Due.

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📚

Procedí a leer.

Y ahí estaba, otra vez con su sonrisa pequeña mientras dibujaba algo en su libreta. Lo observaba desde mi pequeño asiento, él no se percataba de mí.

Mi vista se posó en el pequeño broche que posaba, un broche de pingüino. El suéter vainilla que traía y ese detalle en su costado derecho se le veía espectacular.

Sonreí, la profesora llegó. Él tuvo que guardar su cuaderno y prestó atención; yo solo guardé mi lápiz color gris en mi lapicera de Hora de Aventura.

Yo estaba feliz, aquel niño era alguien que lucía sobre todos. Su cabello pelinegro peinado a un lado, la mochila de color blanco con llaveros de caricaturas y sus grandes anteojos rojos que cada vez que sonreía se le caían un poco.

Y claro, ese broche tan inusual y a su vez tierno que lo acompañaba.

Era claro que mi admiración hacia él me mantenía atento y con una razón para ir a la escuela.

Él tenía 6 años, yo tenía 5.

Él estaba en la fila de los más aplicados.

Yo estaba en la fila de los niños regulares.

Él conocía todos los colores, primarios y secundarios.

Yo aún confundo el verde con el azul.

Y también...

Él podría iluminar todo el salón con su pequeña sonrisa y sus dientes algo grandes. La profesora de nuevo ponía aquel círculo grande donde estaban los colores, pensé que debía de esforzarme si quería cambiarme a dicha fila; y así poder hablar con él.

Coloreaba y justo cuando acabé la campana sonó, era hora del recreo y salimos; tomé mi lonchera y de nuevo me encaminé al árbol frondoso de los columpios.

Y de nuevo lo vi, corriendo y jugando con los demás niños.

Sentí un pico de enojo en mi corazón, yo quisiera poder decirle que si gusta un poco de mi merienda y así poder conocerlo finalmente.

Él podía hacer amistades fácilmente, a mí me costaba porque era demasiado tímido.

Comí mi sándwich de jamón mientras tomaba mi jugo de mango. Durante 30 minutos solo estuve viendo a los demás niños jugar.

¡Me voy a esforzar!

Era así todos los días, me sentaba lejos de él y solo bufaba en mi asiento color naranja.

Le conté a mi mamá acerca del niño, y como yo lo admiraba por el esfuerzo que daba en la escuela; ella rió y me dijo que si yo lo deseaba podía invitarlo a mi fiesta de cumpleaños.

Negué mientras seguíamos caminando a casa, lo que menos quería era agobiarlo, yo era un desconocido para él. ¿Cómo me aparezco así como así?

El chico del broche de pingüino. | JaeDo. ♥Where stories live. Discover now