– Podrías ser diplomática – le sugerí.

– Hmm… – ella se llevó una mano al mentón, pensativa – Nunca lo había pensado.

Terminas de comer y salimos nuevamente al vestíbulo de la plaza, deteniéndonos justo en el centro.

– ¿Ahora qué? – me preguntó Haewon – ¿Quieres ir a tomar más fotos?

Comencé a mirar a mi alrededor, echando un vistazo a todos los lugares y personas que nos rodeaban. De pronto, algo captó mi atención. No me había fijado antes, pero la cerca que rodeaba la plaza estaba toda cubierta de objetos coloridos.

Un momento, no eran objetos. Eran… ¿candados?

Me acerqué para ver mejor, con la castaña siguiéndome. En efecto, eran candados, de muchos colores y llenos de dibujos y palabras, algunos con formas diferentes.

– Son candados de amor – me dijo Haewon de repente y la miré – Las parejas suelen colgarlos como una promesa de amor eterno y esas cosas.

Mi boca se abrió formando una O y volví a mirar los candados. En algunos podían leerse mensajes de amor y pequeños corazones dibujados con nombres escritos.

Entonces tuve una idea.

– Espérame aquí – le dije a Haewon.

Caminé mirando alrededor, hasta encontrar la tienda de souvenirs. Entré y compré un pequeño candado. Al salir volví hasta donde la castaña y se lo mostré con una sonrisa. Ella abrió los ojos de más, sonrojándose.

– ¿Q-Quieres que colguemos un candado? – asentí – P-Pero no somos pareja.

– Nadie tiene por qué saberlo. Será nuestro secreto – le dije con una pequeña sonrisa y le guiñé un ojo. Ella se sonrojó aun más y desvió la mirada. Mi expresión se tornó seria en ese instante – A no ser que te sientas incómoda con eso y quieras reservar este momento para cuando vuelvas con tu pareja.

Ella se quedó en silencio, como meditando su respuesta. En ese momento comencé a arrepentirme de mis acciones. Quizás para ella esto era algo muy íntimo y yo había cruzado la línea.

Por dios, soy un tonto.

– Hagámoslo – me dijo, sorprendiéndome.

– ¿Estás segura?

Ella asintió con las mejillas levemente teñidas de rosa y yo sonreí.

– Si crees que es demasiado personal, podríamos hacerlo como un símbolo de amistad. Eres la única amiga que tengo aquí en Seúl. Si es que… ¿somos amigos? – ladeé la cabeza con una mirada interrogante.

Ella sonrió suavemente y asintió.

Abrí el candado con la llave que me dieron en la tienda y le pedí un marcador prestado a un chico que estaba cerca de nosotros, también colgando un candado con una chica que supuse era su pareja. Escribí nuestros nombres en él junto con la fecha de hoy y se lo entregué a Haewon, que lo colocó encima de otro, puesto que no había espacio para colocarlo en la cerca. Nos quedamos observándolo unos segundos.

– ¿Crees que siga aquí si alguna vez volvemos? – me preguntó.

– No lo sé – le dije y la miré con una pequeña sonrisa – Supongo que la única forma de averiguarlo es volviendo.

– ¿Es una cita entonces? – me preguntó ella con una mirada divertida.

Ambos reímos y nos dimos la vuelta, alejándonos del lugar, no sin antes colocar la llave dentro de un buzón que se encontraba allí, destinado para eso, y devolver el marcador.

***

Al salir de la torre decidimos dar un paseo por el Namsan Park. Caminábamos por un sendero un poco empinado, con árboles y arbustos a ambos lados. Estaba cayendo la tarde y estar rodeado de naturaleza transmitía una placentera paz interior que me hacía sentir bien.

Suspiré.

– Hacía tiempo que no venía a un lugar así. Me alegro de que hayas decidido acompañarme – le dije a la castaña con una sonrisa, que ella me devolvió.

– Me alegro de que me hayas invitado. Y si algún día quieres repetir…

– Mi madre habló contigo, ¿no es cierto? – le pregunté, volviendo la vista al frente.

– Al parecer le agradé mucho – me respondió en voz baja, tímidamente – Realmente me sorprendió lo bien que te conoce.

– Es psicóloga, y una muy buena – dije con orgullo – Sabe comprender a las personas. Mucho más a mí, que soy su hijo – le dije con una sonrisa.

Ella suspiró.

– Es bueno tener padres que se preocupan por ti.

– Tu madre también se preocupa por ti, y por tu hermano, ¿no es cierto? – le pregunté con precaución.

– Por supuesto que lo hace, es solo que trabaja demasiado. Jimin y yo tratamos de ayudarla lo más que podemos, pero regresa muy tarde a casa – me dijo con una mirada triste, sus ojos fijos en el suelo.

Sin pensarlo, pasé uno de mis brazos alrededor de sus hombros, intentando consolarla. Sentí como su piel se estremeció ligeramente ante mi toque. Seguramente ella no estaba muy acostumbrada al contacto físico.

– ¿Te digo algo? – la miré con una sonrisa – Tu madre debe de estar muy orgullosa de ti. Eres una chica lista, fuerte e independiente, y estoy seguro de que ella es capaz de ver eso.

Sus mejillas enrojecieron y me sonrió agradecida.

– Gracias.

Continuamos nuestro paseo en un agradable silencio, disfrutando del ambiente, la cálida brisa y la compañía del otro.

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Golden Boy [JJK]Where stories live. Discover now