Capítulo 6

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-¡Cassie!

Abrí los ojos sobresaltada. Hitch me estaba dando unos golpecitos en el hombro para que me despertara.

-Mm...¿qué hora es? -Pregunté confusa.

-Las diez de la noche.

Me incorporé, aún con los ojos medio cerrados. Había dormido demasiado.

-Connie y Sasha te han dejado algunas sobras de la cena escondidas en un barril, al fondo de la cocina. Pero ten cuidado, el comandante Erwin anda paseándose por los pasillos. Será mejor que no te pille.

Asentí. En lo que Hitch se metía en su cama y se quedaba dormida en tres segundos, abrí mi armario y me puse un vestido blanco, un chaleco negro abotonado y mis botas del mismo color. Salí sin hacer ruido, y con mis impecables habilidades de sigilo me colé en la cocina a oscuras.

Localicé el barril al que Hitch se refería y me senté sobre él a comer un trozo de pan mientras observaba el campo de entrenamiento desde la ventana. Mis compañeros se pasaban horas allí, por la noche volvían agotados y yo me dedicaba a curarles los rasguños en las manos mientras me contaban cómo habían estado entrenando. No volví a pisar aquel campo desde que terminé la enseñanza militar obligatoria. Tampoco es que quisiera, y además no me hacía falta. No me quejaba de mis funciones, estaba feliz con ello, me gustaba coser heridas. Supongo.

Escuché unos ligeros pasos acercándose por el pasillo e hicieron que me pusiera en alerta. Le di las gracias mentalmente a Connie y a Sasha por haber pensado en mí y haberme guardado (aunque fuera a regañadientes) un poco de su comida y me largué de la cocina lo más rápido que pude. Me escapé por una puerta que daba al patio trasero de las oficinas de los altos cargos. La cerré detrás de mí intentando no hacer ruido, pero dio un sonoro portazo.

Hacía una noche preciosa y no corría ninguna brisa. El cielo estaba despejado y la luz de la luna se reflejaba en el agua que brotaba de la fuente, en el centro del patio. Un par de bancos dispuestos a su alrededor estaban vacíos y solitarios, y el gran árbol que descansaba tras uno de ellos sacudía sus hojas.

¿Cómo puede ser que esté sacudiendo sus hojas si no hay ningún viento que las mueva?

Me di cuenta de cómo alguien estaba de pie sobre una de sus ramas y me acerqué decidida a comprobar de quién se trataba. La persona que se escondía en aquel árbol me había visto en cuanto puse un pie en el patio y no se movió ni un milímetro de su posición por más que continuaba acercándome. Quería que le descubriera.

Se me borró la sonrisa traviesa de la cara en cuanto me di cuenta de que se trataba de Levi.

-¿Qué excusa tienes para justificar que te has colado de madrugada en las cocinas? -Preguntó.

-Ninguna, lo hago a menudo.

Me acerqué un poco más. Estaba tan alto sobre aquel árbol que yo tenía que estirar mucho el cuello para poder apenas identificar su silueta. Puse los brazos en jarras y suspiré antes de hablar.

-¿Puedes bajar aquí? Me gustaría hablar contigo.

No se movió.

-¿Y por qué no subes tú?

Bajé la mirada.

-No puedo subir hasta ahí arriba.

-¿Dónde está tu equipo de maniobras?

Hice una mueca y me crucé de brazos.

-No tengo. Hace mucho tiempo que no lo uso, creo que ya ni siquiera recuerdo cómo se utilizaba. No me es necesario.

Se quedó en silencio un segundo antes de responder.

-¿Y cómo subes a los muros?

Para ser la conversación más larga que habíamos tenido hasta el momento, estaba llena de preguntas a las que no tenía ganas de responder.

-Subo en los ascensores que utilizamos para los caballos y los suministros. Otras veces me sube Jean en su espalda.

Noté cómo dejaba de mirarme en cuanto mencioné a Jean y resopló levemente.

-¿Qué problema tienes con Jean?

-Ninguno.

-¡Mentira! ¡Baja y dímelo, no te escondas!

Automáticamente me arrepentí de haber soltado esas palabras. Al fin y al cabo, no dejaba de ser alguien muy superior a mí dentro de la legión, si se le cruzaba un cable podía echarme del cuerpo en aquel mismo instante.

Para mi sorpresa, bajó del árbol. Se deslizó por uno de los cables de su equipo que había enganchado al tronco del árbol con una tranquilidad y una maniobra impecables. Cuando se colocó justo en frente de mí, alzó las cejas.

Me quedé paralizada. Se me esfumó todo el valor que tenía hasta hace un instante. No me atrevía a decir una sola palabra.

-No tengo ningún problema con Jean Kirstein. Es un poco idiota, pero hace bien su trabajo.

-No te creo. -Murmuré.

Me observaba sin ningún tipo de expresión en la cara, era imposible adivinar en qué estaba pensando, pero algo dentro de mí me advertía de que se sentía muy incómodo con ese tema.

-¿Por qué arrojaste mi pañuelo al suelo con tan mala intención?

Sin recibir ningún tipo de respuesta, se preparó para usar su equipo de nuevo.

-Respóndeme. -Insistí.

-Te espero en media hora sobre el muro Rose, al sur, justo donde estuvimos la última vez, frente al almacén de suministros.

Fruncí el ceño, confusa.

-¿Para qué?

Ignoró mi pregunta una vez más. Como siempre.

-Trae tu equipo de maniobras, es peligroso estar sobre los muros sin él.

-¿Vas a responder de una maldita vez a mis preguntas?

-Es una orden. Obedece.

Estuve a punto de darme la vuelta e irme como si nada, pero la curiosidad por saber qué era lo que quería que hiciéramos en el muro pudo conmigo. Puse los brazos en jarra, desafiante.

-No puedes hacer lo que te dé la gana. -Solté.

-Tú tampoco.

Justo después, lanzó el gancho en la pared más cercana y se impulsó hasta desaparecer por el otro lado. Se largó en dirección al lugar donde me había citado. ¿De dónde demonios saco un equipo de maniobras a estas horas?

𝐈𝐍𝐃𝐎𝐌𝐀𝐁𝐋𝐄 ·ʟᴇᴠɪ x ᴏᴄ·Where stories live. Discover now