- ¡Muchísima! Pero... ¿ya lo has preparado! ¿cuándo?... no te he escuchado.

- Estabas muy... muy dormida – le confesó con ojos bailones dándole un pico.

- ¿A qué huele?

- Bueno... aquí no hay mucho donde escoger, así es que... ayer me traje un poco de matooke

- Eh... - dudó con una sombra de temor – ¿qué es eso?

- Es un guiso típico de aquí, con guisantes y bananas.

- ¿Un guiso! pero... ¿cuándo nos vamos! lo digo porque en el avión... si me mareo... - intentó buscar una excusa para no probarlo, solo pensar en ello le revolvía el estómago.

- Aún quedan un par de horas, come tranquila – le dijo burlona traduciendo a la perfección sus pensamientos – salvo que como eres una tiquismiquis no quieras probarlo, pero deberías tomar algo que luego es peor.

- Eh... ya... ¿guisantes y bananas has dicho?

- Si – respondió seria frunciendo el ceño, mostrándose fingidamente molesta – ya sabes que Germán quiere que tomes plátanos y que....

- Eh... ya lo sé... pero... no puedo comer tanto plátano – habló conciliadora – voy a necesitar doble ración de laxante – bromeó intentando que no se enfadara.

- Pues vas a tener que comerlo – respondió con firmeza y el ceño fruncido aunque sus ojos mostraban lo que se estaban divirtiendo con su apuro.

- Eh... si... vale... lo... lo probaré – se decidió con una sonrisa de agradecimiento que a todas luces era engañosa. Tendría que tomar de aquel guiso. No podía hacerle el feo de no probarlo, bajo ningún concepto quería molestarla, ni enfadar y mucho menos hacer nada que estropease ese viaje de ensueño.

Alba soltó una enorme carcajada, volvió a la cama y ante la perplejidad de la pediatra la besó con tanta pasión que encendió de nuevo su deseo.

- Me encantas cuando pones esa sonrisa, cuando intentas disimular.

- ¿Disimular yo? – preguntó Natalia haciéndose la inocente – yo no disimulo nada – se hizo la ofendida

- Bueno pues... ¡me encantas cuando aparentas!

- ¿Yo aparento! ¿qué aparento? – le preguntó torciendo la boca en una mueca entre divertida y molesta, pero no logró engañar a la enfermera, sus ojos bailones la delataron.

- Que puedes comer de todo, que quieres algo que no quieres – le dijo acariciándola en el antebrazo con suavidad y clavando sus ojos en ella intensamente – si es que aunque intentes corregirte, ¡eres una pija!

- No me gustan los guisos – reconoció encogiendo los hombros y apretando los labios en una sonrisa franca – y menos pensando en montarme en ese avión.

- Ya lo sé – la besó.

- ¿Con que una pija?

- Sí, peor eres una pija encantadora.

- Ah, sí.

- ¡Sí!

- Ven aquí doña perfecta – la atrajo besándola.

- Anda levanta y métete en la ducha, mientras te tostaré un poco de pan. ¿Lo quieres con mantequilla y mermelada?

- Pero... ¿hay?

- Pues claro que hay, ¿de verdad crees que conociéndote te iba a hacer comer matooke? he traído un poco pero es para mí.

- Serás.... – le dijo aliviada, también riendo – te diviertes mucho tú haciéndome rabiar.

La ClínicaWhere stories live. Discover now