Capitulo II: El palacio Adamantino (II/II)

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Mi amiga me dedicó una sonrisa triste y negó ligeramente con la cabeza

—Estoy segura de que serás una excelente reina. Eres la mejor en clases. Tus hechizos son magníficos, tu técnica de espada es casi perfecta, creo que solo Aren te supera y por muy poco. No tienes porqué dudar.

Yo sonreí agradecida de sus palabras, aunque sabía que lo decía solo porque era mi mejor amiga. De todas formas, quería terminar con ese momento melancólico. Ese día de verano era demasiado hermoso para arruinarlo con pensamientos tristes.

—Ven al agua, conmigo —le pedí tirando de su mano.

Ella suspiró y se metió en el agua templada dando un respingo. No me gustaba verla tan taciturna. Empezamos a nadar y a jugar en el agua, no había pasado ni un cuarto de vela de Ormondú cuando el rostro de mi amiga se ensombreció de nuevo. Erika estaba frente al camino y yo de espaldas a él, por lo tanto, ella podía verlo mientras que yo no. Al notar que de pronto se tornaba pálida y después se ruborizaba me volví. Me encontré con que Dormund acababa de llegar.

No vestía su acostumbrada armadura ligera con la que ayudaba en las clases. En su lugar tenía una sencilla ropa blanca de lino, holgada. Parecía dispuesto a darse un baño. El aspecto desenfadado que lucía lo hacía ver más atractivo. Su largo cabello oscuro, que habitualmente usaba recogido en una cola de caballo, estaba atado en un moño suelto.

Sí, era evidente, él quería disfrutar del agua de la cascada, sin embargo, al vernos se dio la vuelta regresando por donde vino. Ni siquiera nos dijo una sola palabra, pero me pareció que antes de irse, su mirada azul, fija en mi amiga, era extraña.

La miré a los ojos y no supe descifrarlos, parecía perpleja y avergonzada. Antes de que pudiera decirle algo, ella se hundió en el agua y nadó lejos de mí.

¿Por qué tenía que llegar Dormund y arruinar nuestro rato de diversión?

Erika volvió a salir a la superficie, sus ojos estaban enrojecidos, su expresión aún más desconsolada. No sabía qué hacer. No era para tanto que se pusiera así. Ella no era la mejor de la clase, pero tampoco la peor. No creía que su evaluación fuese tan mala o que su familia, que la quería tanto, la reprendiera. Me acerqué a ella sonriendo y le arrojé un montón de agua a la cara.

—Menos mal que se fue. Estoy segura que, de quedarse, habría querido que empezáramos a practicar la postura de la serpiente blanca. —Mi estúpido comentario no funcionó, ella siguió abatida. Suspiré antes de volver a hablar —. Erika, no debes preocuparte. Tu evaluación será muy buena, ya lo verás.

Mi amiga me miró al borde de las lágrimas, yo continué con mi perorata intentando distraerla y alegrarla.

—¡Anímate! —le dije con una sonrisa— ¡Falta poco para la fiesta del sol! —Rehusándome a que Erika siguiera sumergida en la tristeza continué hablando—: Te ayudaré a elegir el vestido más hermoso, no habrá nadie más linda que tú ese día. Ni siquiera en palacio, en la fiesta de mi prima nadie brillará más que tú, te lo aseguro.

Por fin Erika sonrió al mirarme y yo suspiré aliviada. Algo era algo.

No es porque fuera mi mejor amiga, pero ella era muy linda, apenas florecía y ya era un hermoso brote. Su piel, era unos dos tonos más clara que la mía, tenía un suave color semejante al de la miel al igual que su cabello. En su rostro sus ojos verdes resaltaban. Toda ella era de un dorado oscuro, pero resplandeciente. Su cuerpo ya empezaba a mostrar las curvas que en mí aun no aparecían.

Yo solo tenía mi cabello blanco como distintivo y eso ni siquiera contaba porque el cabello de mi madre era de ese mismo color y el de los alferis, nuestros acérrimos enemigos.

Augsvert II: El exilio de la princesa (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora