Capítulo 15

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Nada más leer los primeros párrafos, L tuvo la sensación de que aquello era como una bitácora, así que estaba convencido de que no tardaría en encontrar respuestas, y más que detalladas. Fue así que vio relatado por Gohan cómo había empezado todo lo que lo llevó a morir en aquella explosión.

A pesar de que le habían ordenado que dejara de investigar el caso como si se tratase de un asesino serial, Gohan había desoído las órdenes y había seguido rebuscando en los archivos durante sus horas libres. Entre unos documentos y otros, se había encontrado con el dibujo de un escorpión, idéntico al que una vez Piccolo hizo para él en el sótano de su mansión.

Tras mucho haberlo meditado, se había animado a buscar los antecedentes de Piccolo, con toda la emoción que ello conllevaba y con todo lo amargo que le removía por dentro. Pero no imaginó jamás que acabaría encontrando un largo historial criminal a hombros de su antiguo amante. En él figuraba que cuando Piccolo tenía veinte años había sido la primera vez que se le había investigado por la muerte de los integrantes de una banda rival de su padre, pero las pruebas sólo habían sido circunstanciales y el caso había sido cerrado. Pero lo que más había causado intriga en Gohan fue que, en el resto de detenciones e investigaciones que se le siguieron realizando, siempre había sucedido lo mismo: pruebas circunstanciales, hechos desestimados, testigos que se desdecían, o nunca aparecían.

Era como si nadie pudiera tocarle, aunque hubo ciertos rumores sobre que su padre le daba palizas si las cosas no salían como él quería, hasta que misteriosamente el hombre mayor desapareció sin dejar rastro, como si se lo hubiera tragado la tierra.

Desde la desaparición de Daimaku, Piccolo se había convertido en un jefe con mano de hierro, que hacía cumplir su voluntad, y que el resto de sus lacayos debían acatar sin la menor protesta. No permitía errores, así como había aprendido de su padre, y si era necesario, él mismo se ocupaba de arreglar la situación.

Algunos agentes de la jefatura que habían investigado los casos que ahora investigaba Gohan, sólo habían podido sacar en claro que el supuesto asesino era alguien de narcisismo arraigado que sólo buscaba reconocimiento, que sólo se hablara de él, ya que no había nada que uniera a los muertos.

También estaba el hecho de que, detrás de cada crimen, al final el asesino seguía siendo intocable, así que había seguido el hilo de su lógica y, al ir estudiando las muertes que se iban dando regularmente, Gohan descubrió que siempre, en alguna parte de la escena aparecía la imagen de un escorpión.

— Eres tú... pero... no puede ser... — conmocionado ante la verdad que había descubierto al fin, el joven moreno sintió que sus ojos se aguaban, llevando una mano hacia su boca de forma mecánica, como si con ese simple gesto pudiera paliar el sufrimiento que estaba sintiendo en ese momento — tú no puedes haberte convertido en algo así, a pesar que te reíste de mí... se que había bondad en ti — pero al final todo había terminado agolpándose en su mente, y su derrumbe interno ya no tuvo freno.

No obstante, aunque le doliese en el alma lo que le había revelado la cruda verdad, al menos había logrado encontrar la pieza del rompecabezas que le faltaba y con eso podía urdir un plan y dar un primer paso para frenar la oleada de crímenes. El dato que conectaba a todas las personas asesinadas era que en el pasado se habían burlado o tratado mal a Piccolo. Nadie había podido unirlos antes porque no sabían el pasado del joven jefe de la mafia, pero Gohan había sido harina de otro costal, pues él conocía ciertos detalles de boca de su antiguo amante.

 Según se acordaba, si sus memorias no le fallaban, aún quedaban dos personas más por ser asesinadas, así que el plan del detective consistía hacer guardia en quien suponía podría ser la siguiente víctima. Así estaría alerta y con el consiguiente seguimiento acabaría dando con Piccolo. Tenía un cincuenta por ciento de posibilidades y, además, no tenía nada que perder por intentarlo.

Sólo tuvo que esperar tres días, en los que había estado las 24 horas en el mismo lugar, pero que habían terminaron dando sus frutos.

Entre la oscuridad que engullía el patio de la casa de la potencial víctima, Gohan pudo divisar una alta figura que intentaba colarse por la valla.

— No lo hagas — esas fueron las primeras palabras que le había dedicado tras tantos años de ausencia, mientras dejaba que su cuerpo emergiera de la penumbra para revelarse ante él.

— Gohan — el primer impacto fue inevitable. Verlo allí, después de tanto tiempo alejado y sin haber tenido ni la más mínima noticia sobre él, en ese instante le estaba haciendo mella... pero no tardó en recobrar aquella aura de frialdad y desprecio hacia el mundo — no debiste volver — entonces lo contempló de arriba abajo como quien observa a un insecto, con los ojos fijos en la esbelta silueta del joven detective.

Esa forma de observarlo a Gohan no la había pasado por alto, pues le había helado la sangre. Jamás le había visto una mirada como esa, era como si su razón se hubiera desvanecido sin posibilidad de un retorno.

— Por favor, tú eres mejor que esto — intentó apelar el moreno.

— Todavía crees eso, a pesar que me reí de ti... solo soy un maldito, debo matar o morir — gruñó por lo bajo apretando los puños — para eso fui criado.

— Tú no eras así cuando estábamos juntos, siempre he creido que alguien te impulso a decirme esas cosas — dijo Gohan, en un afán desesperado por hacerlo reaccionar, que recapacitará.

— Eso sólo fue una ilusión, para ti y para mí — respondió impasible sin quitarle los ojos de encima, como un tigre que estudia los movimientos de su presa — algo que nunca pasó. Yo siempre he sido un asesino, y un desgraciado — puntualizó.

— No, hubo un tiempo en que eras bueno, a pesar de todo todavía creo en tí — reclamó el moreno, que efectivamente no había perder la fé, no con él.

Piccolo entonces cerró los ojos casi con pesadumbre, como si se remontará a su pasado y quedará ausente en su presente.

"— ¡Maldito, eres demasiado blando! — gritó Daimaku, enfurecido mientras le daba patadas añ cuerpo de su hijo, que estaba en el suelo — no he podido hacer salir ese demonio que sé que vive en ti — de nuevo, otra patada en plena boca del estómago — obligué a tu madre a matarse frente a ti y no reaccionaste — comenzó a enumerar mientras recobraba el aliento tras la brutal paliza que había llevado a cabo — he golpeado tanto tu cuerpo que ya me aburrí, te he hecho matar... — y entonces el devastador silencio fue roto por su vil y oscura risa — creo que deberé buscar al maricón. Sí... si lo mato tal vez despierte eso que quiero ver en ti.

Nuestros demoniosWhere stories live. Discover now