- ¿Solo tres derivaciones? – le preguntó mirando al monitor y a los electrodos en el pecho de la pequeña.

- Sí.

- ¿Y lo demás?

- Manualmente, no te preocupes de eso que yo me encargo.

- ¿Cómo está de temperatura?

- Muy baja.

- Cambia el electrodo bajo, ponlo en la izquierda – le ordenó con rapidez – y el manguito también.

- Luego habrá que volver a cambiarlo.

- Lo sé, pero voy a empezar por la lengua desde este lado y luego este brazo.

Aquella postura me es más incómoda – se justificó – y prefiero...

- Me parece bien – la interrumpió haciendo con rapidez lo que le había pedido – ha perdido mucha sangre, Nat.

- Sí – musitó asintiendo - ¿tenemos unidades para transfusión?

- Sí.

- Cógele otra vía, una subclavia.

- Entonces... ¿empezamos? – le preguntó – no podemos perder más tiempo.

La pediatra asintió consciente de ello, tomó aire como ya había hecho los dos días anteriores y se dispuso a comenzar. Aquello eran palabras mayores, lo primero era estabilizar a la niña para poder intervenir con un mínimo de garantías. En ese instante el monitor comenzó a emitir una señal acústica, reflejaron la caída en picado de la tensión y la detención del ritmo cardiaco.

- ¡Asistolia! la perdemos Nat – le gritó Alba preocupada ante su lentitud, Natalia siempre había sido de las que no perdía un solo segundo en quirófano – comienzo masaje, Nadia prepara las palas. ¡Nat!

- Sí, sí – reaccionó al fin haciéndose cargo de la situación.

Una hora después Natalia había conseguido cortar la hemorragia de la lengua, Alba observaba aliviada que tras las dudas iniciales la pediatra trabajaba con soltura, pero le sorprendió la parsimonia y el cuidado que dedicaba a ella sabiendo que le faltaban los dos brazos.

- Nat no sería mejor que cauterizaras sin más y ...

- Que qué - la miró temerosa al ver que guardaba silencio.

- Está muy débil y... habría que acabar cuanto antes – le recomendó – quedan los dos brazos – le recordó - corta por lo sano, no... te esmeres tanto.

Natalia miró a los monitores y suspiró.

- Tiene cinco años Alba, no voy a dejar que se pase la vida así.

- Pero Nat....

- Tengo que conseguir que una reconstrucción sea posible – aseguró con firmeza y la enfermera guardó silencio, comprendiendo cómo se sentía – si corto por lo sano como dices, no lo será y esta niña, si la salvamos se viene con nosotras – afirmó con tanta convicción que Alba no pudo evitar sonreír bajo la mascarilla – en la clínica reconstruiremos la lengua y.... tendrá prótesis.

- Te recuerdo que primero hay que salvarle la vida – sentenció con prudencia.

- Si – musitó al pediatra – lo sé – admitió en un tono que parecía molesto – tú, ve diciéndome como va.

- No te preocupes que yo te aviso. De momento aguanta bien.

Natalia trabajaba con cuidado, sabía lo que quería decirle la enfermera y mucho se temía que tuviera razón, pero ¡era tan pequeña! Sentía el estómago revuelto ante lo que veían sus ojos, y no porque no estuviese acostumbrada a ver casos de ese tipo, no era tan raro la amputación de la parte de la lengua, sino porque su mente ya estaba imaginando los motivos de la misma. Se sentía impotente ante tanta barbarie y estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviese en su mano por paliarla.

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