Capítulo 9.

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2 de julio de 2018
Málaga.

LIDIA

La conversación con Megan me deja temblando. Me las doy de guay y de que voy de sobrada pero realmente cuando alguien me gusta lo mas mínimo me dan taquicardias al hablar. Y Megan me gusta.

Nunca había barajado la posibilidad de ser bisexual. Siempre he estado con hombres y cuando conocí a Ulises sentí que quería incluso casarme y tener hijos con él, cosa que por otro lado, menos mal que no hice.

Pero desde que me puso los cuernos con Megan no he podido pensar en otra cosa que en ella. Incluso ahora creo que no me molestó que Ulises me cambiara por Megan, sino que desde que la vi, ella me gustó. Evidentemente no puedo decir que quiera tener una relación con ella porque apenas la conozco. Después de lo que pasó, no nos hemos vuelto a ver hasta hoy. Pero sí que creo que podemos llegar al menos a tener una bonita amistad.

La tarde la paso tranquila en el spa que está medio vacío. Es increíblemente grande y tiene literalmente de todo; saunas, jacuzzi, piscina fría y caliente, caminitos de esos de piedras que dicen que son buenos para la circulación de la sangre, masajistas, etc. De todo.

Cuando dan las siete y media, decido salirme del jacuzzi para ir a mi camarote a ducharme y a prepararme para esta noche.

Realmente estoy nerviosa. Nunca antes me había fijado en una mujer como para querer coquetear con ella y he de decir que estoy bastante fuera de lo que es el arte de ligar. Yo soy más de acercarme a un muchacho que me pone, bailar un poco restregándome lo suficiente para dejarle saber cuáles son mis intenciones y llevármelo a la cama. Después, si te he visto no me acuerdo. Las únicas veces que he sentido cosas diferentes han sido con Ulises y con Megan.

Con Ulises fue fácil detectar que yo también le gustaba porque cuando estábamos de fiesta siempre estaba pendiente a mí. Me traía copas, me sacaba a bailar y se ponía celosillo cuando coqueteaba con otro. También influyó que prácticamente nos pasábamos el día juntos en el bufete hasta que se trasladó. Fue un momento duro, o al menos yo lo recuerdo así. Pasamos de vernos todos los días, a vernos sólo por las noches cuando los dos llegábamos a casa muertos de cansancio. Igual debí notar ahí que nuestra relación empezaba a romperse.

Con Megan la cosa cambia. Para empezar, tengo primero que explicarle y hacerle comprender que no la odio por lo que hizo, porque por la cara que ha puesto al verme, juraría que es exactamente lo que piensa. Hacer cambiar a alguien de opinión no es sencillo, pero soy abogada. Si algo en esta vida se me da bien es dar palique hasta que consigo lo que quiero. Tengo el poder de convicción de mi lado.

Cuando salgo de la ducha empieza la operación "maqueo". Después de mirar durante lo que parecen horas el pequeño armario del camarote, decido ponerme un pantalón de pinza negro con un top amarillo y una americana a juego con el pantalón. Mi outfit hablará por mí. Me pongo el pelo en una coleta alta y me maquillo un poco los ojos y los labios. Le doy el toque final al conjunto con unas sandalias con un poco de tacón color crema que con la oscuridad de la noche, pasa de sobra por amarillo claro.

Para cuando dan las nueve de la noche estoy saliendo del camarote bien perfumada y lista para encontrarme con Megan después de la cena. Aunque, a juzgar por lo revuelto que tengo el estómago, no sé hasta qué punto será una buena idea comer ahora mismo.

Tengo una hora para cenar. Tiempo más que de sobra.

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Muerte en el mar [Pausada temporalmente ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora