Capítulo 6

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Gohan podía entender perfectamente que esa imagen que había descubierto hubiera sido irrelevante a ojos de los demás investigadores, pero para él, con la gran capacidad de observación y análisis que poseía, fue muy claro que estaba en frente del caso de un asesino en serie.

De inmediato se encaminó hacia el despacho de su comandante para hablarle de sus especulaciones y teorías, encontrándose con la triste panorámica de que este desoyera sus palabras, sin atribuirles demasiado mérito.

— Sólo son coincidencias — dijo, haciendo un ademán desinteresado con la mano — no son iguales en todos los casos.

— Sí, eso lo sé — siguió Gohan sin perder el entusiasmo — pero si se fija podrá ver que es una evolución de...

— ¿Son estas cosas las que te enseñaron en esa academia? — preguntó su superior frunciendo el ceño, con un gesto agrio plasmado en su rostro — no hay mejor lugar donde aprender a ser detective que en las calles, muchacho — sentenció con toda la intención de despachar al joven detective de su presencia. No quería aceptar que el chico tuviese razón porque él personalmente ya había investigado todo hasta la saciedad y no se había dado cuenta del detalle que el joven le acababa de señalar. Por eso, resentido, terminó desestimando los hallazgos — no vayas a hablar con el comandante sobre esas tonterías ¿Entendido?

— Como diga, Señor — Gohan salió molesto del despacho, rumiando sobre sus nuevos descubrimientos.

Estaba claro que en un ambiente tan competitivo como ese, nadie querría que otro lo eclipsara. Lo comprendía, pero ese dibujo le recordaba a...

Una noche más de tantas, dos años después de haberse instalado junto a su familia a esa casa en Inglaterra, se había desatado una tormenta que azotaba con intensidad la ciudad entera, iluminando las oscuras calles con estremecedores rayos que hacían temblar las ventanas al resonar los truenos casi al instante. Gohan, quien había permanecido inquieto en su cama, incapaz de dormirse, decidió levantarse y, como atraído por un potente imán, bajó a ver a su amigo que dormía en el sótano. Le pareció buena idea llevarle un sándwich porque supuso que no habría podido ni cenar, pero al abrir la puerta y verlo allí, dormido tan tranquilo y ajeno a todo, no pudo resistir la tentación de acercarse lentamente. Dejó el plato en cualquier parte, pues sus ojos se hallaban encandilados con el rostro sereno de su amigo.

Suspiró al sentirse temblar de ansia y nervio puro, sintiendo un irrefrenable impulso que lo obligó a ir acercando, cauteloso, su mano hacia él. Contuvo el aliento al sentir su suave respirar sobre sus dedos, que ya estaban por delinear el contorno de sus labios... pero en cuanto se rindió a su deseo y lo tocó, el durmiente despertó de golpe, asustado.

Ni tan siquiera le dio tiempo a reaccionar.

Antes de que el  moreno pudiera haberlo procesado, Piccolo ya lo había agarrado del cuello para acto seguido estamparlo sobre la cama, sin mediar ni una sola palabra, se le había subido encima para levantar la mano con la clara intención de golpearlo.

— E-espera, soy yo — habló Gohan intentando mantenerse tan sereno como la situación le permitía, deseando que al escuchar su voz pudiera reaccionar y lo liberase, como ya había sucedido en anteriores ocasiones.

Piccolo, que le mostraba un rostro surcado por la intensa furia, atinó a enfocar sus ojos opacos y sin vida para  fijarse en el joven que yacía bajo su cuerpo al haber escuchado aquella voz que ya reconocía demasiado bien.

Pudo volver a ser dueño de sí mismo, pero no pudo camuflar el decaimiento en sus ojos al saber lo que había estado a punto de hacer.

— Disculpa, yo... — apenas pudo balbucear — yo... — no pudo controlar lo que su cuerpo clamaba por hacer.

— ¿Qué te pasa? — preguntó Gohan, estupefacto al sentir que lo abrazaban.

Fue un abrazo tan fuerte, tan necesitado y tan desesperado que el joven sinceramente pensó que le acabaría rompiendo alguna costilla. Pero no le importaba.

No supo cuánto tiempo transcurrió mientras ambos estuvieron sumidos en aquella unión, pero cuando al fin encontró el valor para separarse de su cuerpo, Piccolo lo miró fijamente. Como alguien sediento frente a un oasis en mitad del desierto que era su vida.

Y entonces todo pasó demasiado rápido.

Piccolo acercó su boca a la del moreno y sin previo aviso lo besó con pasión desenfrenada. Gohan no hubiera esperado algo así bajo ningún concepto, pero eso no le impidió volver a tener la situación bajo control y responder a esos entregados labios con igual intensidad, disfrutándolo como nunca en su vida hubiera imaginado poder hacerlo. Casi se sentía desfallecer estando entre sus brazos, sintiendo que su corazón desbocado amenazaba con salírsele del cuerpo.

Aquello era delirio puro. Y no pensaba perder la oportunidad.

Los minutos carecieron de sentido en cuanto las caricias de ambos se volvieron más atrevidas, queriendo sentir al máximo el cuerpo del otro, extasiados, deseando ir más allá al quitarse la ropa el uno al otro. Tanto se desbordaron ahí, en aquel sótano, acompañados por la lluvia que seguía arreciando con furia que, al fin, sucumbiendo a sus deseos carnales,  y terminaron haciendo el amor.

El tímido y nublado amanecer los sorprendió enredados entre las sábanas, y Gohan, que no había podido volver a dormirse tras la experiencia vivida, con todo su pesar supo que debía regresar a su habitación si no quería que su madre descubriera que había pasado la noche en el sótano. Siempre era muy cauteloso con sus acciones, pues no quería levantar ningún tipo de sospecha.

Fue a media mañana cuando pudo escabullirse para volver a bajar, pero se encontró con la triste estampa de ver el sótano vacío. Piccolo ya no estaba, y aunque Gohan ya se hubiera planteado aquel escenario en su mente, no pudo evitar sentir cómo su corazón se comprimía en su pecho, apenado. Había querido volver a aspirar el aroma de su amante impregnado en las sábanas cuando, al ir acercándose, vio que en una de las paredes había dibujado un escorpión. Y aunque aquello lo removió por dentro y le despertó un sinfín de dudas, no tardó ni un segundo en borrarlo dado que no quería tener que inventar nuevas explicaciones por eso.

Varios días pasaron en los que no supo nada de Piccolo hasta que una noche, cuando ya estaba acostado intentando conciliar el sueño, escuchó pequeños toques en su ventana. Como un resorte se levantó para abrir, intentando mantener el silencio que reinaba en la casa, cuidándose de no hacer el menor ruido. Sonrió abiertamente cuando, afuera, lo vio a él que entró rápidamente.

— Hola — saludó Gohan bajando la vista para que Piccolo no notase su ligero rubor.

— Hola — respondió de vuelta el más alto — ¿Cómo estás?

— Bien... — y de repente se desinfló, con las palabras atascadas en su garganta.

Nuestros demoniosWhere stories live. Discover now