayudar a crearlos, pero como se alimentan de autoridad les vale cualquier fuente de poder. Aunque los enloquecedores suelen estar entre los ricos y poderosos, son frecuentes incluso entre la gente común. Ahí mismo en la familia nuclear (hay una razón para llamarla de este modo) se puede identificar al enloquecedor en el enfrentamiento entre familiares o cuando trata de boicotear cualquier proyecto que no sea el suyo.

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