Capítulo 30

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Pasamos a la siguiente sala, que como bien he dicho, era igual que su casa de las Bahamas. Al cruzar esas puertas, enseguida pude encontrar a mi madre sentada en uno de los refinados e incómodos sofás, con una taza de café en la mano.

Nuestra presencia la hizo dejar la taza encima del platito a juego y levantarse con un "¡Oh!".

- ¡Atenea!

- Hola mamá.

Como siempre, Amanda Ferrari iba de punta en blanco, con una americana a juego con la falda de tubo que le llegaba por debajo de las rodillas, de un color perla y una camisa blanca debajo los zapatos que iban a juego con la camisa y eran de un tacón bajo.

Corrió hacia mí como un pingüino con los brazos abiertos. Sonreí por lo cómico de la situación, pero la abrace de todos modos.

- Estás estupenda, mírate, preciosa...¿No has podido cambiarte?

Vaya, habíamos empezado muy bien la conversación y sus halagos me estaban agradando, pero evidentemente, mi madre, es mi madre.

- No mamá, he estado demasiado ocupada en el avión como para irme de compras.

- Bueno, no importa, tu habitación ya está preparada con la ropa necesaria, deberías de ir a darte un baño y asearte, ya verás, te va a encantar la ropa que he escogido.

- No me cabe duda.

- Emilia, lleva la señorita Ferrari a su habitación y muéstrale dónde está la ropa nueva, cumple todos sus deseos.

Me giré para ver a Emilia, una señora de unos sesenta años que llevaba un traje de color gris oscuro con un delantal encima.

Pobre Emilia.

Ella asintió con una sonrisa y con la cabeza me pidió que la siguiese, yo me despedí de mis padres y la seguí por la casa ,estaba encantada de poder escaquearme de alguna conversación con ellos.

Evidentemente, cuando salí de esa habitación enseguida me puse a buscar a una cara conocida. Subimos por las escaleras y seguí buscando, pero no encontraba a nadie, tampoco había oído que Lydia se quejase por aquí.

Ya me sabía la distribución más o menos de la casa, así que llegar hasta mi habitación fue algo sencillo, era un poco más grande que mi habitación de las Bahamas, pero estaba distribuida de igual forma. Aburrida, blanca, minimalista... Sin personalidad.

Una de las muchas razones por las que no podía volver a casa con mis padres.

- Gracias Emilia, ya sé dónde está mi vestidor, esta habitación es igual que la que tenía en las Bahamas así que no te preocupes, no hace falta que me lo enseñes, muchas gracias, puedes retirarte.

- Pero...

- Insisto.

- De acuerdo señorita, si necesita algo toque el timbre.

- Gracias, lo haré.

Se despidió y salió de mi habitación cerrando la puerta tras de ella.

No quería vestirme, no quería asearme, solo quería salir de esa maldita habitación y buscar a mi prometido para irme de allí con él.

Las ganas de liarme a tiros y salir de allí con él me hacía hervir la sangre, pero no funcionaría, así que de momento haría lo que mi madre me había pedido y me asearía. Tenía tres días para hacer algo y no sabía por donde empezar.

Tampoco sabía exactamente a qué se refería mi padre con "en tres días", pero yo me lo había tomado como una fecha límite. En mi cabeza solo estaba el objetivo de encontrar a Hades, saldría de aquí ya vestida e iría a observar la casa, que sí, era igual que la de las Bahamas, pero la distribución era un poco distinta, tenía la excusa de que me había desorientado.

20cm InolvidablesWhere stories live. Discover now