Dodici.

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10:24 de la mañana.

Y yo estaba aún en mi cama.

¡Venga Jaehyun! Debes de salir temprano —me di ánimos. El sol estaba en su punto, Kun estaba en la universidad y yo bueno...

Yo seguía en cama viendo el techo durante 12 minutos.

Me encontraba algo nervioso, es la primera vez que alguien ajeno verá realmente mi rostro. Fui al lavabo y mirándome en el espejo solté un bufido, me lavé un poco la cara antes de salir a desayunar algo.

El restaurante quedaba a unos 10 minutos de casa, Kun me dijo que saldría temprano de la universidad y que quizá estaría ahí por si algo malo pasa.

Igual no creo quedarme mucho tiempo, solo es dar las gracias y huir.

Me preparé algo sencillo, me hice un té para relajarme y buscaba la ropa que me pondría. JiHyo me dijo que debía de estar presentable y guapo; ya que causaría una buena impresión. Lucas también me insistía en que conociera al hermano de su pareja, decía que podíamos congeniar y que quizá hubiera algo más.

Solo lo ignoré, no deseo formalizar una relación por ahora. Quiero concentrarme en mi pequeña carrera.

¿Y si no me cubro la frente? —dije a mí mismo. Mi cabello era algo largo, me gustaba tenerlo así, cuando estaba con mis padres me obligaban a cortármelo ya que eran normas de la escuela, y según ellos me llenaría la frente de acné por el sudor del cabello.

Desde niño, tenía una pequeña manía de ocultar mis ojos. Cada que estaba en casa me ponía una gorra o algo para cubrirlos. Cuando crecí se volvió mi temor más grande, temía que alguien pudiera ver a través de mis ojos y descubrir mis debilidades o algo así.

La abuela Yeon me decía que los ojos son las ventanas del alma, cuando brillan significan que están felices y que la persona es positiva.

Los míos no brillaban, y por eso no me gusta mostrarlos. Sé que suena paranoico e incluso ridículo, pero...

¿Qué pensarían de una persona que lo tiene todo y aún así no brilla ante los demás?

Olvídate de eso, YoonOh vas a salir de aquí y mostrarás tu radiante sonrisa frente a un extraño —grité.

Estoy acostumbrado a hablar conmigo mismo, siento que no hay nada de malo, incluso serviría como una motivación propia y un apoyo mental para cada uno.

Kun a veces se insulta a sí mismo cuando se pasa de sal en la comida, así que no, no es nada raro en esta casa hacer eso.

Me bañé, me coloqué los pupilentes y peiné mis rizos. Al principio los acomodé para que se viera mi rostro, pero al final no pude resistirme y solo los moví en dirección a mis ojos.

Kun decía que me parecía a un emo.

Lucas decía que era un champiñón.

Observé la mesa de mi habitación, estaba el cofre del broche en él. ¿Me lo llevo?, antes de agarrarlo negué con la cabeza y di media vuelta.

No era seguro sacarlo, claro que no.

El chico del broche de pingüino. | JaeDo. ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora