Capítulo 14

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Piccolo no tuvo más remedio que obedecer, y entrar en la oficina de su padre.

El joven quedó parado en medio de la habitación viendo cómo Daimaku, se sentó en su sillón favorito con las manos juntas y los dedos entrelazados, desde donde parecía meditar mientras lo observaba. Eso a Piccolo le dio más miedo que si se hubiera puesto a gritar o a golpearlo como solía ser su costumbre.

Sin embargo, Piccolo no se amilanó. Por Gohan. Todo lo que había hecho y lo que estaba haciendo era por él, para protegerlo.

— Así que allí era donde pasabas las noches — dijo su padre por lo bajo, pero sus palabras llegando afiladas y cristalinas a los oídos del joven.

— Padre, yo...

— Ya tienes diecisiete años — cortó, evitando escuchar cualquier excusa barata — pensé que te escapabas para estar con alguna mujer, estaba orgulloso pensando en que pronto podrías hacerme abuelo — se levantó del sillón, cadencioso, para ir acercándose a él con la mirada fría, se veía serio y tranquilo, infundiendo justo lo contrario en su hijo — en cambio, resulta que te ibas a meter en la cama de un chiquillo. Me avergüenzas — espetó con severidad — pero lo solucionaré enseguida, sabes cómo ¿Verdad? —dijo enarcando una ceja.

Y Piccolo no pudo hacer más que ponerse en guardia sabiendo lo que se avecinaba, pero fue un intento vano, pues su padre poseía técnica y maestría a la hora de golpear, sabía bien cómo hacerlo y qué puntos atacar. Fue cuestión de minutos para que Piccolo quedara tendido en el suelo sangrando profusamente por las heridas que le produjeron los golpes que recibió.

— Ahora me encargaré de ese maricón de mierda — sentenció el hombre, empezando a salir por la puerta de la oficina.

— No padre, por favor — suplicó el joven intentando levantarse del suelo— haré lo que quieras, soportaré lo que sea, pero no le hagas daño.

Tras unos pocos segundos que pesaron en el alma de Piccolo, al fin su padre se dignó a observarlo y darle una respuesta.

— Lo pensaré — concedió.

Luego lo tomó de un brazo y a rastras lo llevó a una habitación donde lo dejó encerrado, ese lugar tenía barrotes en las ventanas y la puerta se cerraba por fuera con un candado.

Piccolo, tirado allí de cualquier modo, agradeció internamente haberse anticipado a los planes de su padre, y haber podido escapar de quienes lo vigilaba para ir a romper sus lazos con el chico que amaba.

Como un preso desdichado, así se sentía ahora. 

Pero todo merecería la pena si así conseguía salvar a Gohan. A su Gohan.

— Adiós, amor mío — dijo mientras sus párpados comenzaban a pesarle.

Pero hubo algo que ni Piccolo ni Gohan, ni nadie más supo.

Y fue que en la casa de Gohan, justo al lado de la ventana donde había estado el joven moreno llorando luego de que las crudas palabras de Piccolo hicieran mella en él, Videl había estado escondida, viéndolo y escuchándolo todo.

— Un poco antes de la muerte de Gohan fui a verlo, escuche un ruido en su sótano y no me dejo bajar, dijo que había sido un ratón, por eso supuse que allí estuvo escondido Piccolo. Por favor, no le cuentes a nadie esto — fue lo único que pidió Videl tras terminar el relato de su versión, de lo que ella sabía — no quiero que su nombre quede enlodado, más por un tipo que jugó con sus sentimientos de esa manera.

— Haré lo que pueda — concedió L, que se sentía satisfecho al haber podido recolectar una información más que sustanciosa.

Luego, mientras la mujer abandonaba la habitación, el detective se dio vuelta y siguió revisando archivos en el computador.

Luego, mientras la mujer abandonaba la habitación, el detective se dio vuelta y siguió revisando archivos en el computador

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Una semana más pasó, y L no había encontrado nada más. No podía creer que Gohan hubiera planeado una venganza contra Piccolo por haberse burlado de él cuando eran adolescentes. Debía haber otra explicación. Solo descubrió un rumor del bajo mundo: que el joven de piel verde había estado desaparecido un tiempo antes que encontrarán su cuerpo en esa explosión. Todo era muy extraño.

Había revisado más de mil veces las fotos de los escombros, pero nunca encontraba nada relevante, pero si curiosos. En esas imágenes había visto restos de cadenas, barrotes y lo que parecían ser pedazos de algún tipo de mecanismo, que al final terminó reconociendo los trozos como pertenecientes a cámaras de vigilancia.

Al final decidió ir él mismo a ver la casona, de la que ya casi no quedaban ni los cimientos. Una vez allí se puso a revisar por todas partes. Estuvo un buen rato dando vueltas y examinando cada palmo de terreno, hasta que terminó acercándose a lo que quedaba de un gran árbol. Se quedó allí de pie observando el tocón pelado y seco, los planos que había visto de la finca llegaron a su mente, revelándole que ese debía haber sido el famoso árbol por donde trepaba Piccolo cuando iba a ver a Gohan. Curioso, se quedó contemplando la madera agrietada cuando, al acercarse más para mirarlo en detalle, se encontró con el dibujo de un escorpión.

El mismo que ya había visto en el cuaderno de trabajo de su amigo en repetidas ocasiones.

Una fuerte corazonada le instó a revisar más a fondo, palpando en cada rugosidad y cada hueco, como si tuviera la certeza de que ese escorpión no estaba ahí por mera casualidad. Y así fue, pues terminó encontrando un pequeño compartimiento escondido, dentro se hallaba el cuaderno junto a un dispositivo de grabación, conectada a un disco duro externo.

L por fin sentía que su visita al lugar de los hechos había dado sus frutos. Sin perder tiempo, se afanó en sacar el disco duro externo, y volvió a su lugar de trabajo.

Sentado frente a su mesa, observando con cautela el dispositivo, esperaba encontrar en él todas las respuestas que necesitaba.

— Watari — habló a través de un intercomunicador desde su escritorio — por favor, que no me molesten — y tras eso comenzó a revisarlo todo sin obviar ni el más mínimo detalle.

Ahora sí, estaba seguro de que ahí encontraría la explicación a lo que había sucedido.

"Sé que él sabe que tarde o temprano no podré resistir la tentación y abriré esa puerta, a pesar de que estoy seguro que eso me costará la vida, y no sólo la mía, sino que posiblemente la de mucha gente también. Debo encontrar la forma de evitarlo".

Eso fue lo primero que con ojos ávidos había leído L en aquel cuaderno.

Si bien aquella frase tan críptica aún no le esclarecía demasiado, presentía que no tardaría demasiado en poder conectar todos los puntos.

Luego de haber ojeado el cuaderno por encima un par de veces y haberlo sacudido en busca de alguna nota escondida, decidió buscar la primera página y empezar de cero. Al principio le molesto la idea de leerlo porque era el cuaderno de su querido amigo, pero se trataba de eso, de poder esclarecer su muerte para intentar hacer justicia. 

Nuestros demoniosWhere stories live. Discover now