Capítulo 32

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Sabía que la caja fuerte estaba en el despacho de mi padre, así que ese era mi objetivo.

Eran las seis y media, no sé a qué hora volvían mis padres, así que me puse manos a la obra.

Necesitaba una distracción, los guardias no dejaban de mirarme y seguir mis movimientos. Había poca cosa que yo pudiese hacer para distraer a los guardias sin que me echasen la culpa de ello. Así que, tras diez intensos minutos de pensar en qué hacer, decidí inspirarme en cualquier película de adolescentes: encender la alarma de incendios.

Sencillamente bajé a la cocina de nuevo y rebusqué en los cajones, en busca de una cerilla. No había cajas de cerillas por casa, mis padres nunca habían dejado estas cosas a mano porque decían que si necesitaban encender alguna vela, ya lo harían por ellos. La humildad.

Menos mal que no encontré al tal Jesse por allí, supongo que estaría en un descanso.

Los cocineros me ignoraron por completo mientras buscaba en los cajones. Me fijé en la comida que hacían, había demasiado para mí. Dudaba que mis padres se pasasen por allí a cenar, e igualmente era demasiado para mis padres también.

Deje el tema apartado y me guardé una pequeña caja de cerillas en el bolsillo. Caminé hasta el primer detector de humos que encontré y me subí a una silla. Bueno, en ese momento me di cuenta de lo absurda que había sido mi idea.

- Joder. - maldecí.

¿Cómo van a ser los techos de una mansión? Pues literalmente de tres metros de alto por lo menos.

Bajé las manos y miré el detector de humos como si fuera el demonio.

- ¿Qué estás haciendo?

Casi me caigo de la silla del susto. Me agarré a ella a tiempo antes de caerme, miré a la persona que estaba apoyada en el marco de la puerta, mirándome con una sonrisa extraña.

- Nada. - respondí.

¿Qué explicación podría darle a estar subida a una silla en medio de un comedor enorme? Puse los pies de nuevo en el suelo y la silla en su sitio. El tío del tatuaje en el cuello me observó en el proceso.

- ¿A dónde vas?

- A poner más distancia entre nosotros, me resulta extraño que los guardias no te hayan echado a patadas de aquí.

Intenté pasar por su lado, pero él me cogió del brazo y me obligó a pararme en seco a su lado.

- Soy muy bienvenido por todos en esta casa.

- Puedes añadirme en la lista de personas a las que no les gustas.

- No te hagas de rogar Samantha.

- ¿Cómo te llamabas?

- Ronnie cariño, pero llámame como quieras.

Me guiñó un ojo y yo me solté de su agarre.

- Pues bien... - me lo quedé mirando con desprecio - pinta y colorea... - quizás no haya sido el mejor mote - déjame en paz o yo misma te sacaré a patadas de aquí.

Seguí caminando con las cerillas en la mano. ¿Habría detectores de humo en los baños?

- ¿Acaso necesitas ayuda en algo?

- Déjame en paz.

Seguí alejandome de él y cuando puse un pie en el primer escalón de la escalera, volvió a hablar.

- Ya que has usado conmigo el mayor insulto que ha podido oír Europa, te ruego que me concedas el honor de ayudarte en tu cometido.

A veces no sé porqué abría la boca. Nunca se me ha dado bien hablar con la gente, soy más de saber actuar y acababa de hacer el ridículo.

20cm InolvidablesWhere stories live. Discover now