- ¡Claro que no! – exclamó divertida con su ocurrencia – no me refería a eso, me refería a lo que te pasa a ti, ¿crees que no me he dado cuenta?

- No sé, creí que solo tenías ojos para Nat.

- Pues no – sonrió – es cierto que he estado muy pendiente de ella pero, también tengo ojos para los demás y, sobre todo, para ti.

- Solo le consulté a Nat una cosa por si... ella... podía ayudarme – le confesó – pero...

- Pero ¿qué? ¿no puede ayudarte?

- Lo va a intentar.

- Seguro que si puede lo hará – apoyó su mano sobre la de la joven – Nat es así, parece hosca y borde, pero ¡tiene un gran corazón!

- La quieres mucho ¿verdad?

Alba asintió con los ojos humedecidos, no sabía por qué, pero tenía una sensación extraña. Se había despertado contenta, llena de euforia y felicidad y el estar con Natalia le había dado una fuerza increíble para enfrentarse a su trabajo y a los riesgos sin temor, pero desde que Natalia hablara con ella sobre su presentimiento tenía la impresión de que le había contagiado esa sensación de que iba a ocurrir algo y eso la tenía nerviosa y deseando regresar a su lado.

- La echo de menos – musitó.

- Eh... ¡vamos! si solo van a ser unas horas, seguro que Germán está pendiente de ella.

- Ya lo sé es que... ha sido algo que me dijo esta mañana y que... me ha hecho... pensar en nuestra relación.

- ¿Crees que ella... no está segura?... me refiero a... a estar contigo.

- No – sonrió – no es eso, es... una tontería mía... tengo la sensación de que... le pasa algo y yo... no estoy allí para ayudarla.

- Eso se llama fase peguntosa – bromeó – esa fase "pegamín" en la que solo deseas estar ...

- ¡Serás payasa! Nat y yo tenemos eso superado, nos conocemos desde hace años y...

- Y os habéis vuelto a enamorar, ¡si no hay más que veros! – soltó una pequeña carcajada – lo que yo te diga ¡fase pegamín!

Alba la secundó riendo también.

- La verdad es que me cuesta separarme de ella, ¡no quiero ni pensar en Madrid!

- Eso es lo que te pasa a ti, que ya estás pensando en la vuelta.

- Es que me preocupa y mucho, ¡no imaginas la vida que llevaba Nat allí!

- Bueno, es una mujer inteligente, sabrá cómo hacer las cosas para estar contigo si es lo que quiere.

- Yo también lo espero – suspiró – pero... - la miró fijamente y guardó silencio.

- ¿Crees que no lo hará?

- Creo que lo intentará – comentó desviando la vista, Sara tenía razón y ella no estaba segura de que Natalia cumpliese con sus promesas, y no porque no la creyese, sino porque estaba convencida de que nadie se lo iba a poner fácil, las imágenes de María, de Sonia, incluso de Teresa pidiéndole que no le hiciera daño vinieron a su mente y ensombrecieron su rostro.

- Seguro que lo hará – le sonrió afable – confía en ella.

- Lo hago – apretó los labios en una mueca de circunstancias sin revelarle sus pensamientos ni sus dudas.

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