Capítulo 7

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Qué necesaria había sido esa ducha después de la tarde que me habían dado.

Al parecer, los Europeos cenan muchísimo más tarde, también tienen unos enchufes distintos, cosa que nos había causado problemas, pero por suerte en la entrada del hotel vendían adaptadores, así mi móvil no moría.

A parte de esos inconvenientes, Roma era precioso, menos lujoso que Nassáu, a mi parecer, o al menos que la parte lujosa de Nassáu. Todo era muy... Antiguo, aquí.

Salí de la ducha y me sequé un poco el pelo con una toalla, faltaba una hora para que Sam tuviera su tiempo libre en el internado, quería estar guapo para ella. Me dejé el pelo alborotado porque sé que a ella le gusta más así. Me vestí con una sudadera blanca con capucha y unos tejanos, era noviembre, allí hacía frío, aunque no demasiado, pensé que los inviernos eran más fríos en Europa. Cuando salí de la habitación me di cuenta de que posiblemente era yo el q no tenía frío, Lydia iba con una chaqueta negra y un pañuelo de cuadros rodeandole el cuello, Andy llevaba unos pantalones de chándal y una chaqueta tipo bomber abrochada hasta arriba, Levin iba como yo prácticamente, solo que su sudadera era negra.

— Estamos listos, tardaremos media hora en llegar. — comentó Andy.

— Perfecto, podemos tomarnos algo en la cafetería de en frente. — sentenció Lydia.

Y eso hicimos, nos sentamos en una mesa de la cafetería a comer chocolate caliente con unas galletas de azúcar extrañas. Estaba todo delicioso, pero mi estómago se negaba a ingerir gran cosa, estaba nervioso, alerta, quería pasar a la acción, quería irme ya. Me estaba desesperando allí sentado.

— Oye, yo voy a ir tirando.

Me dispuse a levantarme, ya con la mirada fija en la puerta, pero la mano de Levin se cerró en mi brazo y me obligó a sentarme de nuevo. Accedí a regañadientes y escuché lo que tenían que decir.

— Hades, sabes que somos tus amigos, estamos emocionados y vamos ayudarte, pero queremos asegurarnos de que no cometes ninguna estupidez.

¿Ninguna estupidez? Estaba en Roma, a doce horas en avión de mi casa, creo que es un poco tarde para hablar de estupideces. Sin embargo, no quise recordarle ese pequeño detalle, simplemente asentí como si le comprendiera.

— Lo entiendo, de verdad y no pienso hacer nada, en serio.

— A lo mejor estás en una situación de pánico y cometes algún error, te pido que nos consultes antes Hades, estamos contigo.

Me puso la mano en la espalda y yo asentí, sonriendo, Lydia también puso su mano encima de la mía y me sonrió con compasión. Estaba harto de esa sonrisa de compasión, no estaba triste, al contrario, estaba eufórico, necesitaba salir de esa cafetería de una puñetera vez.

Tras un breve silencio, aparté sus manos de mi cuerpo y levanté la mano.

— La cuenta.

Media hora después, quedaban cinco minutos para que saliera Sam. Estábamos allí, apoyados en el taxi, esperándola. Dios, iba a vomitar, menos mal que me había lavado los dientes, debería haberme traído la colonia, joder ¿llevaría suficiente?

Y entonces las puertas del internado se abrieron, se oía el burbullo de la gente des de lejos, los pasos acelerados y las risas. Cerré y abrí mi puño con nerviosismo mientras analizaba a todos los que salían, cara por cara, todos lo hacíamos hasta que al fin... Ella. Lo vi en cámara lenta, la vi a ella, salir con esa sonrisa, esa maldita sonrisa que tanto me gusta. Juro que se me paró el corazón, dios, no sabía cómo seguía en pie, me quedé tan quieto, temía que si me movía se fuera.

20cm InolvidablesWhere stories live. Discover now