Capítulo 72

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- Bueno.... estábamos preocupados, creímos que... en fin... que estaba previsto que llegaseis antes – se excusó Germán.

- Nos detuvimos en Nairobi más de la cuenta – le dijo la enfermera y sonriendo señaló a Sara – y esta que parece un choto, ¡hemos tenido que pararnos al menos cuatro veces por el camino!

- La culpa es de éste – señaló Sara a Jesús - ¿qué me diste para que se me pasara la gastroenteritis? – lo miró acusadora pero sus ojos bailaban pidiéndole ayuda.

- Un brebaje que me enseñó Germán de la medicina Yoruba – sonrió feliz al ver que estaban bien – pero olvidé los efectos secundarios y....

- Pues hablando de eso, yo me voy corriendo al baño – lo interrumpió Sara cumpliendo lo que había dicho y saliendo a la carrera.

- ¡Espera! – gritó Jesús corriendo tras ella.

Germán miró a Alba y sonrió.

- Vaya dos – ladeó la cabeza esbozando una sonrisa - ¡Ay! niña.

- En serio estabais ya preocupados – dijo mirando el reloj – no es tan tarde.

- Lo sé pero... en fin – la abrazó y se separó de ella – como la cosa está como está.

- Hemos hecho un viaje muy tranquilo y hasta nos ha dado tempo de dejar a los niños en el orfanato.

- Eso no era lo planificado – frunció el ceño.

- Íbamos bien de tiempo y así mañana no hay que...

- ¡Joder, ya sabía yo que el retraso era por algo – gruñó – seguro que ha sido idea tuya.

- Pues sí – sonrió sin negarlo – quería tener mañana el día libre.

- Ya... - dijo comprendiendo sus razones y ante la extrañeza de la enfermera que se esperaba una bronca sonrió - anda, ve a la cabaña que hay alguien que estaba más preocupada que todos nosotros.

- ¡Nat! ¿por qué no estaba aquí con vosotros?

- Bueno... le dije que descansara.

- ¿Por qué! ¿no se encentra bien?

- Sí – la miró con seriedad – anda entra a verla.

- ¿Qué le pasa?

- Nada, niña, ¿qué quieres que pase?

- Vale – lo miró sin creerle – tengo que hablar contigo – le dijo señalándolo con el dedo, cuando ya se alejaba.

- Estaré en mi despacho – elevó la voz para que lo escuchara.

- Ahora nos vemos – gritó apretando el paso camino de la cabaña estaba desando ver a Natalia, abrazarla y besarla con toda su alma, ¡la había echado muchísimo de menos!

La enfermera subió los escalones de dos en dos y abrió la puerta de sopetón, viendo a Natalia junto a la ventana con las gafas puestas y leyendo, tan tranquila, ¡y Germán decía que estaba preocupada!

- ¡Ya estoy aquí! – exclamó entrando con una sonrisa que alegraba su rostro. Natalia levantó la vista y su rostro se iluminó, ¡Alba estaba allí, mirándola burlona, con su vestimenta llena de polvo rojo del camino, el pelo alborotado y más bella que nunca! o eso le pareció a ella.

- ¡Mi niña! – respondió contenta soltando la revista en la cama, mostrando su sorpresa.

- Creí que saldrías a recibirme – le dijo con ojos bailones mofándose de ella desde la puerta - ¿No has oído los camiones?

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