- Princesa... - musitó con los ojos humedecidos por la emoción – siento tanto todo lo que te pasó, si yo no....

- Chist – la silenció imaginando lo que iba a decirle – soy yo... la que me he sentido durante mucho tiempo culpable.

- ¿Culpable tú! pero... porqué, ¿qué culpa podías tener tú?

- Sí – suspiró de nuevo incorporándose y clavando sus ojos en lo de la pediatra - me sentía tan culpable por haber cedido, por no haber luchado, por haber sobrevivido y a la vez sentía ¡tanto asco! que no podía hacer mi trabajo, no podía dormir, no podía comer.... y... lo perdí todo, ¡todo! Y... llegó un día en que... pensé... pensé en acabar de una vez, en... dejar de molestar y terminar con todo... y.... pero... pensé en mi madre y... quise ir a... a despedirme de ella – le confesó bajando los ojos avergonzada por su debilidad, Natalia recordó las palabras de Teresa, recordó que pensaba que Alba estaba enferma o que le ocurría algo y fue ahora ella la que se estremeció al pensar lo cerca que había estado de perderla – pero... cuando llegué a Madrid y.. sin tiempo de pensar en nada... apareciste tú ... la posibilidad de volver a verte y... y... pensé que... - se calló y Natalia respetó ese silencio, abrazándola – no vuelvas a decirme que tienes que devolverme algo porque no me debes nada, eres tú la que has logrado que se borren mis pesadillas, has logrado que me sienta segura, que desaparezca ese olor para siempre, has logrado que disfrute de nuevo con un abrazo furtivo, con un beso, has logrado que desee vivir, Nat, ¡me has dado la vida! – exclamó con fuerza – así es que no digas más tonterías.

- Alba... no son...

- Nat, estoy convencida que sin ti, sin tu amor yo... no podría haberlo superado, me das fuerza, me das confianza en mí misma, yo me... me daba asco, tenías razón yo... no me perdonaba por dejar que... me hicieran... por dejar que... Margarette.

- Cariño... ya basta... - intentó interrumpirla, porque no quería oír de nuevo aquello, cada vez que lo escuchaba algo se rompía dentro de ella.

- No, Nat, puedo decirlo, necesito decirlo – la miró suplicante – me ... me violaron – bajó los ojos, sabía que no era la primera vez que pronunciaba esa palabra ante ella, pero tenía la sensación de que esa noche era diferente, que el vínculo que habían creado era distinto y que sí que era la primera vez que pronunciaba esa palabra en voz alta y le había costado muchos meses asimilarlo en su mente, pero pronunciarlo tan rotundamente aún más, y ahora, allí, junto a ella, lo reconocía y sentía una enorme liberación – no uno, ni... dos – musitó descubriéndole aquel detalle – ni siquiera soy capaz de recordar.... cuantos ... cuantos fueron ...

- Alba... - la voz se le quebró no quería que le siguiera contando, le hacía más daño del que la enfermera podía imaginarse, pero era consciente de que lo necesitaba.

- Y tú – la miró can tal intensidad – has conseguido que... ese olor... que... sus manos... sobre mí... que.... no entendía cómo sabiendo lo que sabías yo... no te daba asco, como me lo daba a mí misma, no entendía como... aceptabas mis caricias, como buscabas abrazarte a mí por las noches... como no te repugnaba...

- ¿Repugnarme? – preguntó con una sonrisa tierna y una humedad en sus ojos que mostraba lo turbada que se encontraba – estaría besándote toda la vida, ¡toda! y eres tú la que has conseguido que me olvide de todo, que las piernas que me robó el accidente se conviertan en unas alas, las alas que tú me has hecho sentir, las alas que me elevan a mundos que jamás visité. Tú...

- Nat....

- Princesa.... – la miró con ternura y sin mediar más palabras la besó, dulce e intensamente, sin que por una vez Alba se retirase abandonando el juego que había mantenido hasta ese momento.

La ClínicaWhere stories live. Discover now