Cap 8 • ¿Venganza?

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IGNORADO QUEDÉ
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A pesar de lo que sucedió ayer, he decidido que Sadie no me interesa. Aun así, hoy para ir al instituto me he puesto unos pantalones negros y un suéter celeste. No sé cuánto tiempo hacía que no me vestía delante del espejo. Nunca me he considerado guapo pero, gracias a mi pelo oscuro y a los años dedicados a la natación, el efecto no está mal.

Dios a quien quiero engañar, claro que es por Sadie que me arreglo, nunca me había preocupado tanto mi aspecto como lo hago ahora.

Cuando llega Sadie me encuentra inclinado sobre el libro de Historia, esforzándome por contestar a las preguntas del final de la página. Alzo la vista y la saludo con una tímida sonrisa y en voz baja, para que los demás no me oigan. Ella se sienta en su silla, dándome la espalda, y su comportamiento no difiere en nada de las otras mañanas. Deja la mochila en el suelo y saca el consabido cuaderno multiusos sin siquiera mirarme. La sonrisa se me marchita en los labios y me pongo como un tomate. Por muy bajo que haya sido mi tono, es imposible que no me haya oído, de manera que me siento incómodo y ridículo, y me pregunto si ayer fue realmente ella a quien le ayude. No ha hecho el menor gesto a modo de respuesta, así que, una vez pasada la sensación de la punzante decepción, siento tal rabia que me gustaría gritarle a la cara. Paso las primeras horas dándole vueltas al asunto y prácticamente no presto atención a las clases. No soporto que la gente me haga sentir tan idiota.

En la pausa no sale, permanece sentada. La imito y me quedo esperando, no sé qué. De repente veo que sofia, la hija de uno de los empresarios más ricos de la ciudad, se dirige hacia nosotros y se planta ante mí. Procurando que la oiga Sadie, me invita a la fiesta que ha organizado mañana por la noche en su casa: una superfiesta en su supercasa. Querría rehusar, porque ya me imagino la velada, pero las ganas de vengarme de la gran Sadie me impulsan a aceptar.

-Gracias por la invitación -respondo, y balbuceo algo que no se sabe muy bien si es un sí o un no.

Por supuesto, no tengo la menor intención de ir. Ella por su parte, sigue dibujando impasible, al punto de que casi me entran ganas de agarrar el cuaderno y tirarlo por la ventana. Si aguanto es sólo porque no se merece tantas atenciones.

Cuando acaba la mañana, meto mis cosas en la mochila y me marcho, enfadado y decepcionado. ¿Por qué demonios creía que hoy sería diferente? No dejo de repetirme que soy idiota, un verdadero idiota.

Pero también quien me dice que me ilusione.

Al salir del colegio veo a mi mamá esperándome en el carro.

Troto hasta llegar con ella y al estar cerca le beso la mejilla.

-Hola mamá

PESADUMBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora