Capítulo 13.

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4 de julio de 2018
Día 2 de navegación.

RAQUEL

Me siento libera después de haberle contado toda mi vida a Isabel ayer. Es cierto que al principio me costó abrirme, pero es que esa mujer sabe como darte confianza para que sueltes todo lo que te preocupa por la boca. Le hablé de mi relación con Andrés y de cómo se está yendo a pique día tras día. Evidentemente, no dije nada de mis deslices con Eric, aunque ganas no me faltaron. Creo que incluso lo habría entendido.

Hoy me he levantado mejor de ánimos aunque empiezo a estar harta de tener que quedarme en el barco. Quiero visitar cosas. Según leí anoche en el folleto del barco, son tres días enteros de viaje, es decir, que no llegaremos a Grecia hasta el seis de julio. Fantástico.

Me visto y preparo la bolsa para ir a desayunar. Estoy muerta de hambre. Miro a mi hijo y a mi marido, que siguen dormidos como troncos. Doy varias palmadas sonoras y ambos se levantan del susto.

– ¿Pensáis quedaros aquí y no desayunar?– Me miran cabreados.– Si lo sé no os contrato el todo incluido.– Digo antes de coger el bolso y salir del camarote.

Podría haberme regalado este crucero a mí misma sin la necesidad de tener que ir cargando con mi hijo y mi marido por todos lados. Desde luego no pienso quedarme en el barco en lugar de visitar Grecia.

Entro en el buffet y me siento en una de las mesas redondas. El ambiente hoy está cargado. El grupito de chicos jóvenes no está al completo; falta una de las parejas. Ahora que me fijo, son dos parejas y una chica sola. Vaya plan, pienso. Sigo mirando el resto de las mesas; Lola está desayunando sola, al contrario que ayer que comió con una muchacha rubia bastante guapa. Al parecer ahora son súper amigas. Cosa que, por otro lado, parece no hacerles ninguna gracia a los padres de Lola, que no le quitaron la mirada de encima a su hija durante toda la comida. También están Isabel y Juan, a los que veo un poco distantes. Recuerdo cómo de angustiada noté a Isabel cuando Juan desapareció durante más de tres horas el día que los conocí y he de reconocer que la pregunta que Isabel me planteó me pareció un tanto rara. Pero sin duda lo peor fue su cara cuando le conté que efectivamente, el barco contaba no con una, sino con dos salas de juego o casinos. Espero no haberle traído problemas a Juan.

Al fin me decido y me levanto a coger algo para comer cuando me cruzo con la muchacha rubia con la que comió Lola.

– ¡Disculpa!– Dice ella asegurándose de que estoy bien.– Perdona, no te he visto. Iba directa a por esas tortitas que tienen tan buena pinta y ni te he visto.– Ríe.

– No te preocupes.– Digo, quitándole importancia al choque.– Sí que tienen buena pinta, sí.– Sonrío cuando me alejo de ella para ir a por un par de tostadas.

Vuelvo a la mesa justo a tiempo para que Mario y Andrés aparezcan a mi lado, sentándose cada uno en una silla.

– ¡Dichosos los ojos!– Digo, llevándome un trozo de tostada untada con mantequilla a la boca.– Yo ya os daba por perdidos hoy.– Andrés hace una mueca con la cara y es Mario el que se levanta primero a por su desayuno.– ¡Mario! ¡hay tortitas!– Grito desde la mesa. Un puño con el pulgar arriba es toda la respuesta que recibo de mi hijo.– Ya te vale.– Regaño a Andrés.– Siempre sois los últimos en aparecer por aquí y siempre tengo que venirme sola.– Mi marido no levanta la mirada de la pantalla del móvil.– ¿Me estás escuchando?

Muerte en el mar [Pausada temporalmente ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora