Capítulo 13

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En la puerta del cuarto de su hijo, como una estatua de cera, estaba Milk casi en estado de shock. Con toda su ilusión había querido darle una sorpresa a su hijo llegando antes de lo esperado, pero la sorpresa se la había terminado llevando ella al encontrarse a su adorado hijo en brazos de un hombre, y lo peor fue que había querido aprovechar la ocasión para llevar a Videl al encuentro, ya que tiempo atrás había decidido que sería su futura nuera.

Y allí estaban las dos, con el horror impreso en sus rostros.

— P-pero... ¿¡Gohan!? — gritó su madre en aguda histeria al recuperarse del impacto.

Los amantes quedaron completamente atónitos sin saber qué decir, asustados.

Piccolo no dijo ni una sola palabra. Veloz como el rayo se había puesto los pantalones y saltado por la ventana desapareciendo de allí como si nunca hubiera estado en esa habitación.

Videl, al ver todo aquello sintió que sus piernas le flaqueaban, que no serían capaces de sostener su peso. Nunca pensó ver algo así, y mientras la imagen que acababa de presenciar se le repetía en la mente una y otra vez, sus ojos se aguaron hasta desbordarse.

— Madre... yo... yo... — Gohan, que estaba hecho un manojo de nervios, no encontraba la forma de hacer brotar sus palabras.

— Videl, ven conmigo — le dijo a la joven en un tono maternal mientras la hacía salir de la habitación. Luego, se volvió hacia su hijo con la acusación poblando su semblante — contigo hablaré después — y tras soltar aquella sentencia que aterró a Gohan, cerró la puerta con llave.

— Madre, no... ¡Piccolo! —su primer impulso fue correr hacia la ventana en busca de su amado, pero ya no fue capaz de verlo en la lejanía.

Quiso saltar al árbol como siempre le había visto hacer a él, pero le resultaba imposible efectuar un salto tan largo, no era tan grande ni tan ágil como el de piel verde, de intentarlo todo cuanto obtendría sería una caída mortal.

— ¡Piccolo! — gritó a todo lo que dieron sus pulmones, alterado y llorando como nunca lo había hecho en su vida.

Fue cuando el joven de piel verde llegó a su casa que se encontró con que la madre de Gohan, acompañada por aquella chiquilla morena, ya había hablado con su padre, quien mostraba un rostro inexpresivo. Impasible.

— Yo me encargaré — accedió el hombre con voz solemne — pero señora, le agradecería que no vuelvan a contactarse, ni usted ni su hijo con nosotros.

— Tiene mi palabra, Sr. Daimaku — respondió la mujer, firme — lo más rápido que podamos nos iremos y no volveremos jamás.

Al quedar solo, meditó un segundo para luego llamar a dos de sus hombres de más confianza.

— Que ese idiota que dicen es mi hijo no salga de su habitación hasta que yo vuelva, en una semana. No voy a posponer mis planes por él.

— Como diga señor — fue lo único que respondieron sus secuaces.

Una semana después de lo sucedido, Milk ya tenía todo preparado, había decidido que lo mejor sería irse a vivir a Francia.

— No me iré — obviamente, Gohan se resistió con todo su ser a aceptar aquello — yo lo...

— ¡No te atrevas a decirlo! — gritó furibunda — él es un degenerado ¡Un violador! Tiene suerte de que no lo haya denunciado.

— No lo denuncias porque no quieres que los demás sepan que lo amo — atacó el adolescente al borde del llanto — te da miedo lo que puedan decir tus amigas.

— No seas insolente, Gohan — advirtió con la voz oscurecida por el enfado — yo te ayudaré a olvidar lo que te hizo.

— ¡Sólo me dio amor, se preocupaba por mí! — defendió el muchacho.

— Mañana nos iremos — haciendo oídos sordos, la mujer se dio la vuelta para salir de la habitación — será mejor que vayas preparando tus cosas.

— Me quedaré — dijo desafiante.

— Soy tu madre — habló mirándolo de soslayo — tendrás que obedecerme — tras aquella fuerte discusión, lo volvió a dejar encerrado.

El muchacho trató de abrir la puerta con todas sus fuerzas cuando unos golpes en la ventana le hicieron aletear el corazón.

— Piccolo — con el rostro iluminado por una sonrisa corrió a abrirle para dejarlo entrar y poder abrazarlo con pasión — por fin viniste, pensé que nunca...

Pero el de piel verde, nada más sentir los brazos del joven rodearlo, lo empujó sin ninguna delicadeza.

— ¿Qué pasa? — con la preocupación latiendo en su interior, Gohan intentaba entender a qué se debía semejante cambio en su actitud.

— Nunca más me busques — soltó tajante.

— P-pero... tú me amas — dijo el moreno en un murmullo apenas audible. Sentía que en cualquier momento desfallecería, que no sería capaz de soportar un rechazo más. No uno que viniera de él.

Piccolo sonrió malicioso ante aquello.

— Sólo quería entretenerme — soltó directo, con aquella sonrisa ladina ensanchándose cada vez más — ¿De verdad te creíste todas y cada una de mis mentiras? — preguntó, a medio camino entre la burla y la incredulidad — qué ingenuo eres.

— Alguien te obliga ha decirme esto, estoy seguro — Gohan, que no concebía nada de lo que estaba escuchando, sólo halló consuelo en su mente al pensar en esa posibilidad — no te preocupes, soy capaz de luchar contra todos por ti — dijo convencido avanzando lentamente hacia él.

— Qué estúpido — riéndose con fuerza, volvió a empujar al joven para seguir manteniendo una distancia prudencial — entiende que no te amo, que nunca te amé ¿Escuchaste? — escupió con desprecio — no quiero volver a verte.

Gohan, desesperado, intentó abrazarlo de nuevo creyendo que sí había soluciones, que no estaba todo perdido, pero Piccolo cortó su tentativa con un fuerte puñetazo en el estómago que lo lanzó al piso.

— ¿Cómo crees que voy a estar enamorado de un cerebrito como tú? — rio con sorna una vez más — eres débil, y siempre lo serás, fue entretenido por un tiempo, lo reconozco —admitió con cierta altanería — pero si no hubiera aparecido tu madre, hubiese sido yo el que dejara de venir — luego, inclinando su cuerpo hacia el joven, susurro cerca de su oído — solo eres un maricón de mierda.

Tras decir aquello, volvió a irse por donde había entrado sin mirar atrás.

Corrió sin control hasta que sus piernas se adormecieron por el dolor, intentó con todas sus fuerzas no estallar en un llanto rabioso. La noche en que su madre, bajo la amenaza de su padre, se había sacrificado para protegerlo, Piccolo se había prometido a sí mismo que nunca más volvería a llorar.

Mientras Gohan estuviera bien, él soportaría cualquier cosa que su padre le hiciera. Sabía que cuando llegara a su casa ya no podría salir como antes, y los golpes y maltratos se incrementarían.

En cuanto abrió la puerta y cruzó el vestíbulo, Piccolo se encontró con su padre que había llegado de su viaje, a sus pies estaban los cuerpos sin vida de quienes habían quedado cuidándolo, Daimaku no perdonaba los errores, lo estaba esperándolo en la entrada de su oficina, evitarlo no era una opción y el joven lo sabía, y menos cuando éste le ordenó pasar a su despacho.

Nuestros demoniosWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu