- Nat...

- ¿Qué...? - susurró clavando sus ojos en los de ella. Sintiéndose impotente ante esas heridas invisibles que marcaban todo su cuerpo y odiando a todo aquél que había puesto sus manos sobre ella. Daría cualquier cosa por poder sanarlas, por saber cómo borrarlas de su alma para siempre.

- Estoy bien cariño, quiero que... seas como siempre.

Natalia sonrió descubierta y asintió.

- Lo siento. No... no puedo evitar pensar que... - se le saltaron las lágrimas y se le quebró la voz – que... te hicieron daño y...

Alba se apartó y la miró, sentándose a su lado, la cogió de la mano.

- Nunca te había visto llorar... – le dijo dejando perpleja a Natalia.

- Me has visto llorar muchas veces.

- No así.

- ¿Así cómo?

- Así, como ahora... por mí.

- Te equivocas, la mayoría de las veces que he llorado ha sido por ti - respondió con sinceridad – creo que ya te lo dije.

Alba sonrió y la estrechó hacia ella.

- Abrázame, Nat - le pidió en un susurro – abrázame.

La pediatra obedeció al instante. Permanecieron fuertemente abrazadas unos largos segundos, hasta que Natalia, comenzó a besarla una y otra vez en todos aquellos rincones en los que podía mientras Alba permanecía aferrada a ella. Alba suspiró llena de satisfacción, el calor de Natalia inundaba su cuerpo, y el deseo prendía mecha en ella de nuevo, beso tras beso.

Natalia se recostó hacia atrás empujada por la enfermera que le subió las piernas a la cama y le colocó las almohadas para que estuviera cómoda, sentándose luego sobre ella. Siempre que Alba hacía aquello Natalia echaba de menos secretamente poder mover sus caderas, pero había aprendido a refrenar ese deseo y la frustración que le producía y entregarse a otro tipo de juegos. Se fundieron en un nuevo abrazo, sus cuerpos comenzaron a experimentar los efectos de la batalla que libraban, perlándose de sudor, mientras sus respiraciones se aceleraron, acompasándose. Afanadas en alcanzar su objetivo con movimientos calmados y suspiros ahogados que rasgaban el silencio de la habitación.

- ¡Te amo, Nat! – susurró la enfermera junto a su oído entrelazando sus manos con las de ella - ¡te amo!

Natalia respondió con un beso apasionado, apremiante, que mostraba lo cerca que estaba de terminar. Mordió el labio inferior de la enfermera y aceleró el moviendo de sus manos, buscando la misma respuesta en ella, que ya estaba concentrada en sus pechos, consciente de que aquello la llevaría al inminente orgasmo. Natalia dejó escapar un sonoro gemido.

- ¡Dios, Alba! – exclamó indicándole que estaba a punto. Buscó su boca y aceleró sus caricias.

- Ummmm ¡mi amor! – sus caderas se aceleraron sobre ella.

- Bésame – la impelió, deseando terminar juntas.

- ¡Te amo!

- ¡Bésame! – repitió apremiándola a hacerlo.

Pero de pronto Alba se detuvo y se separó de ella, recostándose a su lado, boca arriba.

- ¿Qué te pasa? - preguntó Natalia temerosa de haber cometido algún error que la hubiera hecho recordar - ¿te he hecho daño?

- No – suspiró con la respiración entrecortada – no...

- Pero ¿qué pasa? ¿no puedes? – le acarició con ternura la mejilla, comprensiva, haciendo esfuerzos por situarse de costado para verla mejor, le parecía triste y pensativa – cariño... - intentó volverle la cara hacia ella – si no puedes no pasa nada... lo entiendo

La ClínicaWhere stories live. Discover now