Cap 3 • Bajo el agua

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NATACIÓN
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Y así empiezo el último año de instituto: yo trazando una línea que me separa de los demás y del resto del mundo.

Ya llevo una semana desde que tome la decisión de sentarme al fondo, hoy al llegar al salón me instalo al lado de Sadie, ella ya estaba ahí y ni siquiera se voltea para mirarme «ni yo me miraría» esos simples actos hacen que me sienta invisible y no se si sentirme agradecido u ofendido.

Al estar ahí se queda inmóvil— o ¿Soy yo? no lo sé—Pero con toda certeza piensa que la muerte de Thom me ha desequilibrado puede que esté exagerando y en su palmeta no le interesa alguien llamado Landon Morris.

Se que a partir de este momento somos Landon y Sadie, en un mismo escritorio, igual que dos nombres grabados en madera dentro de un corazón.

Los profesores que pasan esa mañana me lanzan una ojeada y, aparte de uno o dos que deciden darme la bienvenida ya que había faltado mucho y no me habían visto, nadie más me dice nada. Sólo Samanta que siguió insistiendo durante la clase de Matemáticas, me hace un gesto con la mano a la vez que abre desmesuradamente los ojos, como si quisiera saber dónde narices estoy sentando «como si le debiera explicación» ella daba por hecho que estaría en el asiento junto a ella. La miré y levanté ligeramente mi mandíbula, cabeceé y fingí no entenderla. Ella me iba a decir algo cuando suena la campana del recreo, salgo a toda prisa evitando a todos y a Samanta.

Me encamino primero a los servicios sanitarios como siempre hago cada vez que salgo al recreo y luego me dirijo al fondo del pasillo, donde se encontraban los de primer año, quienes no he conocido, a Thom y a mi nos gustaba ir a conocer a los nuevos, pero al no estar él ya no tengo ganas de ir a hablarles. Al estar solo me apoyo contra la pared, al lado de la ventana, y permanezco así diez minutos que parecen interminables, esforzándome por no pensar en nada.

Me digo que puedo continuar de este modo hasta que acabe el curso y, una vez acabado, adiós. No tengo ningunas ganas de relacionarme con nadie.

Y aunque una parte de mi quiere que sea de una manera diferente, todavía no sé de qué forma lograrlo.

Quien dice que la vida sigue es un idiota. No, la vida se para. El tiempo sigue su curso, pero la vida se para un montón de veces, te destruye mientras sucede y se convierte en algo irreconocible. La parte más difícil es cuando te toca estar parado y esperando a que se digne a continuar. Hoy yo he decidido aguardar sentado aquí al fondo del salón. Me resisto, no quiero que mi vida vaya a ninguna parte sin tenerte a mi lado.

Al terminar mi momento filosófico escucho que se ha acabado el recreo, así que no me queda más que hacer que entrar de nuevo a clase. Al estar en la puerta me basta con echar un vistazo para darme cuenta de que alguien «más bien Samanta» me ha cambiado la mochila de mi lugar y la ha colocado en el escritorio de ella «en mi antiguo sitio». Por segunda vez esa mañana atraigo la mirada de la mayoría cuando agarro la mochila y voy dirección al fondo donde la arrojo bruscamente, al hacer eso comenzaron a susurrar, alcé un poco la mirada para hacer frente a los que hablaban, cuando lo hago oigo a Nora con su voz características tan suave que dice: "Vamos chicos, dejadlo en paz..." «Eso es, no se metan donde no los llaman» pienso.

Ya era la última hora así que decido recoger a toda prisa mis cosas y me marcho sin despedirme de nadie. Al pasar por delante de mi antiguo escritorio, miro brevemente a Samanta, que me saluda como si nada, como si hubiese sido una mañana idéntica a las otras, como se hace con los locos; por lo visto, está convencida de que mi actitud responde únicamente a la necesidad de desahogarme.

Habían pasado horas desde que había llegado a mi casa eran ya las cuatro de la tarde cuando me entraron ganas de volver a la piscina, le aviso a mi mamá y me dirijo al lugar. Al estar ahí me puse mi calzoneta y pude sentir como el agua tragaba todo mi cuerpo y mis penas. Salgo después de dos horas y siento que después de semanas por fin consigo despejar mi mente, el agua es demasiado relajante. Esa masa líquida azul claro es el único lugar donde logro dejar de pensar, me olvido incluso de quienes nadan en la misma piscina.

El flechazo por nadar surgió cuando tenía unos cinco años, y el artífice fue mi papá. Por aquel entonces era tímido y solitario «mas de lo que soy en estos momentos» no me gustaba estar con demasiada gente. Un día mi papá me dijo que agarrara una bolsa «no sabía lo que contenía» y nos dirigimos a un lugar desconocido para mi, paso tan rápido que ya sólo recuerdo estar enfrente de una piscina y de inmediato supe que contenía la bolsa, cuando mi papá dijo que me pusiera lo que estaba adentro pude confirmar mis sospechas. Había un traje de baños con figuras de patos, lentes, gorra y protector solar —y me pregunte—¿donde estaban los nadadores? se lo dije a papá y él al saber si error lo fue a comprar en una tienda algo lejos, me dijo que volvería enseguida, que no se tardaría.

Yo me quedé sentado en la orilla analizando las probabilidades de tirarme solo, cuando un señor me alzó y me tiró al agua, me quedé estúpido en ese momento, pero el descocido grito:
—CHICO NO LO PIENSES, NO DEBES TEMERLE AL AGUA, HAY COSAS MUCHO PEORES.

Yo comencé a chapotear y sentí el ardor de mi nariz cuando quise inhalar aire, el señor al percatarse que no iba a sobrevivir por mi mismo decidió sacarme rápido del agua, yo me quedé en shock no sabía que acababa de ocurrir.

Y aun el señor viendo mi cara dice:
—Lanzarte hará que no le temas al agua.

Cuando termino de decir aquello me lanza otra vez y otra vez yo me quedé paralizado hasta que llego la tercera y yo ya sabía que me iba a tirar así que decidí prepárame mentalmente y aunque sentí miedo fue más leve que la primera vez. Para la quinta ya no sentí miedo y locamente disfruté de esa tirada.

Gracias a ese señor desconocido y loco, porque me lanzo una y otra vez pude lograr el primer paso para nadar “el miedo al morir ahogado fue vencido” al ver que ya lo había logrado me dejó adentro de la piscina, me dijo que se llamaba Thomas y así como llego se fue. 

Al llegar mi papá me vio adentro de la piscina y me dijo:
—¿Tu solo lo lograste?.

Moví mi cabeza en forma de afirmación, pues no le iba a decir que un señor me ayudó, o puede que ese señor no existiera porque no lo vi más.

Después mis padres al ver que me gustaba pasar el rato en la piscina me inscribieron en clases y enseguida me di cuenta de que el agua me quería, y yo a ella. Me gustaban todos los tipos de nadadores, me hacían sentir como si estuviesen en el Caribe gozando de la cosa más hermosa del mundo. Deseé sentirme así, que mi cuerpo se olvidase de sí mismo y se convirtiese en un movimiento puro, infinito.

Como siempre, me deslizo por la superficie del agua sin detenerme jamás, concentrándome en la respiración, en las burbujitas azules que se forman a cada brazada.

Me gusta imaginarme que, de repente, las paredes de la piscina desaparecen y por fin puedo respirar bajo el agua y marcharme sin volver a emerger.










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PESADUMBREWhere stories live. Discover now