Capítulo 1

148 11 47
                                    

Francia:

Academia de Detectives. La más prestigiosa de todo el mundo.

En un descanso de las clases, dos profesores conversaban sobre sus estudiantes.

— ¿Qué te parece el grupo que saldrá este año? — preguntó uno de ellos, bastante interesado — normalmente casi nadie termina, y ahora serán cuatro.

— Sólo lo mejor de lo mejor se gradúa — respondió el otro, orgulloso de la preparación y formación que se impartía en esa academia — tenemos pedidos de años para que quienes salgan de aquí vayan a trabajar a las mejores jefaturas policiales del mundo ¿Qué piensas de esos dos? — apuntó discretamente a dos alumnos en particular, no muy alejados de ellos.

— Nunca lo reconoceré frente a ellos, pero creo que son los mejores que han pasado por aquí. Aunque son muy distintos el uno del otro — admitió.

— Eso pienso yo también.

Los alumnos de los que hablaban estaban conversando en el patio interior del lugar, sentados en torno a una de las mesas. Uno de ellos era alto, de pelo oscuro y corto con un pequeño mechón que le caía en la frente. Tenía un estilo clásico a la hora de vestir, llevando un chaleco de lana a rombos, pantalón de tela a juego y lentes gruesos. El chico con el que conversaba tenía casi su misma estatura, pero al caminar algo encorvado con las manos en los bolsillos, se veía más bajo. Vestía con una camiseta inmaculadamente blanca y un pantalón ancho oscuro tipo jean, como siempre estaba sentado con los pies sobre la silla comiendo un dulce con toda la naturalidad del mundo. Sus pronunciadas ojeras acentuaban su mirar, haciendo que se asemejara a un mapache.

— Este examen de grado no fue tan difícil comparado con todas las horas de estudio que hemos tenido en estos años — dijo el chico de las gafas — ahora por fin terminamos — añadió con un tinte medio nostálgico mientras estiraba los brazos por encima de la mesa en un intento por destensarse — L ¿A dónde te destinaron? — inquirió, posando su oscura mirada en su acompañante.

— A Japón ¿Y a ti, Gohan? — preguntó de vuelta con voz suave, sin perder detalle de lo que ocurría a su alrededor.

— A Inglaterra.

— Qué coincidencia, dicen que mi padre era de allí — comentó, sin apenas haber variado la expresión de su rostro.

Algo a lo que muchos no habían podido acostumbrarse era, precisamente, a esa expresión neutra que no facilitaba el saber que pasaba en el interior del joven.

— Mi familia es de Japón — siguió Gohan con una sonrisa distendida ante la casualidad — aunque hemos recorrido muchos países hasta asentarnos en Francia — siguió explicando, habiendo variado el tinte de su voz sin haberse percatado de ello. Casi como una especie de nostalgia — a decir verdad, mi papá murió apenas llegamos aquí, de un ataque al corazón, por eso mamá no quiso irse a otro país.

— Me imagino, yo pasé por algo así — correspondió L — incluso luego de entrar al orfanato.

— Estuvimos varios años en Inglaterra. A decir verdad, todavía tenemos una casa allí, queda en las afueras de Londres. Mira — habló mientras rebuscaba en su bolso para mostrarle una fotografía. Era una casona gris, muy grande, con uno de esos estilos clásicos anglosajones que imponía a simple vista.

— Se parece al orfanatorio donde crecí, con un gran ático y un subterráneo.

— Así es, esta casa tiene un subterráneo para esconderse de las bombas que... — dejó la frase a medio terminar, pareciendo que en su mente se agolpaban recuerdos de algo remoto. Algo que se reflejó en el matiz de su mirada ahora melancólica. Triste.

— ¿Qué te pasa? — preguntó L sin perder el interés, mirándolo fijamente.

L tendía a dejar los rodeos a un lado, no era muy dado al tacto por más que lo intentara, algo que lo llevaba a ser percibido por el resto como una persona fría y desinteresada que podía romper los sentimientos de cualquiera con tan sólo una simple frase. Algo que, personas como Gohan, cercanas a él, desmentían totalmente al momento de empezar a conocerlo con cierto grado de profundidad.

— Son sólo recuerdos — dijo cambiando su semblante y plasmando una pequeña sonrisa en sus labios. Prefirió cambiar de tema y enterrar esas memorias antes que seguir indagando en ellas — todavía tengo unos familiares en Japón ¿Quieres que les pida que te acojan?

— No, gracias Gohan. La comisaría me va a dar un lugar, además yo no necesito mucho espacio — resolvió mientras terminaba de llevarse a la boca un pequeño brownie de chocolate.

— ¡Y que lo digas! — rio resuelto — estos años he sentido como si fuera el único en nuestra habitación.

— Y ¿Qué me dices de la chica con la que salimos esa noche? — indagó L, quien no osaba quitarle los ojos de encima, sin variar ni su semblante ni su postura.

— Humm... te refieres a Videl — sonrió  Gohan con un tinte de ternura en su voz — ella es una buena amiga, tuvimos historias de vida parecidas ya que su padre también era luchador, pero nada más — aseguró — mamá siempre quiso que fuéramos algo más, pero no la quiero, no al menos de esa forma ¿Y tú no dejas a nadie aquí? —preguntó con una mueca cómplice, aunque lo que L interpretó fue que quería desviar la conversación de su persona.

— A nadie — respondió L, que había decidido reposar sus manos sobre sus rodillas mientras observaba al frente, perdiendo la vista en la lejanía — no creo que exista una mujer que sea capaz de comprenderme.

— Hablas como un anciano — rio de nuevo Gohan, sintiendo su respuesta exagerada — no porque en aquella ocasión las cosas salieran mal, quiere decir que no vayas a conocer a nadie en un futuro.

El de lentes soltó un suspiro superficial tras haber respondido, e imágenes de cuando salieron con la amiga de Videl se pasearon por su mente, llevándolo a reír internamente al recordar la forma en que Marron había contemplado a L. La rubia había estado interesada en él al saber que era el otro mejor estudiante de la academia de detectives, pero el verlo con aquel atuendo tan simple y descuidado, junto a su forma de sentarse tan peculiar, se había llevado una gran decepción. Además, nunca lo había creído cuando dijo que poner las piernas en cuclillas servía para mejorar sus deducciones. La joven se había mofado de aquello y L, aunque hubo desoído toda su crítica como si fuese el ser menos interesante que había pisado la faz de la tierra, no quiso dejar escapar el momento. Con apenas una sola ojeada la había analizado sin el menor esfuerzo sacando en claro que, por su forma de vestir, su madre era una mujer de carácter fuerte, y que su padre era un hombre más tranquilo y risueño, aunque sus deducciones no sólo quedaron en la superficialidad. 

Lo gracioso del asunto fue que, tras las pesquisas de L, tan acertadas, Videl había empezado a considerar sentarse así también.

Nuestros demoniosWhere stories live. Discover now